viernes, 30 de agosto de 2019

Así como un foco puede iluminar una habitación, una sola persona de bien puede iluminar el mundo



La vida es luces y sombras, cimas y valles, alegrías y tristezas, lo interesante de esto, lo importante que no debemos perder de vista, es que en todo momento oscuro nuestra capacidad de alumbrar permanece intacta, con todo su potencial, con toda su belleza, con toda su trascendencia.

"¿Por qué contentarnos con vivir a rastras cuando sentimos el anhelo de volar?", esta frase es de Hellen Keller, si no has oído de ella puedo compartirte lo que señala de su biografía la página frasesypensamientos.com.ar, "autora, activista y oradora estadounidense sorda y ciega... En 1882 estuvo a punto de morir por una fuerte fiebre... que la dejó ciega y sorda. Luego de sufrir varias crisis, la familia decidió contratar a una profesora personal. La persona elegida fue Anne Sullivan... Con mucha paciencia y cariño, Anne Sullivan logró enseñarle a Helen Keller a comunicarse, aprendiendo rápidamente el lenguaje manual de los sordomudos y el alfabeto Braille"

"En 1888, Helen Keller concurrió al Instituto Perkins para Sordos en Boston (Massachusetts)... y en 1894 se trasladó a Nueva York para continuar sus estudios en la Escuela Wright - Humason para Ciegos. Helen Keller se graduó con título de honor de la Radcliffe College en 1904... En 1932, Helen Keller es nombrada Vicepresidente del "Royal Institute for the Blind in the United Kingdon" (Real Instituto para Ciegos en el Reino Unido). Durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), visitó a los soldados internados en hospitales militares, dándoles contención y ánimo. El 14 de septiembre de 1964, el Presidente Lyndon Johnson reconoció la labor de Helen Keller otorgándole la Medalla Presidencial de Libertad, el mayor honor estadounidense para ciudadanos. Dueña de una voluntad inquebrantable, gran inteligencia, sensibilidad y carisma, Helen Keller dejó un mensaje positivo y alentador para todas las personas".

Dice un dicho que la oscuridad tiene un valor muy importante pues permite apreciar la luz. Imagínate una situación como la de Hellen Keller, donde la ceguera y la incapacidad para oír te aíslen prácticamente del mundo, realmente se requeriría una gran entereza de espíritu para salir adelante de esta situación. Entereza que solo sería palpable y visible ante lo extremo de la adversidad.

Voltea un momento para ver lo que el mundo reconoce como grandes personajes, como excepcionales personajes, y te darás cuenta que se trata de gente que  realmente trascendió, trascendió sus limitaciones, su tiempo, su espacio y nos dejó un legado de dinamismo y motivación donde el mensaje es claro: nuestro espíritu, nuestro carácter, nuestra voluntad tiene una capacidad increíble de crear y transformar no solo nuestra vida sino la vida de los demás, no solo nuestro presente sino también nuestro futuro, y no solo lo que podemos sino incluso lo que creemos no poder.

Hagamos un pequeño ejercicio la próxima vez que estés frente a una situación que consideres pesada vivencialmente hablando. Siéntate por un minuto, un minuto solamente, cierra los ojos e imagínate en esa misma situación que te abruma pero estando ciego y sordo, igual que Hellen Keller, un mundo de silencio y oscuridad y además con el problema que enfrentes. Un minuto, no más. Después abre los ojos y date cuenta que ves, que oyes, que hablas, caminas, piensas y sientes. En pocas palabras, que tienes todo a tu favor para salir adelante. Date cuenta de ello y actúa en consecuencia.

