jueves, 30 de noviembre de 2017

Así como el auto necesita gasolina para avanzar, así tus metas necesitan de tus acciones cotidianas para ser alcanzadas


Cuando hablamos de las cosas que quisiéramos alcanzar, generalmente tenemos una idea más o menos clara de lo que deseamos, no sucede siempre así con las acciones que necesitamos realizar para alcanzar esas metas, es así como la claridad tanto en las metas como en los pasos hacia ellas es lo que nos conducirá al éxito.

El 14 de diciembre de 1911, Roal Admunsen conquistó el Polo Sur después de una travesía de casi tres meses desde la Bahía de Ballenas; el 29 de mayo de 1953, Edmund Hillary conquista la cima del Monte Everest, casi cuatro semanas desde que se inicia la escalada; el 20 de julio de 1969, Neil Armstrong se convierte en el primer hombre en llegar a la Luna después de una travesía de cuatro días en el espacio.

Si bien estos logros parecen ser sorprendentes (y de hecho lo son), más sorprendente es que las personas mediante acciones que van sumando pequeños avances los hagan posibles y realizables. Ejemplos como los anteriores hay de sobra en la historia humana: grandes empresas que empiezan como un sueño, como una idea, idea a la que posteriormente se le van adicionando acciones concretas para hacerla realidad hasta que se convierte en una meta alcanzada.

Nuestra vida es un espejo de la historia humana, incluso en estas grandes hazañas. Constantemente nos trazamos metas, sueños, deseos, pero si esto no es acompañado de acciones concretas la realización de los mismos queda no solo a la deriva sino completamente a la suerte de uno.

Cuenta una broma anecdótica que se encontraban dos amigos recostados bajo un árbol cuando ven cerca de ellos un billete tirado, como hacia un poco de viento uno de los amigos comienza a rezar en silencio, entonces el otro le pregunta que si qué hace, a lo que el amigo le responde que reza por que el viento les traiga el billete, y que si eso resulta, ya estuvo que ese día comerán bien sabroso.

En ocasiones hay quienes se comportan como los personajes imaginarios de este cuento, es decir, desean algo pero no están con la intención de hacer lo necesario para conseguirlo.

Entendamos algo, la vida es como un supermercado: uno va y ve cosas que le gustan, pero (el gran pero), uno debe estar dispuesto a pagar el precio de las cosas que ve en el supermercado para conseguirlas, igual en la vida, todo tiene un precio llámese trabajo, estudio, esfuerzo, dedicación, si uno está dispuesto a pagar el precio que se nos pide lo que queramos pasará a ser nuestro, de otra forma solo miraremos en el escaparate de la vida lo que hubiéramos deseado sin que nunca lo hayamos tenido.

Un ejercicio simple: piensa en una meta que desees lograr, una que aún no hayas conseguido; si no eres capaz de pensar en cinco acciones concretas que te permitirán alcanzar esa meta, créeme que estás todavía muy lejos siquiera de comenzar el camino hacia ella.

¿Por qué cinco? Por que las metas llevan acciones concretas directas e indirectas y generalmente son dos o tres acciones las requeridas para alcanzar la meta en sí, pero otras cuatro o seis que se requieren para hacer las primeras. Por ejemplo, el dominar un deporte requerirá tiempo de práctica, pero al mismo tiempo un cambio en los horarios para cumplir con el tiempo requerido de práctica. Es así que si no puedes determinar al menos cinco acciones en la meta que te propongas, mejor siéntate y piensa bien lo que deseas y el cómo alcanzarlo.

La vida tiene retos, tiene metas, tiene sueños, de la misma forma tú tienes todo lo necesario para conquistar ese reto, lograr esa meta o alcanzar ese sueño, solo que se requiere que cada día des un paso hacia ello, después de todo así como el auto necesita gasolina para avanzar, así tus metas necesitan de tus acciones cotidianas para ser alcanzadas.

