La
vida como tal es un regalo maravilloso lleno de retos, enseñanzas y sorpresas;
retos para crecer, enseñanzas para aprender y sorpresas para gozar, siendo la
conjunción de estas tres aristas las que la hacen realmente maravillosa.
Al
igual que una carrera, donde el destino final es la conquista de una meta, la vida
presenta caminos con retos cuyos fines por tramos conducen a metas planteadas,
de la misma forma, estos retos en ocasiones pueden ser tan abrumadores que
requerirán no de una, ni dos, ni tres, sino más intentos para ser superados. En
este escenario es factible en ocasiones sentir el cansancio fatigoso del andar
e incluso la frustración del no avanzar, siendo que en ocasiones puede pasar
por la mente la idea de desistir de la búsqueda de la meta.
A
veces este desistir es momentáneo, esto sucede cuando se requiere de tiempo para
recuperarse física, anímica o mentalmente, y decir momentáneo significa que una
vez recuperada la totalidad de la energía, uno se lanza de nuevo a la conquista
de la meta; pero en otras ocasiones la intención es desistir completamente de
cualquier intento subsecuente por alcanzar el objetivo. En ambos casos sucede
un fenómeno curioso: a diferencia del símil de la carrera donde uno puede
descansar y la meta permanece fija en el horizonte, en el caso de las metas de
la vida la meta no solo no permanece fija sino que se aleja.
El
estar en lucha constante por alcanzar algo va generando en nosotros mismos una
condición que nos va capacitando para superar los retos planteados, pero una vez
que uno cesa en esa lucha inmediatamente comienza a avanzar el deterioro del
desarrollo logrado haciendo que lo avanzado se pierda.
Es
como cuando uno comienza a dominar un idioma, constantemente se tiene que estar
avanzando hacia el dominio del idioma mismo, pero ¿qué pasa si se deja de practicar
uno, dos o tres años? pues que el pleno dominio se vuelve más complicado pues
incluso lo que ya se dominaba comienza a ser olvidado. De la misma forma, un
atleta, como parte de su acondicionamiento físico constantemente se somete a
esfuerzos físicos que le van dando mayor capacidad, pero al dejar de
ejercitarse al cabo de unos meses todo lo logrado se pierde y debe comenzar de
nuevo si es que quiere conseguir lo deseado.
De
la misma forma en la vida, cuando nos planteamos metas que valen la pena, el reto
de las mismas nos va imprimiendo un carácter de conducta que nos va habilitando
no solo para conseguir la meta planteada sino -ojo- incluso para vivir la vida
a plenitud.
Y
es en este no desistir donde los retos nos hacen crecer, las enseñanzas nos hacen
aprender y las sorpresas nos permiten gozar. Crecer en sentido de horizontes,
de visión, de carácter, de logros y alcances; enseñanzas en sentido de lecciones,
de conocimientos, de sabiduría; y sorpresas en sentido de alegrías, tristezas y
trascendencia.
Cuando
sientas que la vida pesa y te pase por la mente la intención de desistir, recuerda
que la meta no te esperará, sino que al contrario se alejará haciendo más difícil
su consecución después de todo el quedarte sentado solo hará que más pasos te
separen de tu meta.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
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