El
impulso motivador que todos buscamos para alentar nuestro andar por la vida
debe ir en dos sentidos para estar equilibrado: hacia afuera al logro de metas
y objetivos y hacia adentro para transformarnos constantemente en mejores y más
trascendentes personas.
En
ocasiones el término y sentido de lo que entendemos por motivación está profundamente
relacionado con lo externo, con el logro de las metas y objetivos tangibles que
nos hemos trazado: un proyecto, una formación, una familia, un trabajo, un
negocio, un sueño. Pero de la misma forma todos esos logros deben ser el
reflejo de las mejoras internas e intangibles que como personas estamos experimentando,
algo así como lograr cada vez más siendo cada vez mejores.
Todos
conocemos el término de “el camino fácil”, y no solo el término sino incluso la
idea que resulta bastante tentadora de lograr lo que queremos de la vida de una
manera fácil y rápida, aunque en ocasiones eso significa renunciar a lo mejor
de nosotros mismos como personas.
Curiosamente
ese “camino fácil” también es el camino más corto, no solo hacia la meta sino
también de nuestro desarrollo persona. Lograr algo de una manera fácil (con
todas las acepciones que ese término implica) no nos permite recorrer la vida a
través del esfuerzo y la dedicación y por lo tanto no crecer en carácter como personas.
Es como la historia del que de repente se saca la
lotería y termina despilfarrando la fortuna pues ésta no fue fruto del esfuerzo
y la dedicación. En el caso del “camino fácil” lo que se despilfarra no es otra
cosa que nuestra propia vida, finita y limitada en la cual estamos llamados a
dar frutos y frutos en abundancia.
Hay un breve relato de una pareja de esposos que
están juntos viendo el atardecer y el esposo le comenta a la esposa que algún
día serán ricos, entonces la esposa le responde que ya son ricos, inmensamente
ricos, pues se tienen el uno al otro, que en todo caso tal vez algún día tengan
dinero.
El mundo actual vaciado hacia el logro personal y la
conquista a través del esfuerzo puede llevarnos a descuidar eso que nos hace
verdaderamente ricos y que, curiosamente es invaluable, y que es nuestra propia
persona. Nuestros valores, nuestros ideales, nuestro carácter; todo eso son
cuestiones que la vida pondrá a prueba, como el fuego al acero, para
templarnos, para hacernos más fuertes y, sobre todo, para hacernos mejores.
Es bueno el tener, es bueno el lograr, es bueno el
ganar, pero todo ello debe ser el reflejo de nuestro crecimiento como personas
por lo que debe ir de la mano con la mejora interna de nuestro propio ser y
mostrarnos y hablarnos de aquello que no podemos ver ni escuchar de otra forma.
Así como el fuego libera de las impurezas al oro,
así las pruebas de la vida nos liberan del oro que hemos acumulado y que brilla
bastante, pero que no somos nosotros pues nuestra esencia no es lo que llegamos
a tener sino lo que llegamos a ser, así que recuerda que cuando el oro se
acaba, el único resplandor que queda es el del brillo que hayas logrado sacarle
a tu alma.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/AVj6F6-kzGo
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