Las pruebas de la vida nos dan la oportunidad no solo de crecer sino de creer en nosotros mismos, ya que nos permiten hacer uso de recursos que nunca hubiéramos utilizado en situaciones normales, así que la próxima vez que andes en penumbras recuerda que así como un foco puede iluminar una habitación, una sola persona de bien puede iluminar el mundo.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/qLI3IQv_R78

También puede descargarse gratis el libro  “Según el orden de Melquisedec
-Un análisis sobre las leyes relativas a las funciones  de profeta, sacerdote y rey-”, desde www.rocefi.com.mx  (Menú “Libros” Sección “e-book gratis”)

viernes, 23 de agosto de 2019

Derrumba las paredes que encuentres en tu camino y usa los ladrillos para construir puentes hacia tus metas



Derrumba las paredes que encuentres en tu camino y usa los ladrillos para construir puentes hacia tus metas

La manera de avanzar en la vida es de una manera sencilla de expresarse pero en ocasiones difícil de aplicar: o usamos los obstáculos que encontremos para salir fortalecidos de ellos o les permitimos que trunquen nuestro andar. Como quiera que sea la decisión siempre será de uno mismo.

Nelson Mandela fue el primer presidente de Sudáfrica elegido democráticamente mediante sufragio universal. Según su biografía “en 1962 fue arrestado y condenado por sabotaje, además de otros cargos, a cadena perpetua. Estuvo 27 años en la cárcel, la mayoría de los cuales estuvo confinado en la prisión de Robben Island. Tras su liberación el 11 de febrero de 1990, Mandela lideró a su partido en las negociaciones para conseguir una democracia multirracial en Sudáfrica, cosa que se consiguió en 1994 con las primeras elecciones democráticas por sufragio universal. Mandela ganó las elecciones y fue presidente desde 1994 hasta 1999, dando frecuentemente prioridad a su reconciliación”.

Imagínate el caso de estar encerrado 27 años en la cárcel por luchar por justicia, libertad y democracia. Eso sería una prueba más que excesiva para muchos quienes tal vez saldrían de ella amargados o con rencor hacia la vida y hacia los demás, pero ese no fue el caso del personaje citado al inicio. Al contrario, salió con un ánimo renovado y con un espíritu conciliador. Usó la gran prueba que le puso la vida para hacer de ella algo que a muchos nos asombra.

Ahora volteemos a nuestra vida. Tal vez no tengamos una prueba que equivalga a estar 27 años privado de la libertad injustamente, pero curiosamente en muchas ocasiones experimentamos pruebas que aún y cuando son menores si las comparamos con ejemplos como el del inicio, aún así tienen la capacidad de truncar nuestro andar.

Hay un dicho que señala que “Dios no le da a la gente pruebas que no pueda soportar”. Veamos esta expresión como una definición de lo que somos: seres de luz, de un increíble potencial, que solo tenemos que creer en nosotros mismos para convertir cualquier prueba en una oportunidad de crecer y salir fortalecido.

Piensa en alguna experiencia fuerte que te haya tocado vivir, una vivencia que creíste no podrías superar, alguna prueba que consideraste en su momento en extremo difícil. Vela a la distancia y mira todo lo que has crecido, aprendido o madurado a raíz y desde esa experiencia.

Queramos o no la vida es dura y llena de pruebas. Hay quienes se abaten ante este destino, pero también tenemos de nuestro lado que la misma vida va generando los caminos en nuestro andar que nos permiten no solo salir de la prueba sino salir mejor que como entramos, más humanos, más sabios, más trascendentes.

En una ocasión en un taller de liderazgo una persona señaló que a ella no le gustaban las pruebas de la vida, que se le hacía muy pesado vivirlas y salir a flote, y que ya estaba cansada de ello. Ante esto le comenté que no se preocupara, que yo tenía el remedio para que no experimentara más pruebas en la vida y ese era no respirar. “Inténtalo”, le dije, “no respires”. Ella contuvo unos momentos el aliento hasta que tuvo que respirar. “¿Ves como mientras no estuviste respirando no experimentaste pruebas?, pues esa es la receta para no tener más pruebas”.

