jueves, 31 de agosto de 2023

Nadie ha cruzado la meta sin haber tenido que dar el último paso


 La mayoría de nosotros hemos tenido en su momento sueños o metas que deseábamos alcanzar y para las cuales pusimos todo nuestro empeño, bueno, casi todo, ya que el sueño no pudo cristalizarse o la meta conseguirse, lo más

curioso de todo es que tal vez haya sido solo un paso el que pudo haber cambiado

en su momento ese fracaso en éxito.

 

Tal vez el nombre de Jim Redmond no te diga mucho, pero tal vez sí te enseñe bastante. Jim Redmond era un inglés que en 1992 participó en los Juegos Olímpicos que se llevaron a cabo en Barcelona, España. Estando en la justa olímpica, en plena competencia, Jim Redmond se lesionó gravemente el tendón. Jim Redmond, aunque ya había perdido la competencia, se puso de pie decidido a terminar la carrera. Su padre se le unió sirviendo de apoyo para ello. Los dos cruzaron la meta recibiendo de la multitud una ovación ensordecedora. Jim Redmond perdió la carrera, pero conquistó su meta.

 

¿Cuántas veces no ha pasado que nuestro éxito lo medimos en función de los demás y al no obtener lo que deseamos optamos por desistir? El caso de Jim Redmond nos hace ver que hay dos conquistas en la vida, las cuales a veces van juntas, pero en otras no: lo que uno consigue al conquistar una meta y en lo que uno se transforma al conquistar una meta.

 

Muchas de lo que podamos motivarnos en su mayoría irá a lo primero, a lo que se conseguirá cuando se logre la meta propuesta, y eso es bueno, es loable, es correcto: las metas son para darnos algo que será muy nuestro por habérnoslo ganado. Pero de la misma manera está la parte de uno que forja un carácter de ganador, aunque la meta inicial no se consiga. Ese carácter de ganador implica firmeza, entereza, voluntad, ánimo y fortaleza, curiosamente todas estas características se forjan no tanto con los éxitos, sino con los fracasos. Así es, los fracasos son la fuerza en contra que todos enfrentamos y que, o desarrollan en nosotros la fortaleza para permanecer de pie en la tormenta, o terminan por tirarnos, solo que esta elección es nuestra, no de los fracasos, no de los vendavales que enfrentemos, no de la tormenta que busque derrotarnos, sino

de nosotros.

 

Hazte esta pregunta ¿qué necesidad tenía Jim Redmond de continuar su camino hacia la meta cuando la carrera ya había sido ganada por otro?, ¿qué quería lograr?, ¿qué quería demostrar?, realmente se requiere de un espíritu superior para continuar la lucha cuando el objeto de conquista inicial ya no está, se requiere un pensamiento que no vea hacia afuera sino hacia adentro, se requiere el carácter de, aunque ya no esté el trofeo que se nos daría por cruzar la meta, no permitir que se nos arrebate la persona en que nos convertiremos al cruzarla aunque ya no haya nada para nosotros.

 

Si uno es capaz de ver eso se dará cuenta de que nuestros actos tienen una trascendencia que roza lo infinito y que cada acción nos lleva a la persona de excelencia que estamos llamados todos a ser, después de todo nadie ha cruzado la meta sin haber tenido que dar el último paso.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx

 

 

Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/L5_xzBIZtMw

 

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jueves, 24 de agosto de 2023

Si ves a un triunfador, verás una persona que se ha levantado tantas veces como se ha caído, y sigue de pie


 

Cuando vemos a alguien que la misma sociedad reconoce como una persona exitosa, por lo general lo único que vemos es precisamente el éxito que ha obtenido como resultado de sus acciones, desafortunadamente lo que desconocemos son todas esas peleas esas luchas, esas batallas, que a veces ganó y otras perdió, pero que en todos los casos lo llevaron a ser la persona triunfadora que todos vemos.

 

Éxito. Thomas Alva Edison (1847- 1931) fue un empresario y un prolífico inventor estadounidense que patentó más de mil inventos (durante su vida adulta un invento cada quince días). Es de todos sabido la historia de sus intentos por crear la bombilla eléctrica. Intento tras intento Alva Edison no lograba crear la bombilla eléctrica de la cual tenía el diseño teórico más no el producto real. Cuentan que ya había realizado 1,000 intentos fallidos, a lo cual uno de sus ayudantes le preguntó que si por qué seguía con la idea de crear la bombilla eléctrica cuando ya había fracasado 1,000 veces, a lo que Edison le contestó que él no los consideraba fracasos, sino que al contrario había descubierto 1,000 formas en las que no se debía hacer una bombilla eléctrica. El resto de la historia es conocida: en 1879 presentó la lámpara incandescente e iluminó con ello el mundo.

