jueves, 28 de septiembre de 2023

Mientras más factores externos sean los que inciden en tus decisiones, menos dueño de las mismas eres


 Cuando hablamos de vivir nuestras vidas todos quisiéramos tener el referente de una libertad casi total para ello, pero al ser parte de un sistema social son muchos los factores que inciden en nuestras decisiones, en la medida que la última decisión sea de nosotros más dueños de nuestra vida seremos.

 

En todas las épocas han existido aquellos que se autocatalogan como "rebeldes", gente que no está de acuerdo con el estatus quo de la sociedad y quiere vivir, según ellos, sin ataduras, libres, pero si uno analiza esos grupos lo único que hacen es salir de un sistema social para entrar en otros, en otros que también tiene sus reglas, sus normas, acciones que reconoce y acciones que sanciona.

 

De lo anterior lo rescatable es esa sensación que el ser humano trae como parte de su propia naturaleza de querer ser dueño de su propio destino, es así como muchos buscan romper tantos lazos como le sean posibles con el mundo para lograr eso, lo cual es prácticamente es imposible. Vivimos en un sistema social, nos relacionamos con personas, y es en esa relación que existe por decirlo así un intercambio entre lo que damos y lo que recibimos.

 

Este dar y recibir no se circunscribe a las relaciones sociales sino también a las laborales y a las personales, y no hay nada de malo en ello, así es como funciona la sociedad y las personas, el problema radica cuando los factores externos tienen tal peso en nuestras decisiones que prácticamente son ellos los que comandan nuestra vida.

 

En cuestión laboral, apagar nuestros deseos de realización personal en tal o cual actividad por otra que nos dé más dinero solo implica que hacemos dueño de nuestra vida a aquel que pueda pagarnos por ella; de la misma forma en la cuestión social, el acallar nuestra forma de ser para agradar y ser aceptado implica una traición a nuestro ser interno a cambio de una aceptación comunitaria; por último, en la cuestión personal, ceder a las exigencias de la relación entre amigos, pareja, etc. solo implica que es otro quien decide por nosotros.

 

Ahora bien, lo anterior no quiere decir que no deban de considerarse todos esos factores externos, entendamos algo: vivimos en una sociedad, necesitamos de los demás tanto como ellos necesitan de nosotros, el problema es ceder cómoda y convenencieramente las decisiones de nuestra vida a los factores externos que inciden en ella.

 

Siempre existirán esos factores externos, hay que valorarlos y analizarlos, para finalmente ser uno quien tome la decisión final sobre las acciones que hagamos. Que quede claro que todos los factores externos, absolutamente todos, van de paso por nuestra vida, ninguno se quedará toda nuestra existencia, al final nuestra vida es nuestra, es por ello que las decisiones finales deben también serlo.

 

Pon atención en lo siguiente: Generalmente cuando no hay conflicto entre la influencia que ejercen los factores externos y nuestros propios deseos, sueños e intereses, no hay problema alguno; el problema radica cuando se da un conflicto entre los factores externos y nuestros deseos, sueños e intereses, y eso es muy fácil de detectar pues nos hace dudar de las decisiones e incluso aunque sean tomadas nos hace sentir mal, como si algo no estuviera bien.

 

¿Qué hacer? Muy sencillo. La siguiente vez que te sientas así de incómodo ante una decisión que debas tomar, para clarificar tus ideas pon la decisión como una pregunta (por ejemplo, "¿debería estudiar X, o salir con X, o comprar X?"), después pon "Por qué no:" y escribe todo lo que se te venga a la mente para no

tomar esa decisión; después escribe "Por qué si:" y escribe todo lo que se te venga a la mente para sí tomar esa decisión. Al final toma nota de en qué momento te sentiste más cómodo, si cuando estabas escribiendo las razones de los "no" o cuando estabas escribiendo las razones de los "si". La conclusión es obvia y evidente y dependerá de ti tomar la decisión correcta.

 

La madurez de carácter implica que, al igual en un barco de velas con el viento que encuentra, uno es capaz de utilizar lo que la vida le pone para llegar a donde uno desea, después de todo mientras más factores externos sean los que inciden en tus decisiones, menos dueño de las mismas eres.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx

 

 

Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/e1gmwNl9DuY

 

 

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jueves, 21 de septiembre de 2023

No hay mejor recompensa que la satisfacción por un trabajo bien hecho


 No hay mejor recompensa que la satisfacción por un trabajo bien hecho

 

El ser humano como entidad dual recibe constantemente dos tipos de satisfactores, aquellos externos que provienen del entorno donde nos desenvolvemos y aquellos internos que provienen del espacio infinito de

nuestra propia persona, un equilibrio entre ambos es la garantía no solo de

satisfacción sino de prosperidad.

