Cuando
se habla de milagros, generalmente se piensan en cuestiones portentosas que
desafían toda ley y toda lógica, pero si pensamos un poco en ello, nos daremos
cuenta que los milagros se dan todos los días a nuestro alrededor y, lo que es
más importante, nosotros mismos lo somos.
Cuenta
una historia de una persona que durante años busco a través de la meditación,
los rezos y los sacrificios el lograr lo que en oriente se conoce como la iluminación
y en occidente la santidad, dicen que después de décadas de estarse esforzando
sin éxito alguno se dio por vencido por lo que regresó a su vida cotidiana.
Estando una vez sacando agua de un pozo dícese que cayó en cuenta de lo que
hacía y gritó iluminado “¡puedo sacar agua de un pozo!”
La
vida cotidiana, rutinaria e incluso, ¿por qué no? aburrida, encierra en sí
misma el milagro de la propia existencia, todo es cuestión de darse cuenta.
Piensa un momento en algo rutinario, en algo cotidiano, en algo para nada
–según tú sorprendente, por ejemplo, levantarse cada día después de una noche
de sueño.
No
razones en esto o en lo otro, solo piensa en todo lo que implica el poder abrir
los ojos, el poder respirar, el poder moverte, el poder ver el mundo y verte a
ti mismo en el momento en el que inicias un nuevo día. Piensa en todas las interacciones
químico-biológicas necesarias para realizar esa acción y te quedarás pasmado.
Nomás vamos un dato, uno solo, ¿sabes cuántos músculos se necesitan para
mantenerte en equilibrio estando de pie?, ¿cuántos te gustan?,
¿10?,
¿20?, ¿más? Pues se requieren 300 músculos para esa “sencilla” acción.
¿Y
hablar?, ¿y pensar?, ¡¿y soñar?! Cada acción que nos parece tan “normal” no es
más que un infinito número de milagros que tiene acción en nosotros mismos. A
eso todavía hay que agregarle las cuestiones de nuestro entorno: el sol que sale,
las nubes que pasan, el aire que circula, la lluvia que cae, ¡la gravedad que nos
mantiene unidos a la tierra a pesar que está gira sobre su propio eje a 1,670 kilómetros
por hora y alrededor el sol a 107,244 kilómetros por hora!
Ahora
bien, ¿por qué no somos conscientes de todo esto? Porque somos un milagro
dentro de otro milagro. Piensa en esto, si fuéramos conscientes de todos los
“milagros” que diariamente experimentamos, si fuéramos conscientes al nivel que
hemos estado comentando, prácticamente nos la pasaríamos pasmados ante la
realidad sin poder hacer nada, es así como la mente nos da una ventaja ya que acumula
las experiencias que vive haciéndolas ver como “normales”, después como
“rutinarias” y por último como “aburridas” con lo que no nos quedamos pasmados
ante los milagros cotidianos.
Y
es precisamente en esta última etapa, cuando la mente ve como “aburrida” la realidad
cotidiana, cuando la ventaja anterior se vuelve desventaja pues se pierde el
gusto y el asombro por la vida. ¿Qué hacer en esta situación? Nada. Así es, la respuesta
a qué hacer es precisamente lo contrario a lo que todos los días hacemos: nada.
Pero
no es una nada vacía, sino una nada que nos lleva a dejar lo que hacemos y prestar
atención de nueva cuenta a esos milagros cotidianos, con una actitud fresca,
sin prejuicios, sin expectativas. ¿Viste el ejercicio que hicimos al inicio respecto
del levantarse cada día? Ese mismo ejercicio de ver, de reflexionar, de simplemente
darse cuenta puede realizarse con cualquier evento: una hoja que cae, un rayo
de sol que nos da, un amigo que nos saluda, una galleta que nos comemos.
Si
al menos una vez a la semana se realiza este ejercicio de “darse cuenta” poco a
poco veremos que la vida es un fluir constante de milagros donde, sin perder nuestra
capacidad de actuar, nos daremos cuenta de los afortunados que somos por este
pequeño interludio consciente que se nos ha permitido experimentar.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Este artículo
puede verse en video en https://youtu.be/mfCAFTCJ6eQ
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servirá de alimento…
-Un análisis sobre las leyes
dietéticas y la relativa al diezmo-”, desde www.rocefi.com.mx (Menú
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