Cuando
hablamos de las metas que nos ponemos en la vida, generalmente las que más
valen la pena conllevan mucho esfuerzo, dedicación y tiempo, y en ese
escenario
es muy tentador el darse por vencido, pero ¿por qué pretender de golpe llegar a
la meta cuando cada paso nos acerca más a ella?
Ahorita
tú lees este artículo sin esfuerzo alguno, pero pensemos en todo lo que tuvo
que transcurrir para ello. Cuando naciste no sabías una sola palabra, que increíble
suena, ¿verdad?, ni una sola palabra, pero ¿qué fue lo que pasó después? A los
dos años comprendías unas 1000 palabras y usabas unas 200 o 300, para los cinco
años comprendías unas 3000 palabras y usabas de 500 a 1000, ¿y ahora?, algunos
calculan que un adulto puede comprender unas 10000 palabras y usar unas 3000,
increíble, ¿verdad? Ahora imagínate que al nacer tuviéramos conciencia y de
golpe se nos dijera que tenemos que llegar a comprender ese cumulo de palabras,
sería algo abrumador.
Algo
similar pasa con nuestras metas, desde aprender un nuevo idioma hasta bajar de
peso, desde cursar una carrera hasta formar una familia, desde dominar un
deporte hasta tocar un instrumento, la meta final es tan completa y tan compleja
que vista a lo lejos se vuelve abrumadora, pero, ¿por qué no en vez de ver la
meta vemos cada paso como un pequeño logro para llegar a ella?
En las técnicas de adiestramiento de especies los
humanos usamos reglas funcionales que olvidamos para nosotros, una de ellas el
premiar cada pequeño logro, es así como se logra que un león salte por un aro,
que un elefante se pare en una pata, o que un caballo pose gallardamente. Pues
bien, no debemos ser más duros con nosotros mismos, de igual forma necesitamos
pequeños reconocimientos por nuestros logros, pequeñas palmadas, pequeños
gestos de aliento, pero ¿qué pasa muchas veces? que ante lo difícil del camino
hacia la maestría de la vida nos autoflagelamos con reclamaciones por nuestros
fallos o pequeños avances en vez de comprender la fragilidad por un lado que
como personas todos tenemos pero el enorme potencial que como humanos presentamos.
Ahora bien, comprensión no es condescendencia,
simplemente significa eso: entender que cada paso nos acerca más a la meta y
que al igual que en la vida habrá tropiezos, cansancio e incluso frustración.
Es más, a veces hay tanta frustración que uno quisiera gritar, patalear y
aventar todo por la borda, y está bien salvo esto último, grita y patalea todo
lo que quieras y luego levanta de nuevo la mirada, ¿sabes que es lo que verás?,
pues lo que veras es la meta que no se ha movido y que te sigue esperando, así
es: la meta te seguirá esperando porque ella, la meta, está hecha para ti, para
que un triunfador como tú la conquiste, de otra forma nunca la hubieras visto,
y para eso se requiere ese gritar y ese patalear pues es la única forma de
dejar en el camino la persona débil y crear una nueva vigorosa y con carácter
para cruzar con ella la meta.
Así que cuando creas que una meta está mucho muy
lejos recuerda que tus metas son alcanzables; veras: extiende tu mano a ellas,
¿ves cómo es que ya están más cerca?
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/-d32JH8Zq0c
También puede descargarse gratis el libro “Primero
lo natural, luego lo espiritual -Leyes mosaicas: Sombras de lo venidero –
Volumen 4”, desde www.rocefi.com.mx (Menú
“Libros” Sección “e-book gratis”)
No hay comentarios:
Publicar un comentario