Como
individuos que vivimos en sociedad, constantemente tenemos ante nosotros
referentes
de lo que consideramos comportamientos sociales y personales aceptables, estos
ejemplos nos ayudan, nos inspiran, nos motivan, y en ese sentido, de alguna
forma, en determinado momento, para alguien uno también puede volverse un ejemplo.
Cuando
uno piensa en vidas ejemplares le viene a la mente personajes como Leonardo da
Vinci, Thomas Alva Edison, Nelson Mandela, el Dalai Lama o la Madre Teresa de
Calcuta. Todos ellos reflejan lo mejor del ser humano y son un motivo y una
motivación viviente para todo deseo de logro y superación.
Más
cerca en lo que se refiere a nuestro entorno creo que todos podemos señalar algún
amigo, conocido o familiar al cual consideremos exitoso o triunfador y cuyas características
nos sirvan en determinado momento para sobrellevar pruebas o retos.
Este
ejercicio es como una visión de 360º donde volteamos a nuestro alrededor, cercano
o distante, pudiendo distinguir en él a esas personas cuya entereza, valor o
ideales nos sirven de referente de comportamiento y de excelencia al vivir.
De
la misma forma, como todo ejercicio de 360º excluye a quien lo realiza, por lo que
en determinado momento debemos voltear hacia nosotros mismos y pensar que de la
misma forma podemos en un momento dado llegar a ser un ejemplo para la vida de
alguien.
Este razonamiento no es algo descabellado, creo que
en mayor o menor medida lo hemos experimentado quienes tenemos sobrinos y de
alguna forma podemos servirles de ejemplo de vida y superación en la medida,
obvio, que tengamos algo que mostrar al respecto. De la misma forma, el
ejercicio anterior no es de ninguna forma para vanagloriarnos o alimentar
nuestro ego sino al contrario para ver la enorme responsabilidad que en
nuestros actos tenemos ya que mientras nosotros miramos a los demás los demás
nos miran a nosotros.
En una ocasión en un ejercicio para líderes les pedí
levantaran la mano a todos los que se consideraran un ejemplo. Nadie levanto la
mano. Generalmente tendemos a no vanagloriarnos así que les pedí agacharan la
cabeza y cerraran sus ojos y levantaran la mano quien se considerara un
ejemplo, al cabo nadie se daría cuenta. Uno o dos levantaron la mano pero la
mayoría no.
Comentando que uno o dos habían levantado la mano
(sin señalar quienes fueron) les pedí abrieran los ojos y levantaran la mano
quien hubiese recibido en alguna ocasión alguna tarjeta de sus hijos en el día
de la madre o del padre. Todos levantaron la mano. A lo que le pedí a uno de
ellos que dijera más o menos la idea que contenía la tarjeta y les pedí al
resto que no bajaran la mano a menos que las ideas expresadas no coincidieran
con lo que a cada quien le escribió su hijo o hija.
Palabras como “ejemplo”, “gratitud”, “valor”,
“fuerza”, “amor”, “cariño”, etc., comenzaron a fluir y las manos a quedar en el
aire. Al final, cuando los adjetivos habían cesado y las manos continuaban en
el aire les pregunté “¿ven como es que para alguien siempre seremos un
ejemplo?”
En ocasiones podemos creer que las vidas ejemplares
son las de otros, pero si lo pensamos bien esos otros fueron tan personas como
un mismo, con sus errores y sus aciertos, con sus debilidades y sus fortalezas,
con sus alegrías y sus tristezas, de
la misma forma, uno con todos los errores que pueda tener, forzosamente tendrá
algo que mostrar a los demás como inspiración en el caminar por la vida.
Cuando camines por la vida de vez en cuando
detente, primero para ver y evaluar tus dichos y tus hechos y segundo para ver
el ejemplo que estás legando a los demás, después de todo, lo creas o no,
siempre habrá alguien para quien tus acciones sean un ejemplo a seguir.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/4u-ysIhSAPA
También del mismo autor: Curso internacional para
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