 

Cuando hablamos de un trabajo bien hecho nos referimos a los dos mundos en que como humanos nos desenvolvemos: nuestro mundo externo y nuestro mundo interno. En el mundo externo tenemos el reconocimiento social, la retribución al esfuerzo, la obtención de satisfactores, es decir, aquello que obtenemos cuando los demás, no uno mismo, reconocen que lo que se ha hecho cumple con las expectativas de calidad. En nuestro mundo interno tenemos la satisfacción intrínseca, la alegría por el resultado obtenido, el placer de la meta conseguida, es decir, todo aquello que obtenemos de nosotros mismos y que los demás no pueden darnos.

 

De la misma forma se requiere la existencia de un equilibrio entre ambos mundos para que nuestra vida sea plena ya que llenar solo uno de ellos nos traerá una vida incompleta.

 

Por ejemplo, hay personas (y de hecho esto es causa de problemas mentales, emocionales e incluso físicos), a las cuales su trabajo no les trae mayor satisfacción y que solo están en él por la paga, por las cosas de fuera que reciben.

Todos conocemos a alguien así, alguien que llegado el momento vivirá etapas de depresión, falta de productividad o simplemente una insatisfacción que no solo se acotará a su vida laboral, sino que terminará permeando toda su existencia. De la misma forma existen personas tan satisfechas de lo que hacen que no les preocupan los demás, eso es bueno, el único problema es que ciertos satisfactores que requerimos como personas no podrán ser conseguidos pues los demás no reconocen el trabajo hecho y por lo tanto no lo retribuyen.

 

El punto medio donde ambos mundos se llenan es aquel donde uno disfruta con creces lo que hace y al mismo tiempo los demás lo reconocen, esa es la clave del éxito. Cuando se disfruta lo que se hace no podemos decir que se trata de un trabajo ya que la actividad no implica precisamente un trabajo, de la misma forma el disfrute incrementa la creatividad, la innovación y la productividad trayendo como consecuencia un círculo virtuoso tanto de alegría como de prosperidad.

 

Te sugiero un ejercicio, en una hoja escribe el trabajo que haces o que deseas hacer y debajo de él dos columnas: en una deberás poner todo lo que ese trabajo te da como satisfacción y que no te lo puede dar nadie ajeno a ti, en la otra columna deberás poner todo lo que recibes de los demás y que no puede provenir de ti. Si ves un equilibrio entre lo que escribas en las columnas tendrás un parámetro de referencia sobre el equilibrio de lo que haces en tu vida, de lo contrario tal vez debas hacer algunos ajustes para disfrutar lo que haces o hacer lo que disfrutas.

 

En la vida necesitamos ser felices, pero también comer y vestirnos, así que construye el liderazgo de la existencia de tu vida desde la premisa de hacer aquello que te apasiona y que a la vez puede darte para vivir, después de todo no hay mejor recompensa que la satisfacción por un trabajo bien hecho.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx

 

 

Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/ltpQUF23tnk  

 

 

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jueves, 14 de septiembre de 2023

Tus metas son alcanzables; veras: extiende tu mano a ellas, ¿ves como es que ya están más cerca?

 


Cuando hablamos de las metas que nos ponemos en la vida, generalmente las que más valen la pena conllevan mucho esfuerzo, dedicación y tiempo, y en ese

escenario es muy tentador el darse por vencido, pero ¿por qué pretender de golpe llegar a la meta cuando cada paso nos acerca más a ella?

 

Ahorita tú lees este artículo sin esfuerzo alguno, pero pensemos en todo lo que tuvo que transcurrir para ello. Cuando naciste no sabías una sola palabra, que increíble suena, ¿verdad?, ni una sola palabra, pero ¿qué fue lo que pasó después? A los dos años comprendías unas 1000 palabras y usabas unas 200 o 300, para los cinco años comprendías unas 3000 palabras y usabas de 500 a 1000, ¿y ahora?, algunos calculan que un adulto puede comprender unas 10000 palabras y usar unas 3000, increíble, ¿verdad? Ahora imagínate que al nacer tuviéramos conciencia y de golpe se nos dijera que tenemos que llegar a comprender ese cumulo de palabras, sería algo abrumador.

 

Algo similar pasa con nuestras metas, desde aprender un nuevo idioma hasta bajar de peso, desde cursar una carrera hasta formar una familia, desde dominar un deporte hasta tocar un instrumento, la meta final es tan completa y tan compleja que vista a lo lejos se vuelve abrumadora, pero, ¿por qué no en vez de ver la meta vemos cada paso como un pequeño logro para llegar a ella?

 

En las técnicas de adiestramiento de especies los humanos usamos reglas funcionales que olvidamos para nosotros, una de ellas el premiar cada pequeño logro, es así como se logra que un león salte por un aro, que un elefante se pare en una pata, o que un caballo pose gallardamente. Pues bien, no debemos ser más duros con nosotros mismos, de igual forma necesitamos pequeños reconocimientos por nuestros logros, pequeñas palmadas, pequeños gestos de aliento, pero ¿qué pasa muchas veces? que ante lo difícil del camino hacia la maestría de la vida nos autoflagelamos con reclamaciones por nuestros fallos o pequeños avances en vez de comprender la fragilidad por un lado que como personas todos tenemos pero el enorme potencial que como humanos presentamos.

