El
don más valioso que sin duda alguna podemos tener es el de la vida, ya que ello
nos capacita para todo lo demás: aprender, crecer, amar, trascender; solo que
contrariamente con lo que suponemos, la vida, lo que realmente puede llamarse
vida, es algo que debemos ganarnos.
La
definición físico-químico-biológica de vida la refiere a la capacidad de
administrar los recursos internos de un ser físico de forma adaptada a los
cambios producidos en su medio, sin que exista una correspondencia directa de
causa y efecto entre el ser que administra los recursos y el cambio introducido
en el medio por ese ser, sino una asíntota de aproximación al ideal establecido
por dicho ser, ideal que nunca llega a su consecución completa por la dinámica
del medio.
Pero
esa definición no nos remite a lo que somos, al cúmulo no solo de interacciones
físico-químico-biológicas sino también de sueños, de sentimientos, de ideas. La
definición anterior curiosamente no nos define como seres humanos, cuando mucho
nos presenta un referente mínimo y básico sobre el cual se construyen los
tangibles e intangibles de nuestra historia.
Y
es precisamente en este referente cuando la vida adquiere un significado
trascedente ya que podemos ver cómo es que la vida es algo que vamos
conquistando día a día. Estar vivo es una cosa, vivir la vida es otra. Para lo
primero basta con realizar las funciones básicas de nuestro cuerpo, para lo
segundo se requiere la interacción de nuestros pensamientos, nuestros
sentimientos y nuestra voluntad. En ese contexto podemos ver que nuestra vida
no es lo que somos, sino en lo que nos vamos convirtiendo. Los éxitos y
fracasos, las alegrías y tristezas, lo infinito y lo limitado, todo nos va
moldeando, nos va construyendo, nos va transformando, y en ese proceso la
participación activa de nosotros va dando la guía de lo que somos y más aún de
lo que seremos.
Si
uno ve esto y entiende que ante los retos, obstáculos y limitaciones se
requiere de toda nuestra fuerza, valor y entereza, se comprenderá entonces el
porqué la vida nos reclama nuestra participación activa ya que una actitud
pasiva lo único que hará es que todo lo anterior sea quien decida sobre nuestra
vida llevándonos a una paradoja donde estaremos vivos, pero no viviremos
nuestra vida.
Volteando
a nuestro alrededor podemos ver constantemente ejemplos de gentes que se
sobrepusieron a adversidades físicas, sociales, económicas, culturales; ellos
se hicieron dueños de su propia vida, ellos decidieron finalmente qué vida
querían vivir, ellos nos dicen con su actitud que sí se puede y que la decisión
final es nuestra.
Cuando
uno sienta que la vida pesa demasiado, que el desánimo abruma, o que el camino
parece nunca llegar a buen término, solo es cuestión de hacer una breve pausa,
voltear a nuestro alrededor, y ver casos que estando en un momento dado en
condiciones más adversas, han sabido sobreponerse y salir adelante llegando a
ser personas no solo de éxito sino de excelencia, después de todo hay que
entender que la vida no es algo que se nos da cuando se nace, sino algo que
debemos de ganarnos día a día con el fragor de la batalla cotidiana.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
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