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
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viernes, 24 de noviembre de 2017

Para iniciar tu vuelo lo primero es dejar de ver el suelo y alzar la vista hacia el horizonte


Las metas, sueños y objetivos que podemos plantearnos en nuestra vida, por definición se encuentran siempre hacia adelante, es decir, en nuestro futuro. Para llegar a ellas se requiere de esfuerzo, constancia, disciplina y pasión, siendo el paso inicial el fijar nuestra mirada, nuestra atención, en aquello que deseamos lograr.

Cuando hablamos de ir en pos de lo que deseamos, tal vez pueda sonar muy evidente el señalar que lo que debemos de hacer es fijarnos precisamente en eso que queremos, pero si analizamos un poco todos esos casos de quienes han quedado en el camino sin alcanzar lo que se propusieron, podremos darnos cuenta de que no es tan simple como lo pensamos.

Avanzar hacia una meta, un sueño, un objetivo, y consecuentemente alcanzarlo, implica que tenemos claro qué deseamos obtener y, en ese tenor de ideas, que ese algo que deseamos obtener tiene más peso incluso que los fracasos que en nuestra vida hemos tenido o los obstáculos que en nuestro andar hacia lo que queremos podríamos encontrar.

Ambas cosas, fracasos que en nuestra vida hemos tenido o los obstáculos que en nuestro andar hacia lo que queremos podríamos encontrar, detienen nuestro andar, pero aunque pudieran verse como lo mismo son diferentes. Una mira hacia el pasado como una carga, la otra mira hacia el futuro con un temor.

Los fracasos que en nuestra vida hemos tenido, por más que no queramos, siempre estarán en nuestro pasado, y si bien estos siempre nos sirven como experiencia adquirida, también van haciendo mella en nuestro ánimo al grado de que se convierten en unas cargas pesadas con las que queremos avanzar en nuestra vida.
Los obstáculos que en nuestro andar hacia lo que queremos podríamos encontrar, por el contrario, están en el futuro, un futuro al que podremos o no llegar. Si no llegamos igual nos infunden miedo por lo que podría llegar a pasar, pero si sí llegamos los mismos se convierten en un presente que inmediatamente pasa a ser un pasado convirtiéndose en lo que anteriormente vimos y haciéndonos más pesado nuestro andar.

Los fracasos que en nuestra vida hemos tenido no los podemos cambiar, de igual forma los obstáculos que en nuestro andar hacia lo que queremos podríamos encontrar no los podemos sortear para no enfrentarlos, pero lo que sí podemos hacer y ver, reflexionar, tomar conciencia, es sobre lo que queremos valorándolo al grado que nos permita avanzar incluso a pesar de los fracasos vividos o de los obstáculos que enfrentemos.

Si ante esta perspectiva no sientes que tu meta, sueño u objetivo pueda darte el ánimo, la firmeza, el valor que te permita andar por la vida, tal vez sea bueno analizar lo que te has propuesto pues pudiera ser que esto no fuera de tal relevancia, pertinencia o coherencia en tu vida como para alzarse por encima de  los fracasos vividos o de los obstáculos que enfrentemos.

Fija tu mirada en lo que deseas lograr y, si esto tiene el valor en tu vida para darte la fuerza para avanzar a pesar de  los fracasos vividos o de los obstáculos que enfrentemos, saca de él el ánimo, la firmeza, el valor que necesites,  después de todo para iniciar tu vuelo lo primero es dejar de ver el suelo y alzar la vista hacia el horizonte.

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
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viernes, 17 de noviembre de 2017

Nadie ha cruzado la meta sin haber tenido que dar el último paso


Nadie ha cruzado la meta sin haber tenido que dar el último paso

La mayoría de nosotros hemos tenido en su momento sueños o metas que deseábamos alcanzar y para las cuales pusimos todo nuestro empeño, bueno, casi todo, ya que el sueño no pudo cristalizarse o la meta conseguirse, lo más curioso de todo es que tal vez haya sido solo un paso el que pudo haber cambiado en su momento ese fracaso en éxito.