 

Ahora bien, comprensión no es condescendencia, simplemente significa eso: entender que cada paso nos acerca más a la meta y que al igual que en la vida habrá tropiezos, cansancio e incluso frustración. Es más, a veces hay tanta frustración que uno quisiera gritar, patalear y aventar todo por la borda, y está bien salvo esto último, grita y patalea todo lo que quieras y luego levanta de nuevo la mirada, ¿sabes que es lo que verás?, pues lo que veras es la meta que no se ha movido y que te sigue esperando, así es: la meta te seguirá esperando porque ella, la meta, está hecha para ti, para que un triunfador como tú la conquiste, de otra forma nunca la hubieras visto, y para eso se requiere ese gritar y ese patalear pues es la única forma de dejar en el camino la persona débil y crear una nueva vigorosa y con carácter para cruzar con ella la meta.

 

Así que cuando creas que una meta está mucho muy lejos recuerda que tus metas son alcanzables; veras: extiende tu mano a ellas, ¿ves cómo es que ya están más cerca?

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

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Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/-d32JH8Zq0c

 

 

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jueves, 7 de septiembre de 2023

Así como el auto necesita gasolina para avanzar, así tus metas necesitan de tus acciones cotidianas para ser alcanzadas


 Cuando hablamos de las cosas que quisiéramos alcanzar, generalmente tenemos una idea más o menos clara de lo que deseamos, no sucede siempre así con las acciones que necesitamos realizar para alcanzar esas metas, es así como la claridad tanto en las metas como en los pasos hacia ellas es lo que nos conducirá al éxito.

 

El 14 de diciembre de 1911, Roal Admunsen conquistó el Polo Sur después de una travesía de casi tres meses desde la Bahía de Ballenas; el 29 de mayo de 1953, Edmund Hillary conquista la cima del Monte Everest, casi cuatro semanas desde que se inicia la escalada; el 20 de julio de 1969, Neil Armstrong se convierte en el primer hombre en llegar a la Luna después de una travesía de cuatro días en el espacio.

 

Si bien estos logros parecen ser sorprendentes (y de hecho lo son), más sorprendente es que las personas mediante acciones que van sumando pequeños avances los hagan posibles y realizables. Ejemplos como los anteriores hay de sobra en la historia humana: grandes empresas que empiezan como un sueño, como una idea, idea a la que posteriormente se le van adicionando acciones concretas para hacerla realidad hasta que se convierte en una meta alcanzada.

 

Nuestra vida es un espejo de la historia humana, incluso en estas grandes hazañas. Constantemente nos trazamos metas, sueños, deseos, pero si esto no es acompañado de acciones concretas la realización de los mismos queda no solo a la deriva sino completamente a la suerte de uno.

 

Cuenta una broma anecdótica que se encontraban dos amigos recostados bajo un árbol cuando ven cerca de ellos un billete tirado, como hacia un poco de viento uno de los amigos comienza a rezar en silencio, entonces el otro le pregunta que si qué hace, a lo que el amigo le responde que reza por que el viento les traiga el billete, y que si eso resulta, ya estuvo que ese día comerán bien sabroso.

 

En ocasiones hay quienes se comportan como los personajes imaginarios de este cuento, es decir, desean algo pero no están con la intención de hacer lo necesario para conseguirlo.

 

Entendamos algo, la vida es como un supermercado: uno va y ve cosas que le gustan, pero (el gran pero), uno debe estar dispuesto a pagar el precio de las cosas que ve en el supermercado para conseguirlas, igual en la vida, todo tiene un precio llámese trabajo, estudio, esfuerzo, dedicación, si uno está dispuesto a pagar el precio que se nos pide lo que queramos pasará a ser nuestro, de otra forma solo miraremos en el escaparate de la vida lo que hubiéramos deseado sin que nunca lo hayamos tenido.

 

Un ejercicio simple: piensa en una meta que desees lograr, una que aún no hayas conseguido; si no eres capaz de pensar en cinco acciones concretas que te permitirán alcanzar esa meta, créeme que estás todavía muy lejos siquiera de comenzar el camino hacia ella.

 

¿Por qué cinco? Por que las metas llevan acciones concretas directas e indirectas y generalmente son dos o tres acciones las requeridas para alcanzar la meta en sí, pero otras cuatro o seis que se requieren para hacer las primeras. Por ejemplo, el dominar un deporte requerirá tiempo de práctica, pero al mismo tiempo un cambio en los horarios para cumplir con el tiempo requerido de práctica. Es así que si no puedes determinar al menos cinco acciones en la meta que te propongas, mejor siéntate y piensa bien lo que deseas y el cómo alcanzarlo.

 

La vida tiene retos, tiene metas, tiene sueños, de la misma forma tú tienes todo lo necesario para conquistar ese reto, lograr esa meta o alcanzar ese sueño, solo que se requiere que cada día des un paso hacia ello, después de todo así como el auto necesita gasolina para avanzar, así tus metas necesitan de tus acciones cotidianas para ser alcanzadas.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

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Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/JTdht8PmB0w

 

 

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