No hay mejor recompensa que la satisfacción por un trabajo bien hecho
El
ser humano como entidad dual recibe constantemente dos tipos de satisfactores,
aquellos externos que provienen del entorno donde nos desenvolvemos y aquellos
internos que provienen del espacio infinito de
nuestra
propia persona, un equilibrio entre ambos es la garantía no solo de
satisfacción
sino de prosperidad.
Cuando
hablamos de un trabajo bien hecho nos referimos a los dos mundos en que como
humanos nos desenvolvemos: nuestro mundo externo y nuestro mundo interno. En el
mundo externo tenemos el reconocimiento social, la retribución al esfuerzo, la
obtención de satisfactores, es decir, aquello que obtenemos cuando los demás,
no uno mismo, reconocen que lo que se ha hecho cumple con las expectativas de
calidad. En nuestro mundo interno tenemos la satisfacción intrínseca, la
alegría por el resultado obtenido, el placer de la meta conseguida, es decir,
todo aquello que obtenemos de nosotros mismos y que los demás no pueden darnos.
De
la misma forma se requiere la existencia de un equilibrio entre ambos mundos para
que nuestra vida sea plena ya que llenar solo uno de ellos nos traerá una vida
incompleta.
Por
ejemplo, hay personas (y de hecho esto es causa de problemas mentales, emocionales
e incluso físicos), a las cuales su trabajo no les trae mayor satisfacción y
que solo están en él por la paga, por las cosas de fuera que reciben.
Todos
conocemos a alguien así, alguien que llegado el momento vivirá etapas de depresión,
falta de productividad o simplemente una insatisfacción que no solo se acotará
a su vida laboral, sino que terminará permeando toda su existencia. De la misma
forma existen personas tan satisfechas de lo que hacen que no les preocupan los
demás, eso es bueno, el único problema es que ciertos satisfactores que
requerimos como personas no podrán ser conseguidos pues los demás no reconocen
el trabajo hecho y por lo tanto no lo retribuyen.
El
punto medio donde ambos mundos se llenan es aquel donde uno disfruta con creces
lo que hace y al mismo tiempo los demás lo reconocen, esa es la clave del éxito.
Cuando se disfruta lo que se hace no podemos decir que se trata de un trabajo
ya que la actividad no implica precisamente un trabajo, de la misma forma el
disfrute incrementa la creatividad, la innovación y la productividad trayendo como
consecuencia un círculo virtuoso tanto de alegría como de prosperidad.
Te
sugiero un ejercicio, en una hoja escribe el trabajo que haces o que deseas hacer
y debajo de él dos columnas: en una deberás poner todo lo que ese trabajo te da
como satisfacción y que no te lo puede dar nadie ajeno a ti, en la otra columna
deberás poner todo lo que recibes de los demás y que no puede provenir de ti.
Si ves un equilibrio entre lo que escribas en las columnas tendrás un parámetro
de referencia sobre el equilibrio de lo que haces en tu vida, de lo contrario
tal vez debas hacer algunos ajustes para disfrutar lo que haces o hacer lo que
disfrutas.
En
la vida necesitamos ser felices, pero también comer y vestirnos, así que construye
el liderazgo de la existencia de tu vida desde la premisa de hacer aquello que
te apasiona y que a la vez puede darte para vivir, después de todo no hay mejor
recompensa que la satisfacción por un trabajo bien hecho.
Roberto Celaya
Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/ltpQUF23tnk
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