Si
en la vida no hubieran caídas ni traspiés, no habría manera de irnos fortaleciendo
en nuestro carácter y en nuestra voluntad, las pruebas de la vida, incluso
cuando se pierden, se vuelven tiempo después en ganancias en nuestra formación
persona, pero para eso se requiere, a pesar de las adversidades, seguir
avanzando.
Vamos
viendo la siguiente trayectoria de un político: fracasado en negocios (1831),
derrotado en elecciones para legislador (1832), otra vez fracasado en negocios
(1833), derrotado en elecciones para orador (1838), derrotado para elector
(1840), derrotado en elecciones para el Congreso (1843), derrotado para el Congreso
(1848), derrotado para el Senado (1855), derrotado para vicepresidente (1856),
y derrotado para el Senado (1858). Independientemente de quien sea esta persona,
¿qué opinas de su trayectoria? Y ahora, ¿qué dices si te comento que estamos
hablando de Abraham Lincoln quien finalmente fue electo Presidente de los
Estados Unidos en 1860, ¿una vida de fracasos o un entrenamiento para el éxito?
Todo es cuestión de cómo lo veas.
Los
fracasos nos prueban a todos nosotros, pero no nos prueban en el sentido de ver
si estamos listos para algo o no, sino nos prueban para ir templando nuestro carácter
y nuestra voluntad. Esa prueba, aunque en un momento dado lleguemos a reprobarla,
nos da luz y discernimiento y si sabemos capitalizar nuestras caídas fortaleza
y humildad.
Esta
idea ya la hemos tocado anteriormente en algunas otras reflexiones, lo que quisiera
en este momento compartir es la cuestión de continuar adelante, eso independientemente
de lo relacionado con la voluntad y el carácter que implica sobreponerse a las
pruebas de la vida. Y esta idea de seguir avanzando parte de un solo hecho
mucho muy importante: no sabemos lo que nos depara el futuro.
Hay
quienes caen y creen ya nunca podrán conseguir lo que se han planteado estableciendo
así una profecía auto-cumplida: como creo no lo lograré dejo de intentarlo con
lo que se hace real lo que creía de no poder lograrlo. El seguir avanzando nos
forja el carácter y nos permite movernos de la situación existente hacia otra
aún no existente pero que potenciamos con el solo hecho de desplazarnos física,
emocional, intelectual e incluso espiritualmente de un estado del ser a otro.
Al
movernos “a pesar de” se ponen en acción dos fuerzas dinámicas: una interna que
nos fortalece al no condicionar nuestra motivación y esperanza en algo externo
a nosotros sino a sustentarlas en nuestra esencia que como personas tenemos; la
otra externa que nos potencializa de manera positiva hacia el logro de nuestros
objetivos y metas.
En
este orden de ideas, y como no sabemos qué es lo que el futuro nos traerá, el resultado
de nuestra acción volitiva es de igual forma incierto, pero incluso en el peor
escenario, es decir, en aquel donde no podamos lograr los objetivos y metas planteados,
aún incluso en ese escenario hay ganancia pues la dinámica interna que se dio,
y de la cual ya hablamos, queda en nosotros.
El
caminar por la vida tiene su referente en el caminar por el mundo, a veces hay montes
y a veces valles, a veces días despejados y a veces días lluviosos y a veces
hay días con mucha luz y días con mucha oscuridad, lo importante es no detenerse,
después de todo a veces hay que seguir caminando, incluso aunque se haya hecho
de noche.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/CKnI--243Pg
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