Tal vez el nombre de Jim Redmond no te diga mucho, pero tal vez sí te enseñe bastante. Jim Redmond era un inglés que en 1992 participó en los Juegos Olímpicos que se llevaron a cabo en Barcelona, España. Estando en la justa olímpica, en plena competencia, Jim Redmond se lesionó gravemente el tendón. Jim Redmond, aunque ya había perdido la competencia, se puso de pie decidido a terminar la carrera. Su padre se le unió sirviendo de apoyo para ello. Los dos cruzaron la meta recibiendo de la multitud una ovación ensordecedora. Jim Redmond perdió la carrera, pero conquistó su meta.

¿Cuántas veces no ha pasado que nuestro éxito lo medimos en función de los demás y al no obtener lo que deseamos optamos por desistir? El caso de Jim Redmond nos hace ver que hay dos conquistas en la vida, las cuales a veces van juntas pero en otras no: lo que uno consigue al conquistar una meta y en lo que uno se transforma al conquistar una meta.

Muchas de lo que podamos motivarnos en su mayoría irá a lo primero, a lo que se conseguirá cuando se logre la meta propuesta, y eso es bueno, es loable, es correcto: las metas son para darnos algo que será muy nuestro por habérnoslo ganado. Pero de la misma manera está la parte de uno que forja un carácter de ganador aunque la meta inicial no se consiga. Ese carácter de ganador implica firmeza, entereza, voluntad, ánimo y fortaleza, curiosamente todas estas características se forjan no tanto con el éxitos, sino con los fracasos.

Así es, los fracasos son la fuerza en contra que todos enfrentamos y que, o desarrollan en nosotros la fortaleza para permanecer de pie en la tormenta, o terminan por tirarnos, solo que esta elección es nuestra, no de los fracasos, no de los vendavales que enfrentemos, no de la tormenta que busque derrotarnos, sino de nosotros.

Hazte esta pregunta ¿qué necesidad tenía Jim Redmond de continuar su camino hacia la meta cuando la carrera ya había sido ganada por otro?, ¿qué quería lograr?, ¿qué quería demostrar?, realmente se requiere de un espíritu superior para continuar la lucha cuando el objeto de conquista inicial ya no está, se requiere un pensamiento que no vea hacia afuera sino hacia adentro, se requiere el carácter de, aunque ya no esté el trofeo que se nos daría por cruzar la meta, no permitir que se nos arrebate la persona en que nos convertiremos al cruzarla aunque ya no haya nada para nosotros.

Si uno es capaz de ver eso se dará cuenta de que nuestros actos tienen una trascendencia que roza lo infinito y que cada acción nos lleva a la persona de excelencia que estamos llamados todos a ser, después de todo nadie ha cruzado la meta sin haber tenido que dar el último paso.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
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viernes, 10 de noviembre de 2017

La vida igual que la naturaleza: Para cosechar primero tenemos que sembrar


Cuando iniciamos nuestros andar en pos de las metas, sueños y objetivos que nos hemos planteado, en nuestra mente prevalece siempre ese algo hacia donde queremos llegar, pero previo a siquiera pensar en llegar a obtener lo que queremos, lo que debemos tener muy presente es el camino, a veces largo, difícil, retador, que primeramente tenemos que transitar.

Me da la impresión que a veces estamos tan inmersos en nuestras vidas que algunas lecciones de la misma, por lo sencillas que son y debido a su cotidianeidad, nos pasan desapercibidas. Una de estas es la del proceso que en la vida se da para que las cosas sean. Veamos las cosechas.

¿Cuál sería el proceso para que alguien cosechara algo? Tal vez me digas que es primero preparar la tierra o plantar la semilla, pero antes de esto hay paso previo y necesario que es el pensar, el planear, el calcular. Esta primera etapa tiene que ver con la ideación de que lo tenemos que hacer para lograr lo que queremos obtener.

Luego vienen los pasos prácticos de preparar la tierra y plantar la semilla. Pero incluso estos pasos previos a cosechar no terminan aquí ya que es necesario otra serie de pasos intermedios entre la siembra y la cosecha como son el riego, que debe ser constante, y la atención a las plagas, que debe ser esporádica. Si alguien solo sembrara pero no regara o cuidara lo sembrado difícilmente podríamos pensar que la siembra fructificaría.