Obvio que ese comentario iba en el sentido de que mientras estemos vivos tendremos pruebas, las pruebas son la vida misma, el hecho de crecer es doloroso pero necesario y al final nos lleva a lugares que no pensamos existiera y nos muestra una capacidad que creímos no teníamos, así que ya sabes derrumba las paredes que encuentres en tu camino y usa los ladrillos para construir puentes hacia tus metas.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
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viernes, 16 de agosto de 2019

A veces no puedes mejorar el mundo, pero el solo hecho de intentarlo te mejora a ti



Aunque suene paradójico, si es que hay algo cierto en esta vida ese algo es la incertidumbre en las metas que nos proponemos, incertidumbre que no solo debe ser aceptada como un hecho sino que debe ser incorporada en nuestras acciones, no para detenernos por no saber lo que va a pasar, sino para motivarnos a ser los constructores de nuestro propio destino y mejorarnos para siempre como personas.

Vas empezando a leer este artículo, más sin embargo si te pregunto qué harás el resto del día seguro puede señalar varias actividades que ya tienes en mente para realizar; pero si somos objetivos habría que señalar que no hay nada que garantice que puedas realizar eso que tienes en mente, y no me refiero a algo que trunque tu existencia sino simplemente a alguna situación que haga imposible realizar lo originalmente planeado.

Esta incertidumbre que como bruma cae sobre nuestra vida es una variable que aunque quisiéramos no podemos excluir de la fórmula de nuestro existir, sino que al contrario, debemos aprender a vivir con ello. Lo anterior abruma a muchas personas, al menos en decisiones que son trascendentes o en las cuales hay mucho riesgo, generando a veces que ante tal circunstancia dejen de realizarse acciones pues no hay certeza del resultado.

Tal como iniciamos diciendo, ni siquiera la acción más nimia escapa de la incertidumbre, pero no por ello dejamos de hacer todo, luego entonces ¿por qué dejamos de intentar algunas cosas? La respuesta no está en el beneficio esperado (que en ocasiones puede ser incluso alto), sino más bien en el riesgo estimado.

Solo que mientras el beneficio puede ser objetivo (un ascenso, un trabajo, un proyecto, etc.), generalmente el riesgo es mayormente subjetivo y en ocasiones distorsionado por la percepción.

Dicen de una persona que tenía miedo de tomar grandes decisiones en la vida que en una ocasión se encontró con alguien más sabio por haber vivido más, y que este último, al saber de sus indecisiones puso una tabla en el piso y le pidió caminara sobre ella. El primero camino sin mayor problema. Luego subieron los dos a un edificio y el de la lección puso la misma tabla entre ese edificio y otro y le pidió de nuevo caminara por ella, el siempre indeciso rechazó tajantemente la propuesta. “¿Por qué ahora no quieres caminar sobre la tabla si es exactamente la misma sobre la que ya caminaste?”-dicen le pregunto el sabio, “porque ahora está mucho muy alta y me puedo caer”-contestó el indeciso, “lo que pasa es que ahora no ves la tabla, sino el vacío a tus pies”, le dijo el sabio.

Referente a lo anterior, Henry Ford señaló en una ocasión que “los obstáculos son esas cosas espantosas que ves cuando apartas los ojos de tu meta”. Retomando la historia anterior, el gran obstáculo para cruzar entre los edificios por la tabla, era el vacío que ahora contemplaba el indeciso a sus pies. Así pasa con quien ante la incertidumbre se detiene porque “no sabe qué va a pasar”. ¡Nunca sabremos qué va a pasar, pero sí podremos poner todo de nuestra parte para hacer que pase!

