Sin
duda alguna que a todos nos gusta el reconocimiento que de los demás podamos
obtener, como seres sociales que somos deseamos sentirnos parte de un grupo y
que ese grupo nos valore. Esta tendencia natural de nosotros, sin embargo, no
debe llegar al extremo de que ese sea el fin de nuestras acciones, sino más
bien que el avance en el camino de la excelencia personal con la satisfacción
que esto trae sea lo primero siendo el reconocimiento social algo que venga
como consecuencia de.
Todos
tenemos metas, sueños y objetivos en la vida. Seguro estoy que si te pregunto
cinco cosas que quieras lograr en los próximos meses serás capaz de indicármelas
sin mayor problema. De igual forma si esas cinco cosas se refieren a lo que
quisieras lograr en la vida también podrías indicármelo.
Esto
nos habla de que en nuestras vidas, en mayor o menor grado, tenemos claridad en
cuanto a lo que queremos lograr. Una mejor casa, un mejor trabajo, una mejor
familia, y un sinfín de etcéteras son los que pueden ser añadidos a esta lista,
pero así como conocemos el qué ¿podemos decir que conocemos el por qué y el
para qué?
Si
de una de tus metas, sueños u objetivos que tienes, sólo de una, se te pidiera
que dijeras el por qué y el para qué de ello, ¿serías capaz de hacerlo? ¿Qué
tal si en este momento lo intentas?
No
sé cuál pudiera ser el resultado del ejercicio anterior pero siguiendo con la
línea del tema que estamos comentando puedo tratar de atraer tu atención al
hecho de que si en esos argumentos está en mayor medida el que los demás vean,
aplaudan, valoren o reconozcan, entonces estás en un camino muy peligroso.
¿Qué
si por qué peligroso? Primero porque los demás (ese término tan general: los
demás) son tantos y tan variados que difícilmente sería posible darle gusto a
todos con lo que tus esfuerzos por lograr su reconocimiento pueden no
fructificar como lo deseas, segundo porque incluso aunque lograras el reconocimiento
de los demás (de nuevo ese término: los demás) eso no garantiza para nada que
tú en lo personal estuvieras internamente satisfecho, y tercero que el hecho de
buscar el reconocimiento de los demás (otra vez: los demás) hace que entonces
sean ellos los que están dictando tu vida, no tú.
Ahora
bien, ¿cuál es la otra opción? Pues aquella donde tú vives tu propia vida y
dejas que los demás vivan la suya. En ese vivir tu propia vida te estableces
metas, sueños y objetivos de ti, por ti y para ti y avanzas en pos de ellos
buscando sacar lo mejor de ti e ir caminando hacia la excelencia a la que estás
llamado.
Ahora
bien, eso de buscar metas, sueños y objetivos de ti, por ti y para ti no le da
a eso una connotación eminentemente egoísta pues nuestro andar hacia la
excelencia requiere de la tolerancia, el respeto, el servicio y la ayuda los
demás, sino que establece un enfoque donde tú te haces dueño de tu propia vida
imprimiendo en ellos el carácter de la responsabilidad personal que implica.
El
avanzar en pos de nuestros sueños, metas y objetivos debe manejarse desde la
perspectiva del logro personal, de la satisfacción de uno, de la mejora
continua de lo que somos y de la conquista diaria de lo que estamos llamados a
ser, es así como el primer aplauso cuando consigues una meta debe ser tuyo,
interno, callado, todos los demás serán eco de este.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
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