Por último, el paso final, es precisamente el levantar la cosecha. Es en este punto donde vemos el fruto de todos los esfuerzos anteriores y donde podemos gozarnos en lo obtenido, máxime cuando esto ha sido regado por el sudor de nuestro esfuerzo lo que nos permite valorarlo en toda la extensión de la palabra.

Pues bien. En la vida es igual. Cuando deseamos obtener algo primeramente debemos diseñar en nuestra mente lo que queremos tener y, sobre todo y con la mayor claridad posible, lo que es necesario hacer para lograrlo. Después hay que pasar de la intención a la acción para de manera práctica buscar conseguir lo que deseamos. Por último, hay que cosechar los frutos, tanto los que se refieren a disfrutar al obtener lo que nos habíamos planteado como a, en caso de no llegar a obtener lo esperado, identificar y valorar los cambios internos que se dieron en el proceso en nosotros y que maduraron nuestro carácter como personas de excelencia.

De nuevo: tal vez lo anterior parezca obvio pero no lo es si pensamos en todas esas personas que a la primera de cambios avientan por la borda sus sueños, metas y objetivos solo por los obstáculos, retos e incluso caídas que experimentan. Quienes rinden sus armas son iguales a aquel sembrador que cansado de regar o deprimido por las plagas, en vez de ponerse en acción, deja todo logrando solo que la cosecha se malogre.

De todo esto lo importante es que debemos fijarnos con mucho detenimiento, énfasis y madurez mental y emocional en el proceso intermedio entre el sembrar y cosechar ya que generalmente éste es el que lleva más tiempo y, por ende, requiere de mayor constancia, esfuerzo, disciplina y pasión.

No podemos pensar que por el solo hecho de desear algo esto se nos sea cumplido, necesariamente todo lo que queramos requerirá de nuestra constancia, disciplina, esfuerzo y pasión, después de todo la vida igual que la naturaleza: Para cosechar primero tenemos que sembrar.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
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viernes, 3 de noviembre de 2017

Si ves a un triunfador, verás una persona que se ha levantado tantas veces como se ha caído, y sigue de pie


Cuando vemos a alguien que la misma sociedad reconoce como una persona exitosa, por lo general lo único que vemos es precisamente el éxito que ha obtenido como resultado de sus acciones, desafortunadamente lo que desconocemos son todas esas peleas esas luchas, esas batallas, que a veces ganó y otras perdió, pero que en todos los casos lo llevaron a ser la persona triunfadora que todos vemos.

Éxito. Thomas Alva Edison (1847- 1931) fue un empresario y un prolífico inventor estadounidense que patentó más de mil inventos (durante su vida adulta un invento cada quince días). Es de todos sabido la historia de sus intentos por crear la bombilla eléctrica. Intento tras intento Alva Edison no lograba crear la bombilla eléctrica de la cual tenía el diseño teórico más no el producto real. Cuentan que ya había realizado 1,000 intentos fallidos, a lo cual uno de sus ayudantes le preguntó que si por qué seguía con la idea de crear la bombilla eléctrica cuando ya había fracasado 1,000 veces, a lo que Edison le contestó que él no los consideraba fracasos sino que al contrario había descubierto 1,000 formas en las que no se debía hacer una bombilla eléctrica. El resto de la historia es conocida: en 1879 presentó la lámpara incandescente e iluminó con ello el mundo.

¿Otra historia de éxito? Cuando el Coronel Sanders empezó su negocio era solo un jubilado con una antigua receta de pollo frito, sin organización, ni recursos para echar andar un negocio, ni gente que lo apoyara. Antes había tenido un restaurante pero éste había quebrado pues la autopista donde estaba había sido reubicada. Con su primer cheque de jubilado quiso hacer negocio con su receta y la primer idea fue vendérsela a restaurantes a cambio de un porcentaje en las ventas. Él mismo cuenta en su biografía que viajó por todo el país buscando quien financiara su negocio. Comenta que tocó 1,009 puertas y que 1,009 veces lo rechazaron. Hasta que en una les pareció bueno el negocio y, bueno, el resto es historia.

