A
nadie nos gusta cometer errores, equivocarnos, pero dada la misma naturaleza
del ser humano esto es ineludible, lo que no es fatal es la actitud que podemos
tomar ante nuestras equivocaciones viéndolas con un sentido proactivo de mejora
más que con un sentimiento pasivo de recriminación.
Comencemos
con un ejercicio que aplico en mis talleres de liderazgo, motivación y emprendedurismo:
piensa en el peor error que hayas cometido en tu vida hasta la fecha, así es:
el peor. Sé que a lo mejor no es agradable revivir momentos como esos, pero es
necesario para el ejercicio. Una vez que tengas en mente ese error quiero que
me señales al menos tres cosas que aprendiste del mismo y que te hayan servido
para tu vida en la actualidad.
Fíjate
cómo es que el énfasis en el aprendizaje está dado en cuanto a que te haya servido
para tu vida actual. ¿Por qué hago este comentario?, pues porque cuando hago
este ejercicio mucha es la gente que o por un lado no se ha puesto a pensar en
lo que pudo haber aprendido de su error (¡menos tres cosas como pido!) o por otro
lado ese “aprendizaje” lo expresa en términos negativos, por ejemplo “aprendí a
no confiar”, “aprendí a no creer”, “aprendí a ser dura/o”, etc.
No
voy a discutir mucho este tema pues no se trata de convencer a nadie de lo que
aquí expresado es la verdad sino ponerlo a consideración de quien lo lea y que
cada quien, si le sirve, lo use para su vida. Pero lo que sí puedo decirte, en
el caso de los “aprendizajes” negativos (ve los ejemplos anteriores), es que
desde mi perspectiva éstos nunca te dan, al contrario: te quitan.
Mira
de nuevo esas expresiones como “aprendí a no confiar”, “aprendí a no creer”,
“aprendí
a ser dura/o”, y muchas más que tal vez pudieran venírsete a tu mente y verás
cómo es que no te dieron, sino que te quitaron. ¿Eso quiere decir que no puede
aceptarse un hecho resultado de una experiencia negativa? No quiero decir eso,
lo que propongo es presentar el aprendizaje como algo positivo, como algo que
te sirva, vaya, como algo que te dé en vez de quitarte, que te haga crecer en vez
de disminuir, que te haga más libre en vez de cada vez más prisionero del mundo
y de los demás.
¿Será
lo mismo decir “aprendí a no confiar” a decir “aprendí a ser más cauto/a”?
Yo
creo que no. La primera frase quita la confianza en ti, la segunda no la
elimina pero te da más herramientas y habilidades (así es: te da, no te quita)
para que esa confianza sea un poco más sustentada y no tan en el aire.
Pero
bueno, eso es una parte del aprendizaje de los errores o tropezones que podamos
tener en la vida. La otra que mencioné al principio es cuando uno ni siquiera
ha pensado en lo que pudo haber aprendido de una situación negativa. Si este es
tu caso te sugiero revises uno, dos o tres errores que pudieras haber cometido
y trates de sacar de ellos experiencias de aprendizaje positivas que te permitan
tener mayores capacidades para enfrentar los retos de tu vida.
Con
todo y todo falta decir algo: todo lo anterior no garantiza que nunca volverás
a cometer errores, para nada, serán errores nuevos, diferentes, ya que tú mismo
y la vida es cambiante, dinámica, y en función de eso se presentan nuevos retos
que pueden ser abordados en ocasiones con éxito pero en otras no. La cuestión
es continuar con la visión de aprender de las caídas y de salir mejor,
renovado, de cada tropezón de vida.
Si
nunca nos equivocáramos no podríamos sentir, sí, ese sentimiento desagradable
que conlleva el error, pero tampoco esa sensación de ogro y conquista al irnos
haciendo día con día dueños de nosotros mismos y de nuestro proyecto de vida,
así que no lo olvides: ¿cometiste un error? ¡Excelente! Has descubierto un área
de oportunidad de mejora personal.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Este
artículo puede verse en video en https://youtu.be/hxgatlkmd-Y
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