En la vida el pensamiento y la acción son las dos fuerzas que mueven el universo, en medio de estas dos fuerzas esta la palabra pues concretiza lo que pensamos y le cauce a lo que haceos, en la medida que exista no solo congruencia sino incluso lealtad en nuestros dichos y nuestros hechos nos haremos dignos de confianza.
Es
curioso cómo es que hasta antes de la llegada de los anglosajones a tierras americanas,
los nativos americanos (como los Sioux, los Comanche o los Apaches) no conocían
la escritura y comento que es curioso porque más delante en la historia
americana viene el recuento de los múltiples tratados que estas tribus firmaron
con el gobierno americano. Los acuerdos por escrito y la firma de ellos fue
algo que trajeron los anglosajones. Para los nativos americanos bastaba la
palabra empeñada.
Cuando
uno piensa, el pensamiento queda dentro del ámbito privado de nuestro interior,
cuando uno actúa las acciones son visibles para los demás, pero cuando uno
habla queda en ese limbo entre el pensar y el hacer pues la voz que adquiere el
pensamiento lo sociabiliza pero aún no lo concretiza.
En
muchas culturas, incluso con una escritura existente, los contratos no existían
pues la palabra empeñada le daba el valor a los acuerdos. Actualmente tenemos escritura,
leyes y contratos y aun así hay ocasiones en que los acuerdos no se cumplen.
Luego entonces el problema es la seriedad y carácter de quien contrae una
obligación.
Es interesante como es que aún pervive la costumbre
de que cuando se firma un acuerdo viene posteriormente un estrechón de mano, es
un remanente de aquellas épocas donde la palabra obligaba pues el mismo valor
de uno como persona estaba de por medio.
Si bien la formalización actual de los acuerdos
obliga de manera legal, hay muchas cuestiones que no se protocolizan pero en la
cual se empeña la palabra, desde la cita de una reunión, el acuerdo de una
acción, el compromiso de ciertas condiciones, etc., todas nuestras relaciones con
los demás parten del supuesto de que somos gente en la cual se puede confiar y
la cual cumple lo que dice.
Sarcástica e irónicamente se dice que desde que se
inventaron los pretextos se acabaron los acuerdos, y es verdad, una triste
verdad ya que lógicamente siempre habrá una razón por más nimia que sea para
que de un momento dado no podamos cumplir algo que dijimos, pero es
precisamente en esa circunstancia adversa donde nuestra palabra y por ende
nuestra persona adquiere el valor como tal al cumplirse a pesar de.
Si constantemente estas justificando el no por
cumplir esto o lo otro, date cuenta que estas construyendo tu imagen como
persona ante los demás. Llegará el momento en que tus dichos se tomen sin la
seriedad debida, y si tus dichos se toman sin la seriedad debida es reflejo que
a tu persona no se le toma en serio.
Pensar, decir, hacer. Estos tres pasos son los que
diseñan y dan forma a nuestra vida, y en la congruencia entre lo que nos
comprometemos con nuestros dichos y el cumplimiento que le demos está el nombre
que nos forjemos, por eso cuida la palabra que empeñes, es tu mejor tarjeta de
presentación.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/Ip-8dbMnNYU
También del mismo autor: Curso internacional para
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