viernes, 19 de octubre de 2018

El problema es que el mundo no te va a dar tu lugar... ¡tú tienes que ganártelo!



Constantemente oímos, e incluso tal vez nosotros mismos lo hayamos dicho, que la vida es injusta pues no da lo que se cree merecer, sin entrar en debate sobre si la vida es o no injusta, vamos concediendo: lo es; pero de igual forma, entonces, vamos estableciendo que si la vida es injusta a nosotros nos corresponde luchar por lo que consideramos merecer.

Sin duda alguna todos tenemos sueños, metas y objetivos que no hemos conseguido, es más, tenemos situaciones adversas que no hubiéramos deseado y resultados negativos los cuales no procurábamos. Antes esto no puede uno menos que inconformarse por lo que en ocasiones la vida trae, o por los obstáculos que la misma pone a lo que queremos alcanzar.

Este sentimiento de frustración, de desasosiego, es muy natural, forma parte de esa naturaleza que se inconforma ante lo que no desea, pero de igual forma nos permite extraer ciertas lecciones de ello.

Antes de pasar a las lecciones habría que preguntarse ¿y si no quiero aprender nada de ello? No hay problema, cada quien decide lo que de su vida hace, pero pensar así nos vuelve víctimas del destino, alguien que sólo gozará o sufrirá de lo que le venga; sacar lecciones implica volvernos, en cierta forma, artífices de nuestro proyecto de vida.

Aclarado esto pasemos a la primer lección, la cual es que en efecto, las cosas no vienen solas en esta vida sino que hay que luchar por ellas. Esto implica que aceptando que la vida es injusta uno pone todo lo que esté de su parte para que dichas injusticias no den al traste con el proyecto que conforma nuestra existencia.

La segunda lección es que independientemente del resultado, sea que logremos o no lo que buscamos, algo cambia en el fragor de la batalla y va moldeando nuestro carácter en el de un triunfador, no porque siempre consigamos lo que queremos, sino porque no nos damos por vencido, porque nuestro carácter se va fortaleciendo, y por qué resolutivamente hemos decidido volvernos constructores de nuestro proyecto de vida.

Y la tercer lección tiene que ver con los resultados adversos, negativos, ya que incluso en esos escenarios uno debe ser capaz de aprender algo: sobre el proceso mismo, es decir, lo que impidió lográsemos lo que queríamos; sobre uno mismo, sea que identifiquemos lo que falta trabajar en nosotros o lo que gracias a la lucha emprendida logramos avanzar; y sobre la vida misma, pues la vamos entendiendo y en función de ello no buscamos adecuarla a nuestro pensar sino nuestras acciones adecuarlas a su realidad.

La vida no es como un árbol cargado de frutas al que tan sólo debamos acercarnos y estirar la mano para recibir lo que creemos merecer, más bien se trata de un campo, en ocasiones incluso árido, que hay que trabajar para cosechar de él lo que deseemos, en ese sentido hay que entender que el problema es que el mundo no te va a dar tu lugar... ¡tú tienes que ganártelo!


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

Este artículo puede verse en video en  https://youtu.be/ahHiNC5FQ2k


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