En nuestro andar por la vida cometeremos muchos errores,
esto es normal si pensamos que en realidad es nada lo que sabemos al nacer y
mucho lo que tenemos que aprender, pero incluso de un error podemos aprender
muchas cosas, siendo una de las principales la humildad.
Sin duda alguna lo que menos puede gustarnos de nuestro
andar por la vida es cuando tropezamos, cuando caemos, cuando fallamos.
Realmente la sensación depresiva, de desasosiego, no es algo que fácilmente se
vaya, pero eso no quiere decir que el error cometido nos haga una peor persona
ya que hay algo valioso que por sí mismo tiene.
Si nuestra vida fuera un brincar de éxito en éxito sin
duda alguna, conociendo la naturaleza humana, generaría en nosotros graves
problemas de ego pues nos harían vernos y pensarnos como perfectos, como
infalibles. Lo anterior, además de ser completamente absurdo e irreal,
generaría en nosotros una personal imposible de interactuar con los demás.
Visto de esta forma podemos decir que un error siempre
trae tres enseñanzas: aquellas áreas de oportunidad que pueden trabajarse aún
en nosotros, aquellas situaciones, factores o variables externos a los que
debemos poner atención, y ese entendimiento personal de que ni nosotros ni los
demás somos perfectos e infalibles.
Lo primero, es decir, identificar aquellas áreas de
oportunidad que pueden trabajarse aún en nosotros, se refiere a ver qué es lo
que en nosotros generó o ayudó para que el error se llevara a cabo. En
ocasiones los errores cometidos son por cuestiones donde hay aún facetas de
nuestra personalidad que deben ser trabajadas y el error es un buen pretexto
para revisar esto.
Lo segundo, es decir, identificar aquellas situaciones,
factores o variables externos a los que debemos poner atención, se refiere a
aceptar que hay algunas cosas ajenas a nuestro control, externas a nosotros
mismos, que pueden incidir en los resultados de lo que emprendamos y que
debemos considerar, en la medida delo posible, para que esa influencia sea vea
sino eliminada al menos reducida al máximo.
Lo tercero, es decir, el entendimiento personal que surge
del error cometido y que implica entender de que ni nosotros ni los demás somos
perfectos e infalibles, nos lleva, sí, a la humildad personal, pero también, y
de mayor valor, a la empatía social, es decir, a entender, comprender y aceptar
que los demás también se equivocan, generando ambas percepciones una conciencia
sobre la cual pueden construirse
relaciones interpersonales más enriquecedoras.
Cuando se comete un error uno aprende mucho de él, tanto
de las áreas de oportunidad que en nuestra persona detectemos para trabajar,
como de las circunstancias externas que debemos considerar en nuestro andar por
la vida, pero sin duda alguna un plus de aprendizaje tiene que ver con sabernos
humanos, falibles, de esta forma un error nos permite aprender en humildad y
así ser doblemente mejor que antes de cometerlo.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
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