La
vida es lucha, una lucha que es la evidencia de la constancia, la disciplina,
el esfuerzo y la pasión que imprimimos en nuestro andar. Esta lucha en ocasiones
trae los frutos que buscamos, aunque en otras ocasiones nos deja insatisfechos
con los resultados. Si bien esto último puede deberse a factores externos, hay
que estar seguros que no sea por no luchar lo suficiente.
En
nuestro caminar por la vida podremos o no lograr aquello que nos propongamos.
Este lograr o no lo que nos propongamos puede deberse a factores externos que
exceden con mucho nuestra capacidad de control, contención o manipulación.
Sobre estos no podemos hacer nada, salvo seguir avanzando.
Pero
hay otros factores sobre los que sí tenemos ascendencia y que son precisamente
esos factores internos, que nos pertenecen: nuestros pensamientos, nuestros
sentimientos, nuestra espiritualidad.
Dada
la premisa de que sobre los primeros factores no podemos hacer mucho, mientras
que sobre estos últimos sí, llegamos a la conclusión de que luego entonces es
sobre los segundos sobre los que debemos concentrar nuestra energía.
Es
muy fácil, incluso hasta agradable, el echar la responsabilidad de una meta no
alcanzada a los factores externos, pero siendo honestos lo primero que hay que
analizar es si de nuestra parte hicimos todo lo que estuvo a nuestro alcance
para lograr aquello que nos habíamos propuesto.
Pero
este análisis, si bien es bueno hacerlo cuando llegamos al final de un camino,
al final de nuestra lucha, para ver si conseguimos o no lo que queríamos y el
por qué conseguimos o no eso, es aún más provechoso cuando lo hacemos sobre la
marcha, en el camino mismo, ¿por qué? porque todavía estamos a tiempo de hacer
las correcciones necesarias en nuestro andar para conseguir la meta, el sueño,
el objetivo planteado, si es que está en
nosotros algo de la lucha que aún no hemos dado.
Una
actitud madura, y por ende más provechosa, es aquella que en vez de andar
buscando responsabilidades externas –que más bien llamaría justificaciones
ajenas-, busca ver qué se ha hecho mal –o mejor aún: que se está haciendo mal-
para corregir nuestro andar con la intención de alcanzar lo que nos hemos
propuesto.
No
niego que en ocasiones no podremos alcanzar lo que nos planteemos, a veces eso
no depende de uno, pero cuando sí depende entonces hay que ser honesto y ver
qué es lo que nos falta por hacer, en otras palabras, si no has logrado lo que
crees merecer, revisa que no sea porque no has luchado lo suficiente.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Este
artículo puede verse en video en https://youtu.be/LK34SoaHce4
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