La vida bien puede ser definida como un viaje, un viaje
lleno de vivencias, de experiencias de aprendizaje; pero de igual forma, si
estamos hablando de la vida como de un viaje, solo tenemos dos opciones: o
conducimos o somos pasajeros.
Cuando uno piensa en la vida como un trayecto, puede
establecer muchos símiles entre ambas imágenes: en efecto, en la vida hay un
camino, o más bien un caminar, que implica el tránsito que se va dando en la
misma a través de las experiencias; hay un inicio, en efecto, así como también
un final; pero una imagen que generalmente uno no presta atención es sobre
quien conduce ese andar.
Cuando uno va de viaje a alguna parte hay dos opciones: o
uno conduce o bien es llevado por alguien más. Pues en la vida es igual, solo
que generalmente no se piensa en ello, pues aunque parezca increíble nuestra
vida puede estar siendo conducida por otros, y por ende, vivida por ellos.
¿Cómo podría alguien ajeno a nosotros conducir nuestra
vida? Muchas formas hay de ello, tal vez la más entendible sea cuando las ideas
de otros, los valores de otros, los ideales de otros, son lo que visualizamos
en nuestra existencia somos si fueran de nosotros viviendo e incluso muriendo
por ellos.
Todos pensamos algo de todo, todos sentimos algo de todo,
todos tenemos un ser que experimenta de todo desde una perspectiva. Cuando ese
pensamiento, cuando ese sentir, cuando esa perspectiva se nos ha dado, realmente
no somos nosotros quienes estamos pensando, sintiendo o experimentando la vida,
sino las personas que nos han dado esa perspectiva.
Si bien esto es algo que generalmente uno no piensa, pues
da por hecho que lo que uno piensa o hace es realmente lo que uno es, no por
ello quiere decir que uno no pueda en este andar detenerse un poco y evaluar lo
anterior para quedarse con lo que uno es y para desechar todo aquello que se
nos ha impuesto.
Esto no quiere decir que uno va a desechar todo, es
imposible, nos quedaríamos sino con nada sí con muy poco, quiere decir que en
un ejercicio de introspección uno comienza a ver lo que piensa, lo que siente,
y a establecer los fundamentos de esto siendo que si no existen bien pueden ser
desechados.
Ser un pasajero en el camino de la vida implica que algo
ajeno a nosotros, sean personas o circunstancias, son las que definen por dónde
vamos, por el contrario, ser conductor es hacernos de la dirección de nuestra
vida con los riesgos y las oportunidades que ello conlleva, pero finalmente definiendo
nosotros mismos nuestros andar, después de todo la vida es un viaje...
¿prefieres conducir o ser solo un pasajero?
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
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Controversia Arriana -Evidencia Circunstancial-”, desde www.rocefi.com.mx (Menú “Libros” Sección “e-book gratis”)
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