En
la vida hay de errores a errores, con esto me refiero que hay algunos que por
su misma simplicidad no dejan huella en uno pero también que hay otros que nos
marcan para toda la vida, de estos últimos, incluso de los peores, siempre
habrá algo de provecho que podamos obtener para usarlo en la construcción de
nuestro proyecto de vida.
Perder
el rumbo. Supongo habrás oído esa frase. Aunque la misma se aplica literalmente
a las cuestiones de viajes y direcciones, la misma también tiene una aplicación
en nuestra vida cuando nuestros pasos se desandan del camino que hubiéramos
querido llevándonos hacia momentos y situaciones que no hubiéramos esperado.
Ni
modo. Así es la vida. Ni ella es perfecta ni nosotros lo somos. Tarde que temprano
tú, yo y todos los que conocemos llegarán a perder el rumbo. A verse en un
momento, en una situación, inesperada. Bueno cuando esta situación es agradable,
pero malo, muy malo cuando es desagradable.
¿Por
qué digo que lo último no solo es malo, sino muy malo? Porque generalmente
detrás de ese perder el rumbo surge el juez más severo que podamos encontrar en
la tierra: nosotros mismos. Y lo que hace ese juez no solo es señalarnos,
recriminarnos y condenarnos sino constantemente estarnos actualizando ese
perder el rumbo para que no lo olvidemos y por lo tanto no lo superemos.
¿Qué
hacer?, bueno, no podemos mandar a volar a ese juez, después de todo somos
nosotros. Tampoco podemos negarle verdad en lo que nos diga, aunque exagere,
después de todo nos permite aprender de la experiencia. Pero lo que sí podemos
(igual que en un juicio siguiendo el símil del juez) es también presentar los
otros hechos de ese perder el rumbo.
¿Qué
otros hechos? Lo que aprendimos, lo que maduramos, lo que conocimos, ¡caray!,
siquiera y si no hay nada más, la humildad que el golpe de vida pudo haber
dejado en nosotros al mostrarnos falibles, débiles e imperfectos, y de ahí a la
empatía de los demás solo hay un paso pues ellos comparten nuestra fragilidad humana
con lo que nuestra actitud hacia nosotros y hacia los demás cambia, se suaviza,
se relaja y nos permite sacar del peor evento algo mejor de lo esperado.
No
tenemos un mapa que nos permita recorrer la vida sin tropiezos, nosotros mismos
vamos haciendo el mapa a base de sudor, de lágrimas y de sangre pero también de
alegrías, logros y conquistas, así que no olvides que perder el rumbo no es tan
malo, a veces te permite encontrar nuevos, mejores y más plenos caminos.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Este
artículo puede verse en video en https://youtu.be/Rex6IuS1sxE
También puede descargarse gratis el libro “Perfectos
son tus caminos 3”, desde www.rocefi.com.mx (Menú
“Libros” Sección “e-book gratis”)
No hay comentarios:
Publicar un comentario