La vida es una interacción constante entre diferentes fuerzas
y diferentes actores, en esa interacción la dinámica de dar y recibir se vuelve
parte fundamental, como fundamental debe ser el hecho de cuidar nuestra
participación en esta interacción para no buscar fuera de nosotros un
reconocimiento que debe estar en nuestro interior.
Todos conocemos la historia del anciano, el niño y el
burro. Un anciano, un niño y un burro iban por un camino y la gente primero
criticaba fueran a pie cuando tenían el burro, luego criticaban fueran los dos
sobre el burro forzando al animal, luego criticaban que el anciano fuera encima
mientras el niño caminaba, luego que el niño fuera encima mientras el viejo iba
a pie, la moraleja final es que no puede dársele gusto a todo mundo y en eso
puede uno perder su propia esencia.
Si bien la moraleja del cuento anterior es muy clara, esa
claridad pareciera difuminarse en la vida cotidiana donde en ocasiones lo que
guía nuestro andar pareciera más bien ser el querer recibir un reconocimiento,
reconocimiento que más bien debería ser buscado en nuestro interior.
Lo anterior no quiere decir que nos convirtamos en islas
donde no consideremos a los demás, lo que quiere decir es que pongamos los
caballos delante de la carreta (como coloquialmente se dice), es decir, que el
orden de ideas en cuanto a prioridades en nuestra vida sea el correcto.
Piensa por un momento en toda esa gente que en ocasiones
has tratado de agradar, ¿dónde están?, tal vez algunos sigan en tu vida, pero
otros, muchos otros, ya habrán pasado por ello. Entonces, ¿dónde quedó ese
esfuerzo por obtener su reconocimiento? Lo que es peor: ¿qué pasa cuando las
exigencias de los demás son contradictorias no solo entre ellos sino contigo
mismo?
La claridad en la vida implica que uno sabe concretamente
qué es lo que uno desea, como piensa conseguirlo, pero, y más importante, que
puede uno responder a los ¿qué? y ¿para qué? con lo que le da sentido a la
existencia. Y así, en esa claridad, el reconocimiento externo se vuelve
secundario pues la satisfacción del andar por el camino elegido hace
satisfactorio simplemente recorrerlo.
La vida está llena de retos, de desafíos, de luchas, en
la medida que nuestros esfuerzos estén dirigidos y motivados desde y por
nosotros mismos, podremos aspirar a una vida plena donde la satisfacción por la
realización personal sea nuestro principal reconocimiento.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Este artículo
puede verse en video en https://youtu.be/ejAM6jIDDx8
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