 

¿Otra historia de éxito? Cuando el Coronel Sanders empezó su negocio era solo un jubilado con una antigua receta de pollo frito, sin organización, ni recursos para echar andar un negocio, ni gente que lo apoyara. Antes había tenido un restaurante, pero éste había quebrado pues la autopista donde estaba había sido reubicada. Con su primer cheque de jubilado quiso hacer negocio con su receta y la primera idea fue vendérsela a restaurantes a cambio de un porcentaje en las ventas. Él mismo cuenta en su biografía que viajó por todo el país buscando quien financiara su negocio. Comenta que tocó 1,009 puertas y que 1,009 veces lo rechazaron. Hasta que en una les pareció bueno el negocio y, bueno, el resto es historia.

 

¿Más ejemplos? En otras ocasiones hemos comentado el caso de Beethoven cuyo maestro lo declaró en su momento un caso perdido como compositor, o el caso de Enrico Caruso, uno de los más grandes cantantes de ópera, cuyo maestro decía que no tenía voz y que no sabía cantar, o el caso de Walt Disney cuyo editor del periódico donde trabajaba lo despidió cuando apenas empezaba su carrera ¡por falta de ideas!, o el caso de Albert Einstein cuyo maestro lo describió en su momento como mentalmente lento, insociable y con sueños absurdos e incluso la Universidad de Berno le rechazó en 1905 una disertación doctoral por considerarla irrelevante e irreal.

 

Dice una frase que cuando intentas algo o tienes éxito... o aprendes. Generalmente a los triunfadores los conocemos en la cima, pero no conocemos le largo, penoso y accidentado camino que tuvieron que recorrer para llegar ahí. Curiosamente considero que aprendemos más de esto último que de lo primero, porque cuando vemos solo el éxito lo llegamos a considerar lejano e inalcanzable sin considerar que hay un camino para llegar a él, un camino de esfuerzo, disciplina, dedicación, ¡e incluso terquedad! que nos permitirá lograr nuestros sueños.

 

A veces me pregunto que hubiera sido de toda nuestra historia si los relatos de grandes líderes que conocemos no existieran porque ellos mismos se habrían dado por vencidos. Tal vez pienses que una cosa es ser un gran líder mundial y otra un joven con muchos problemas, y tienes razón, pero no por las razones que crees, sino porque tu proyecto es más valioso que lo que muchos líderes hayan hecho en el mundo. Mira esto: los grandes logros vienen y van, incluso aquellos que definieron la historia de la humanidad ya están en el pasado, en algunos casos ya no queda nada de ello, lo único que permanece es la esencia misma de las personas y lo que lograron hacer con su vida. "De que le vale a un hombre ganar el mundo si se pierde a sí mismo". Tu vida es infinitamente más valiosa, y ahí tu eres el general y el soldado, el líder y el seguidor, el estratega y el operador, pero al mismo tiempo eres quien está más interesado y quien puede sabotear tu proyecto.

 

Las caídas de los grandes personajes de éxito nos dicen que todos somos iguales, que todos tenemos las mismas oportunidades, que todos nos enfrentamos a los mismos obstáculos, pero también que para todos hay un éxito triunfador que nos espera en la meta. El único fracaso es cuando uno deja de intentarlo, después de todo si ves a un triunfador, verás una persona que se ha levantado tantas veces como se ha caído, y sigue de pie.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

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Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/xG_YcFzBlKk

 

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jueves, 17 de agosto de 2023

El éxito es la combinación de constancia, disciplina y mucha, ¡pero mucha pasión!


 Cuando hablamos de éxito, todos quisiéramos que de una u otra forma hubiera alguna manera rápida y fácil de alcanzarlo, afortunadamente para nosotros no existe tal camino fácil, pero el camino difícil genera en nosotros no solo el carácter del triunfador sino gozo si es que lo que hacemos nos apasiona.

 

Los tiempos actuales donde los productos y servicios son rápidos y fáciles, genera en el ser humano una sensación de que el éxito en lo personal o profesional guarda las mismas características, lo cual no es así. Todos los ejemplos de grandes logros en la historia de la humanidad están matizados de la constancia y la disciplina en su consecución. Por más que algunas voces quieran vender la idea del éxito instantáneo, éste no existe.

 

Tal vez alguien señale los golpes de suerte, como sacarse la lotería, como prueba de que el éxito instantáneo existe, pero no es así y por una simple razón: el éxito no está en lo que se obtiene sino en lo que uno se transforma.