¿Más ejemplos? En otras ocasiones hemos comentado el caso de Beethoven cuyo maestro lo declaró en su momento un caso perdido como compositor, o el caso de Enrico Caruso, uno de los más grandes cantantes de ópera, cuyo maestro decía que no tenía voz y que no sabía cantar, o el caso de Walt Disney cuyo editor del periódico donde trabajaba lo despidió cuando apenas empezaba su carrera ¡por falta de ideas!, o el caso de Albert Einstein cuyo maestro lo describió en su momento como mentalmente lento, insociable y con sueños absurdos e incluso la Universidad de Berno le rechazó en 1905 una disertación doctoral por considerarla irrelevante e irreal.

Dice una frase que cuando intentas algo o tienes éxito... o aprendes.

Generalmente a los triunfadores los conocemos en la cima, pero no conocemos le largo, penoso y accidentado camino que tuvieron que recorrer para llegar ahí. Curiosamente considero que aprendemos más de esto último que de lo primero, por que cuando vemos solo el éxito lo llegamos a considerar lejano e inalcanzable sin considerar que hay un camino para llegar a él, un camino de esfuerzo, disciplina, dedicación, ¡e incluso terquedad! que nos permitirá lograr nuestros sueños.

A veces me pregunto que hubiera sido de toda nuestra historia si los relatos de grandes líderes que conocemos no existieran por que ellos mismos se habrían dado por vencidos. Tal vez pienses que una cosa es ser un gran líder mundial y otra un joven con muchos problemas, y tienes razón, pero no por las razones que crees, sino porque tu proyecto es más valioso que lo que muchos líderes hayan hecho en el mundo. Mira esto: los grandes logros vienen y van, incluso aquellos que definieron la historia de la humanidad ya están en el pasado, en algunos casos ya no queda nada de ello, lo único que permanece es la esencia misma de las personas y lo que lograron hacer con su vida. "De que le vale a un hombre ganar el mundo si se pierde a sí mismo". Tu vida es infinitamente más valiosa, y ahí tu eres el general y el soldado, el líder y el seguidor, el estratega y el operador, pero al mismo tiempo eres quien está más interesado y quien puede sabotear tu proyecto.

Las caídas de los grandes personajes de éxito nos dicen que todos somos iguales, que todos tenemos las mismas oportunidades, que todos nos enfrentamos a los mismos obstáculos, pero también que para todos hay un éxito triunfador que nos espera en la meta. El único fracaso es cuando uno deja de intentarlo, después de todo si ves a un triunfador, verás una persona que se ha levantado tantas veces como se ha caído, y sigue de pie


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
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jueves, 26 de octubre de 2017

¿Cometiste un error? ¡Excelente! Has descubierto un área de oportunidad de mejora personal


Tal vez una de las peores cosas que pueden pasarnos en esta vida son precisamente los errores que cometemos, pero de igual manera, si nos fijamos bien, pueden estos errores llegar a ser un punto a partir del cual logremos impulsar nuestro crecimiento personal.

Un error puede significar muchas cosas: falta de capacidad, percepción limitada, confianza exacerbada y sin sustento, etc., pero en todos los casos denotará algo negativo, más que de las circunstancias que conllevaron al error, de nosotros mismos. Es por esto que a nadie nos gustan los errores: nos muestran de una forma que no queremos que nos vean y, peor aún: de una forma que no queremos ser para nosotros mismos.

Independientemente de lo que origine un error, vamos viendo qué podemos hacer con él, y para ello sólo tenemos dos opciones: o dejamos que el error nos avasalle, o bien vemos la manera de aprender de él para ser mejores.

La primer opción es la más sencilla, incluso podríamos decir que es la más fácil  pues implica derrotarnos, tirar todo por la borda, dejar de esforzarnos, pero además nos pone, generalmente, o en una oposición de víctima o en una posición de verdugo, ambos lados opuestos de la misma moneda, una moneda falsa e ilusoria que corresponde, no con la realidad, sino con la percepción que de la realidad tenemos.

