Constantemente oímos, e incluso tal vez nosotros mismos
lo hayamos dicho, que la vida es injusta pues no da lo que se cree merecer, sin
entrar en debate sobre si la vida es o no injusta, vamos concediendo: lo es; pero
de igual forma, entonces, vamos estableciendo que si la vida es injusta a
nosotros nos corresponde luchar por lo que consideramos merecer.
Sin
duda alguna todos tenemos sueños, metas y objetivos que no hemos conseguido, es
más, tenemos situaciones adversas que no hubiéramos deseado y resultados
negativos los cuales no procurábamos. Antes esto no puede uno menos que
inconformarse por lo que en ocasiones la vida trae, o por los obstáculos que la
misma pone a lo que queremos alcanzar.
Este
sentimiento de frustración, de desasosiego, es muy natural, forma parte de esa
naturaleza que se inconforma ante lo que no desea, pero de igual forma nos
permite extraer ciertas lecciones de ello.
Antes
de pasar a las lecciones habría que preguntarse ¿y si no quiero aprender nada
de ello? No hay problema, cada quien decide lo que de su vida hace, pero pensar
así nos vuelve víctimas del destino, alguien que sólo gozará o sufrirá de lo
que le venga; sacar lecciones implica volvernos, en cierta forma, artífices de
nuestro proyecto de vida.
Aclarado
esto pasemos a la primer lección, la cual es que en efecto, las cosas no vienen
solas en esta vida sino que hay que luchar por ellas. Esto implica que
aceptando que la vida es injusta uno pone todo lo que esté de su parte para que
dichas injusticias no den al traste con el proyecto que conforma nuestra
existencia.
La
segunda lección es que independientemente del resultado, sea que logremos o no
lo que buscamos, algo cambia en el fragor de la batalla y va moldeando nuestro
carácter en el de un triunfador, no porque siempre consigamos lo que queremos,
sino porque no nos damos por vencido, porque nuestro carácter se va
fortaleciendo, y por qué resolutivamente hemos decidido volvernos constructores
de nuestro proyecto de vida.
Y
la tercer lección tiene que ver con los resultados adversos, negativos, ya que
incluso en esos escenarios uno debe ser capaz de aprender algo: sobre el
proceso mismo, es decir, lo que impidió lográsemos lo que queríamos; sobre uno mismo,
sea que identifiquemos lo que falta trabajar en nosotros o lo que gracias a la
lucha emprendida logramos avanzar; y sobre la vida misma, pues la vamos
entendiendo y en función de ello no buscamos adecuarla a nuestro pensar sino
nuestras acciones adecuarlas a su realidad.
La vida no es como un árbol cargado de frutas al que tan
sólo debamos acercarnos y estirar la mano para recibir lo que creemos merecer,
más bien se trata de un campo, en ocasiones incluso árido, que hay que trabajar
para cosechar de él lo que deseemos, en ese sentido hay que entender que el
problema es que el mundo no te va a dar tu lugar... ¡tú tienes que ganártelo!
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Este artículo
puede verse en video en https://youtu.be/ahHiNC5FQ2k
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