 

Analicemos esta idea. Cuando algo se te da de manera fácil ni siquiera es valorado, pero cuando conseguir una meta u objetivo implicó esfuerzo la misma adquiere valor. Pero en el inter hay algo mágico que sucede y es la creación de un carácter de triunfador en la persona. Ojo con esto: Conseguir una meta fácil no le da tiempo a la persona a desarrollar ese carácter de triunfador, le da lo que quiere sin que se lo haya ganado, pero peor aún, sin que se haya conquistado a sí mismo logrando la plenitud de sus capacidades.

 

Piensa en esto: si todos nos fuera dado fácilmente realmente nunca aprenderíamos ni creceríamos. Es por ello que todo logro que valga la pena necesaria y forzosamente requerirá de constancia y disciplina las cuáles como ingredientes extraordinarios generarán en nosotros la magia del cambio entre lo que somos y lo que podemos llegar a ser. Pero esa constancia y disciplina debe estar aderezada por un ingrediente adicional: la pasión en lo que hacemos, de otra forma la constancia y la disciplina nos asfixiarán pues nos exigirán acciones en un camino no disfrutable.

 

Dalí, Picasso, Beethoven, da Vinci, todos ellos tenían algo en común: cuando estaban enfrascados en la creación de sus obras dormían muy poco, apenas unas horas cada día. ¿Te ha pasado que cuando estás haciendo o por hacer algo que te apasiona en extremo puedes prescindir del sueño e incluso a veces hasta de comer en forma?, entonces, ¿de dónde sale esa fuerza para emprender acciones tan dinámicas como cuando hacemos lo que nos gusta?

 

Cuando haces lo que te apasiona, tu, al igual que los grandes genios citados al inicio, se conectan con una fuerza dinámica que todos tenemos, que es superior y que solo se activa cuando lo que enfrentamos trae una mezcla de reto pero al mismo tiempo de gozo interno.

 

Así que si quieres una receta para el éxito recuerda que debes buscar aquello que te desborde de emoción cuando lo haces y aplicar en ello el rigor de la disciplina para llegar al dominio pleno tanto de tus potencialidades como de la meta planteada, después de todo el éxito es la combinación de constancia, disciplina y mucha, ¡pero mucha pasión!

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

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Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/4B1hcLDgVno

 

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jueves, 10 de agosto de 2023

No somos eternos, ¿por qué desperdiciar el tiempo como si lo fuéramos?


 

Cuando hablamos de metas y proyecto de vida, un factor que a veces damos por sentado es que tendremos todo el tiempo que sea necesario para lograr lo que nos propongamos, pero y si no fuera así, ¿en qué ocuparíamos el tiempo?

 

La vida tiene dos hechos innegables: su misma finitud ya que no dura para siempre y lo impredecible de su conclusión ya que nunca se sabe cuándo se acabará. Con estas dos premisas lo más lógico sería que cada uno de nosotros aprovechará su tiempo al máximo y viviera cada día como si fuera el último, pero el ser humano se caracteriza precisamente por no ser un ente eminentemente lógico sino también emocional y es cuando las cosas toman rumbos diferentes.

 

El tema de la conclusión de la vida para la mayoría no es un tema agradable por dos consideraciones, la primera es que no es controlable por nosotros (con lo cual escapa de nuestras manos) y la segunda es por lo incierto de lo que acontece sobre todo después de la conclusión de la vida.

 

Por otra parte, hay quienes ven en ello, no un pretexto para sentirse mal, sino para dimensionar correctamente las cosas ya que si la vida es finita, ¿conviene desperdiciarla? Cuando hablamos de desperdiciarla no nos referimos exclusivamente a perder el tiempo, sino más bien a utilizarlo en cuestiones que más que darnos, nos quitan. ¿Cuánta gente conocemos que utiliza sus días, meses y años en rumiar amarguras, dolores y rencores?, ¿cuánta gente deja que pasen los días, meses y años sin atreverse a sanar esa herida mediante el perdón o la simple reconciliación?, ¿cuánta gente deja pasar los días, meses y años sin realmente permitirse disfrutar de este pequeño interludio consciente que es su vida?

 

Dicen que un discípulo le preguntó su maestro si existía vida después de la muerte, y dicen que el maestro le contestó que más bien debería preocuparse por buscar la vida antes de la muerte.

 

Así como hay gente que destina una cantidad considerable de tiempo a cuestiones que en vez de darle le quitan, hay quienes pasan por este mundo difiriendo el momento de ser realmente persona, que el miedo, la cobardía o la comodidad le impiden erigirse como dueño de su destino y deja que otros decidan.

 

Una manera rápida de reflexionar me gusta hacerla cuando el miedo, la vergüenza, o la duda hacen que alguien no se anime a actuar y es comentarle que dentro de mil años nadie se acordará de eso así que ¿por qué no?