La segunda opción es la más difícil ya que implica no sólo aceptar el error, sino verlo cara a cara y de él aprender, lo cual implica ver y saber qué áreas de oportunidad detectamos para trabajar en ellas.

Como podemos ver la segunda opción requiere un esfuerzo no doble, sino triple: primero para seguir avanzando en la vida y no dejarnos abatir por el error, segundo para enfrentar, aceptar y usar el error cometido, y tercero para trabajar en mejorar esa área de oportunidad que hallamos detectado en nosotros.

El seguir avanzando en la vida implica decisión, carácter, esfuerzo. La primer reacción ante un error es abatirnos, por un lado por la depresión natural ante el caer, pero también en ocasiones por que nos autocastigamos pensando que no somos merecedores de seguir caminando para buscar ser más y mejores.

El enfrentar, aceptar y usar el error cometido implica verlo de frente, no ocultarlo, no dorarlo, no colorearlo, tratar, aunque sea difícil, de abordarlo lo más objetivamente que sea posible, por una parte para determinar aquellas circunstancias ajenas a nosotros que coadyuvaron a cometer el error (y que por ser ajenas están fuera de nuestro control), y por otro lado para dejar muy claras y delimitadas nuestras responsabilidades en el error cometido.

El trabajar en mejorar esa área de oportunidad que hayamos detectado en nosotros implica vernos y sabernos más que el error cometido, entender que el sentimiento negativo experimentado implica que el error no es lo que somos ni lo que podemos llegar a ser, pero sí una evidencia de algo que tenemos o de lo que carecemos, y que nos está obstaculizando avanzar en nuestras metas. Con esto, ponernos a trabajar para mejorar esa área de oportunidad detectada.

Caer, tropezar, fallar, no es el fin del mundo, en tanto tú no quieras lo sea. ¿Cometiste un error? ¡Excelente! Has descubierto un área de oportunidad de mejora personal.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
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viernes, 20 de octubre de 2017

El éxito es la combinación de constancia, disciplina y mucha, ¡pero mucha pasión!


Cuando hablamos de éxito, todos quisiéramos que de una u otra forma hubiera alguna manera rápida y fácil de alcanzarlo, afortunadamente para nosotros no existe tal camino fácil, pero el camino difícil genera en nosotros no solo el carácter del triunfador sino gozo si es que lo que hacemos nos apasiona.

Los tiempos actuales donde los productos y servicios son rápidos y fáciles, genera en el ser humano una sensación de que el éxito en lo personal o profesional guarda las mismas características, lo cual no es así. Todos los ejemplos de grandes logros en la historia de la humanidad están matizados de la constancia y la disciplina en su consecución. Por más que algunas voces quieran vender la idea del éxito instantáneo, éste no existe.

Tal vez alguien señale los golpes de suerte, como sacarse la lotería, como prueba de que el éxito instantáneo existe, pero no es así y por una simple razón: el éxito no está en lo que se obtiene sino en lo que uno se transforma.

Analicemos esta idea. Cuando algo se te da de manera fácil ni siquiera es valorado, pero cuando conseguir una meta u objetivo implicó esfuerzo la misma adquiere valor. Pero en el inter hay algo mágico que sucede y es la creación de un carácter de triunfador en la persona. Ojo con esto: Conseguir una meta fácil no le da tiempo a la persona  a desarrollar ese carácter de triunfador, le da lo que quiere sin que se lo haya ganado, pero peor aún, sin que se haya conquistado a sí mismo logrando la plenitud de sus capacidades.

Piensa en esto: si todos nos fuera dado fácilmente realmente nunca aprenderíamos ni creceríamos. Es por ello que todo logro que valga la pena necesaria y forzosamente requerirá de constancia y disciplina las cuáles como ingredientes extraordinarios generarán en nosotros la magia del cambio entre lo que somos y lo que podemos llegar a ser. Pero esa constancia y disciplina debe estar aderezada por un ingrediente adicional: la pasión en lo que hacemos, de otra forma la constancia y la disciplina nos asfixiarán pues nos exigirán acciones en un camino no disfrutable.