A esto último le llamamos carácter, y mientras más fuerte, dinámico y decisivo sea podemos llamarlo no solo carácter, sino carácter de triunfador, porque mucho de lo que logramos es gracias a la tenacidad y constancia de las decisiones que tomamos y de las acciones que emprendemos, después de todo a veces no puedes mejorar el mundo, pero el solo hecho de intentarlo te mejora a ti


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
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viernes, 9 de agosto de 2019

Dos piernas necesitas para andar por la vida: los sueños y la acción



Cuando de proyectos de vida hablamos, todos tenemos esa facilidad para imaginar en nuestra mente lo que deseamos: un mejor trabajo, mejores relaciones interpersonales, algún proyecto, meta o logro que tengamos muy en lo profundo, y nos deleitamos en imaginar cómo sería nuestra vida si eso que deseamos se hiciera realidad, todo eso está bien, pero al igual que el andar se requiere el otro paso para hacer realidad los sueños y ese otro paso es el de la acción.

Imaginemos por un momento como sería nuestro mundo si Cristóbal Colon hubiera dejado en ideaciones su proyecto de viajar a las Indias por otra ruta, si Alva Edison se hubiera conformado solo con imaginar la bombilla eléctrica, o si Einstein hubiese dejado en el mundo de las ideas los razonamientos sobre la relatividad, realmente sería un mundo mucho muy diferente.

Lo que hace que nuestro mundo sea lo que es y no el mundo anterior que pudo haber sido, es que las personalidades de las que hablamos, así como muchas otras en la historia de la humanidad, no han dejado en el mundo de las ideas  los proyectos que en el algún momento surgieron en su interior; la misma naturaleza de esos proyectos los ha prácticamente impelido a realizarlos, dándonos el mundo que actualmente conocemos.

Adentrándonos un poco en las historias personales de quienes han cambiado el mundo vemos como es que en ocasiones esa idea, ese sueño, esa meta, llegaba casi a consumirlos en su deseo por lograrlos. Pocas horas de sueño, un esfuerzo más allá de lo común, una gran resistencia al fracaso, son las señales de que el mismo sueño les generaba una dinámica de energía interna que los mantenía de pie en pos de su meta incluso ante las más grandes adversidades.

Esa es la gran característica de aquellos sueños que surgen de nuestro interior, esas ideas que nos llaman como seduciendo nuestra mente y nuestras emociones para llevarnos casi ensimismados hacia su consecución. De otra parte están aquellas ideas que simplemente nos surgen como cosas que deseamos pero que a la primera de cambios dejamos de lado, esas no son metas internas que nos llenen pues fácilmente son abandonadas.

Nuestras verdaderas ideas, sueños y metas no pueden ser dejadas; podemos ignorarlas un tiempo, a veces incluso años, pero siguen latentes en nuestro interior, susurrando en nuestros  oídos, llenando de imágenes nuestros descansos, hasta que nos vemos obligados a seguirlas, a hacerlas realidad, a traerlas a este mundo. Es en ese momento cuando reclamamos nuestro carácter divino pues nos volvemos co-creadores de una realidad; nuestra voluntad, nuestro carácter, nuestro intelecto e incluso nuestros sentimientos hacen posible el milagro de hacer tangible lo intangible, de concretizar un sueño, de cambiar nuestra realidad, y de hacernos trascender más allá de nosotros mismos.

Los sueños, las ideas, las metas, son como semillas que están latentes dentro de nosotros, pero que requieren de la luz y el agua de nuestra fuerza, voluntad y carácter para germinar, florecer y dar frutos. Curiosamente, así como las semillas de las plantas traen su propio código genético para germinar y dar fruto, nuestros propios sueños traen en si la fuerza necesaria no solo para indicarnos el camino, sino para crear incluso el camino cuando éste no existe.

¿Qué hacer ante esta realidad? Seguir tu sueño. Seguirlo incluso cuando te lleva por parajes agrestes o callejones sin salida, él mismo creara el camino y te llevará a tu propia realización siempre y cuando estés dispuesto a dar todo de ti para conseguirlo, después de todo dos piernas necesitas para andar por la vida: los sueños y la acción.

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
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viernes, 2 de agosto de 2019

¿Quieres ver un milagro?, mira hacia fuera y hacia dentro de ti



Cuando se habla de milagros, generalmente se piensan en cuestiones portentosas que desafían toda ley y toda lógica, pero si pensamos un poco en ello, nos daremos cuenta que los milagros se dan todos los días a nuestro alrededor y, lo que es más importante, nosotros mismos lo somos.