 

Hay varios pensamientos, adjudicados a personalidades desde Borges hasta Chaplin, referentes a "si volviera a vivir mi vida". Generalmente ese tipo de reflexiones se hace cuando se acerca el final y la vida ya se ha utilizado de una forma o de otra, pero tú, que tienes ahorita la posibilidad de sentarte un momento y pensar en el escaso tiempo que se te ha asignado, ¿en qué lo quieres utilizar?

 

Tus sueños, tu persona, tu familia, tus amigos, tu mundo, todo ello espera por las acciones que realizaras en este presente y que tendrán un eco en la eternidad, después de todo no somos eternos, ¿por qué desperdiciar el tiempo como si lo fuéramos?

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

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Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/6X2fNmLaBHA

 

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jueves, 3 de agosto de 2023

No hay pretexto: Si puedes hacerlo, hazlo, y si no ¡al menos inténtalo!

 


El ser humano está hecho de deseos prácticamente ilimitados. Todos quisiéramos tener más, ser más, incluso vivir más. Cuando enlistamos todas aquellas cosas que quisiéramos lograr lo lógico es que algunas nos parezcan sino irrealizables casi imposibles, pero si valen la pena, ¿por qué no intentarlo?

 

¿Cuántas veces hemos escuchado la frase: "no creí que fuera posible"? Frente a hechos o logros de otras personas que nos pasman se nos vienen dos ideas a nuestra mente: lo fácil y realizable que parece el hecho una vez realizado y el por qué no fuimos nosotros quienes lo hicimos.

 

A veces pareciera que ante los retos solo estaríamos dispuestos a correr aquellos riesgos siempre y cuando tuviéramos la certeza de conquistar. Si así fuera ¡dejarían de ser riesgos! Un riesgo implica la posibilidad de ganar o perder, si solo intentáramos aquellos por lo que tuviéramos certeza de lograr la vida sería harta aburrida, pero no solo eso, en realidad nunca creceríamos como personas.

 

Piensa en lo siguiente, ¿cómo logra un campeón de levantamiento de pesas levantar en ocasiones hasta cientos de kilos? No es manteniéndose en aquello que desde un inicio puede levantar sino intentando levantar cada vez más. Al inicio tal vez no pueda, luego le costará y finalmente podrá levantar lo que se propuso. Lo anterior se da por que, ante la exigencia planteada, el cuerpo reacciona creando músculos, fortaleciendo huesos, endureciendo tendones, hasta que puede levantar el peso deseado. Ese mismo símil es aplicable a la natación, la carrera de velocidad, el lanzamiento de jabalina, el salto con garrocha... y el logro de los sueños.

 

Hay un ejercicio muy sencillo que me gusta realizar en algunos talleres. Pongo una manzana en una mesa a diez pasos de una persona y le pido a alguien que llegue hasta donde está la manzana sin moverse de donde está (a veces tengo que repetir la instrucción, no porque no la entiendan, sino porque es totalmente ilógica). No pasa mucho tiempo antes que alguien (generalmente quien se le pidió la acción) señale lo imposible de lograr tal cosa con la condición dada, ¡y tiene razón! Pero la vida es igual, si nunca damos el primer paso, si nunca lo intentamos, nunca sabremos si lo pudimos lograr o no. El intentarlo te permite al menos plantear esa posibilidad, pero él no intentarlo te garantiza que nunca lo lograrás.

 

Todos tenemos en nuestra vida ejemplos de cosas que logramos después de intentarlo, cosas que creíamos al inicio que no podríamos, desde andar en patines o bicicleta cuando niños hasta terminar una carrera cuando grandes.

 

El intentarlo nos permite ver hasta dónde podemos llegar, pero lo que es mejor, desarrollar con la práctica capacidades que nos van haciendo mejores, y no mejores con relación a los demás, sino mejores con relación a nosotros mismos.

 

Este ser mejor abarca crecer en miras, en sueños, en confianza, desarrollar carácter, valor, compromiso, superar nuestros miedos, obstáculos y límites, y finalmente llegar a ser los seres de excelencia que estamos llamados a ser.

 

Hay quienes llevan el razonamiento del éxito hasta extremos donde no vale intentar sino solo lograrlo, si así fuera el pesista, el nadador, o el corredor nunca lo lograrían pues generalmente las metas que valen la pena están fuera de los alcances de nuestras capacidades actuales. Inténtalo, pero no una, ni dos, ni tres veces... inténtalo tantas veces como sean necesarias para que al final logres tus metas. Recuerda: No hay pretexto: Si puedes hacerlo, hazlo, y si no ¡al menos inténtalo!

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/6yRe5os16x8

 

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