Dalí, Picasso, Beethoven, da Vinci, todos ellos tenían algo en común: cuando estaban enfrascados en la creación de sus obras dormían muy poco, apenas unas horas cada día. ¿Te ha pasado que cuando estás haciendo o por hacer algo que te apasiona en extremo puedes prescindir del sueño e incluso a veces hasta de comer en forma?, entonces, ¿de dónde sale esa fuerza para emprender acciones tan dinámicas como cuando hacemos lo que nos gusta?

Cuando haces lo que te apasiona, tu, al igual que los grandes genios citados al inicio, se conectan con una fuerza dinámica que todos tenemos, que es superior y que solo se activa cuando lo que enfrentamos trae una mezcla de reto pero al mismo tiempo de gozo interno.

Así que si quieres una receta para el éxito recuerda que debes buscar aquello que te desborde de emoción cuando lo haces y aplicar en ello el rigor de la disciplina para llegar al dominio pleno tanto de tus potencialidades como de la meta planteada, después de todo el éxito es la combinación de constancia, disciplina y mucha, ¡pero mucha pasión!


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
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viernes, 13 de octubre de 2017

No hay pretexto: Si puedes hacerlo, hazlo, y si no ¡al menos inténtalo!


El ser humano está hecho de deseos prácticamente ilimitados. Todos quisiéramos tener más, ser más, incluso vivir más. Cuando enlistamos todas aquellas cosas que quisiéramos lograr lo lógico es que algunas nos parezcan sino irrealizables casi imposibles, pero si valen la pena, ¿por qué no intentarlo?

¿Cuántas veces hemos escuchado la frase: "no creí que fuera posible"? Frente a hechos o logros de otras personas que nos pasman se nos vienen dos ideas a nuestra mente: lo fácil y realizable que parece el hecho una vez realizado y el por qué no fuimos nosotros quienes lo hicimos.

A veces pareciera que ante los retos solo estaríamos dispuestos a correr aquellos riesgos siempre y cuando tuviéramos la certeza de conquistar. Si así fuera ¡dejarían de ser riesgos! Un riesgo implica la posibilidad de ganar o perder, si solo intentáramos aquellos por lo que tuviéramos certeza de lograr la vida sería harta aburrida, pero no solo eso, en realidad nunca creceríamos como personas.

Piensa en lo siguiente, ¿cómo logra un campeón de levantamiento de pesas levantar en ocasiones hasta cientos de kilos? No es manteniéndose en aquello que desde un inicio puede levantar sino intentando levantar cada vez más.

Al inicio tal vez no pueda, luego le costará y finalmente podrá levantar lo que se propuso. Lo anterior se da por que ante la exigencia planteada, el cuerpo reacciona creando músculos, fortaleciendo huesos, endureciendo tendones, hasta que puede levantar el peso deseado. Ese mismo símil es aplicable a la natación, la carrera de velocidad, el lanzamiento de jabalina, el salto con garrocha... y el logro de los sueños.

Hay un ejercicio muy sencillo que me gusta realizar en algunos talleres.  Pongo una manzana en una mesa a diez pasos de una persona y le pido a alguien que llegue hasta donde está la manzana sin moverse de donde está (a veces tengo que repetir la instrucción, no porque no la entiendan, sino porque es totalmente ilógica). No pasa mucho tiempo antes que alguien (generalmente quien se le pidió la acción) señale lo imposible de lograr tal cosa con la condición dada, ¡y tiene razón! Pero la vida es igual, si nunca damos el primer paso, si nunca lo intentamos, nunca sabremos si lo pudimos lograr o no. El intentarlo te permite al menos plantear esa posibilidad, pero él no intentarlo te garantiza que nunca lo lograrás.

Todos tenemos en nuestra vida ejemplos de cosas que logramos después de intentarlo, cosas que creíamos al inicio que no podríamos, desde andar en patines o bicicleta cuando niños hasta terminar una carrera cuando grandes.