Cuenta una historia de una persona que durante años busco a través de la meditación, los rezos y los sacrificios el lograr lo que en oriente se conoce como la iluminación y en occidente la santidad, dicen que después de décadas de estarse esforzando sin éxito alguno se dio por vencido por lo que regresó a su vida cotidiana. Estando una vez sacando agua de un pozo dícese que cayó en cuenta de lo que hacía y gritó iluminado “¡puedo sacar agua de un pozo!”

La vida cotidiana, rutinaria e incluso, ¿por qué no? aburrida, encierra en sí misma el milagro de la propia existencia, todo es cuestión de darse cuenta. Piensa un momento en algo rutinario, en algo cotidiano, en algo para nada –según tú sorprendente, por ejemplo, levantarse cada día después de una noche de sueño.

No razones en esto o en lo otro, solo piensa en todo lo que implica el poder abrir los ojos, el poder respirar, el poder moverte, el poder ver el mundo y verte a ti mismo en el momento en el que inicias un nuevo día. Piensa en todas las interacciones químico-biológicas necesarias para realizar esa acción y te quedarás pasmado. Nomás vamos un dato, uno solo, ¿sabes cuántos músculos se necesitan para mantenerte en equilibrio estando de pie?, ¿cuántos te gustan?,
¿10?, ¿20?, ¿más? Pues se requieren 300 músculos para esa “sencilla” acción.

¿Y hablar?, ¿y pensar?, ¡¿y soñar?! Cada acción que nos parece tan “normal” no es más que un infinito número de milagros que tiene acción en nosotros mismos. A eso todavía hay que agregarle las cuestiones de nuestro entorno: el sol que sale, las nubes que pasan, el aire que circula, la lluvia que cae, ¡la gravedad que nos mantiene unidos a la tierra a pesar que está gira sobre su propio eje a 1,670 kilómetros por hora y alrededor el sol a 107,244 kilómetros por hora!

Ahora bien, ¿por qué no somos conscientes de todo esto? Porque somos un milagro dentro de otro milagro. Piensa en esto, si fuéramos conscientes de todos los “milagros” que diariamente experimentamos, si fuéramos conscientes al nivel que hemos estado comentando, prácticamente nos la pasaríamos pasmados ante la realidad sin poder hacer nada, es así como la mente nos da una ventaja ya que acumula las experiencias que vive haciéndolas ver como “normales”, después como “rutinarias” y por último como “aburridas” con lo que no nos quedamos pasmados ante los milagros cotidianos.

Y es precisamente en esta última etapa, cuando la mente ve como “aburrida” la realidad cotidiana, cuando la ventaja anterior se vuelve desventaja pues se pierde el gusto y el asombro por la vida. ¿Qué hacer en esta situación? Nada. Así es, la respuesta a qué hacer es precisamente lo contrario a lo que todos los días hacemos: nada.

Pero no es una nada vacía, sino una nada que nos lleva a dejar lo que hacemos y prestar atención de nueva cuenta a esos milagros cotidianos, con una actitud fresca, sin prejuicios, sin expectativas. ¿Viste el ejercicio que hicimos al inicio respecto del levantarse cada día? Ese mismo ejercicio de ver, de reflexionar, de simplemente darse cuenta puede realizarse con cualquier evento: una hoja que cae, un rayo de sol que nos da, un amigo que nos saluda, una galleta que nos comemos.

Si al menos una vez a la semana se realiza este ejercicio de “darse cuenta” poco a poco veremos que la vida es un fluir constante de milagros donde, sin perder nuestra capacidad de actuar, nos daremos cuenta de los afortunados que somos por este pequeño interludio consciente que se nos ha permitido experimentar.

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
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Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/mfCAFTCJ6eQ 

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