El intentarlo nos permite ver hasta dónde podemos llegar, pero lo que es mejor, desarrollar con la práctica capacidades que nos van haciendo mejores, y no mejores con relación a los demás, sino mejores con relación a nosotros mismos. Este ser mejor abarca crecer en miras, en sueños, en confianza, desarrollar carácter, valor, compromiso, superar nuestros miedos, obstáculos y límites, y finalmente llegar a ser los seres de excelencia que estamos llamados a ser.

Hay quienes llevan el razonamiento del éxito hasta extremos donde no vale intentar sino solo lograrlo, si así fuera el pesista, el nadador, o el corredor nunca lo lograrían pues generalmente las metas que valen la pena están fuera de los alcances de nuestras capacidades actuales. Inténtalo, pero no una, ni dos, ni tres veces... inténtalo tantas veces como sean necesarias para que al final logres tus metas. Recuerda: No hay pretexto: Si puedes hacerlo, hazlo, y si no ¡al menos inténtalo!


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
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viernes, 6 de octubre de 2017

La cima de la montaña te permitirá descubrir más montañas que están esperando por ti


Todos tenemos sueños, metas y objetivos a los que imprimimos todo nuestro esfuerzo, constancia, disciplina y pasión. Lo mejore de esto, obvio, es conseguir lo que deseamos, pero después de ello lo segundo mejor es darnos cuenta que detrás de ese sueño, meta u objetivo alcanzado hay más que esperan vayamos por ellos.

Te pregunto, ¿qué sueño, meta u objetivo estás trabajando en este momento? Excelente. Y luego que lo logres, ¿qué harás? Es importante pensar en esto, aunque no mucho, déjame te explico por qué.

Nuestro andar por la vida no puede ser sin ton ni son sino que, para hacer eficiente y eficaz ese caminar se requiere de un plan estratégico, un plan estratégico que tenga que ver con tu proyecto de vida y donde consideraras las metas, sueños y objetivos que quieres alcanzar así como las formas de lograrlo.

Ese plan te permitirá encauzar tus esfuerzos y al mismo tiempo ir evaluando los logros que vayas consiguiendo o, en su defecto, hacer las correcciones que sean necesarias si encuentras desviaciones en lo que habías planeado.

Este planear no quiere decir que las cosas salgan tal cual uno se las ha imaginado, simplemente te permite establecer una línea de acción a efecto de que lo que hagas tenga un por qué y un para qué que incremente, aunque no garantice, las posibilidades de tener éxito en lo que te propongas.

Por eso te comentaba que es bueno pensar en lo que haces y en lo que harás una vez que lo logres. Pero de la misma forma te comenté que, sobre esto último, lo que harás una vez consigas lo que te has propuesto, no pienses tanto ya que no sabes dónde terminarás una vez que consigas lo que te has propuesto.
Es bueno, sin duda, el tener planes para tu proyecto de vida, pero de la misma forma, la vida nos va enseñando que una cosa es lo que planeemos y otro lo que logremos. Independientemente de esto después de que logres lo que te hayas propuesto en mayor o menor medida, podrás darte cuenta que aparecen frente a ti nuevos sueños, metas y objetivos a los que podrás ir en pos de ellos.

Es bueno tener un plan, al menos de manera general, sobre lo que harás una vez consigas lo que te has propuesto, pero este plan debe ser flexible para que puedas aprovechar las oportunidades que, después de alcanzar lo que te hayas propuesto, aparezcan  frente a ti o para que, si lo que lograste difiere en mayor o menor medida de lo que te propusiste, puedas a partir de ahí lanzarte en pos de nuevas metas, sueños y objetivos.

Imprime todo tu esfuerzo constancia, disciplina y pasión en ese andar que te lleva en pos de los sueños, metas y objetivos que te has planteado, siempre con la mente abierta para detectar, una vez hayas alcanzado lo propuesto, las oportunidades que se abran ante ti, después de todo la cima de la montaña te permitirá descubrir más montañas que están esperando por ti.



Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
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