viernes, 26 de octubre de 2018

Hasta del lodo más fangoso las flores nutren su aroma... y tú eres más que una flor



No puede negarse que la vida tiene muchos momentos buenos, agradables, pero de igual  forma hay que reconocer que también existen esos momentos que por el contrario son malos, desagradables, lo interesante de esto es que tanto de uno como de otro uno puede decidir que toma para la construcción del proyecto de vida de cada quien.

Si lo pensamos un poco, podemos darnos cuenta que todos en la vida experimentamos altas y bajas, momentos que podríamos decir no quisiéramos terminaran y otros que, por el contrario, más bien no quisiéramos nunca hubieran llegado a nuestra vida; pero incluso de estos últimos, si vemos el panorama completo, algo hemos aprendido, de alguna manera hemos crecido.

Hay momentos desagradables que nos obligan, por decirlo en cierta forma, a salir de nuestra zona de confort y desarrollarnos de formas que no hubiéramos imaginado de haber seguido como estábamos. De esta manera hay quienes se dan cuenta del valor, la fuerza, la entereza que poseían, pero que no lo sabían, hasta que las adversidades no dejaron mayor opción más que avanzar o ser arrastrado por las circunstancias.

De igual forma esos momentos aciagos en ocasiones devienen por cuestiones en las cuales hay cierta responsabilidad, sea por desidia personal, por falta de voluntad o de fuerza, por una deficiencia de conocimientos de la vida o de conciencia de la existencia, siendo que esos momentos oscuros nos enseñan aquello que debimos haber sabido desde el inicio para no entrar en esas penumbras.

Pero vamos siendo completamente honestos: habrá momentos tan negativos en nuestra vida, tan deprimentes, tan opresores, ante los cuales no desarrollemos o descubramos esa fortaleza o esa entereza y que tampoco podamos ni aprender nada ni desarrollar mayor conciencia, ¿esos momentos también pueden servirnos? Así es, esos momentos tienen la exclusiva característica de hacernos ver aquello para lo cual no hemos sido llamados y desarrollar en nosotros humildad y empatía, humildad al ver lo que somos y lo que nos falta por ser y empatía al considerar a los demás en una lucha tenaz en la cual ocasión hay de sobra para sentirse así.

La vida tiene muchos momentos negativos, malos, deprimentes, esa es una realidad, pero nosotros tenemos voluntad, fuerza y carácter como para incluso de esos momentos salir fortalecidos, mejores, más sabios, más conscientes, o al menos identificando aquello que ni somos ni deberíamos querer para los demás.

Si uno pudiera escoger, seguramente solo se elegirían aquellos momentos buenos y agradables, pero nuestro carácter estaría incompleto pues nos faltaría la entereza que deviene de enfrentar adversidades, así que ante esta realidad que es la vida, con sus cosas positivas y sus cosa negativas, no olvides que hasta del lodo más fangoso las flores nutren su aroma... y tú eres más que una flor.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

Este artículo puede verse en video en  https://youtu.be/yPRXyKnFx8Q


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viernes, 19 de octubre de 2018

El problema es que el mundo no te va a dar tu lugar... ¡tú tienes que ganártelo!



Constantemente oímos, e incluso tal vez nosotros mismos lo hayamos dicho, que la vida es injusta pues no da lo que se cree merecer, sin entrar en debate sobre si la vida es o no injusta, vamos concediendo: lo es; pero de igual forma, entonces, vamos estableciendo que si la vida es injusta a nosotros nos corresponde luchar por lo que consideramos merecer.

Sin duda alguna todos tenemos sueños, metas y objetivos que no hemos conseguido, es más, tenemos situaciones adversas que no hubiéramos deseado y resultados negativos los cuales no procurábamos. Antes esto no puede uno menos que inconformarse por lo que en ocasiones la vida trae, o por los obstáculos que la misma pone a lo que queremos alcanzar.

Este sentimiento de frustración, de desasosiego, es muy natural, forma parte de esa naturaleza que se inconforma ante lo que no desea, pero de igual forma nos permite extraer ciertas lecciones de ello.

Antes de pasar a las lecciones habría que preguntarse ¿y si no quiero aprender nada de ello? No hay problema, cada quien decide lo que de su vida hace, pero pensar así nos vuelve víctimas del destino, alguien que sólo gozará o sufrirá de lo que le venga; sacar lecciones implica volvernos, en cierta forma, artífices de nuestro proyecto de vida.

Aclarado esto pasemos a la primer lección, la cual es que en efecto, las cosas no vienen solas en esta vida sino que hay que luchar por ellas. Esto implica que aceptando que la vida es injusta uno pone todo lo que esté de su parte para que dichas injusticias no den al traste con el proyecto que conforma nuestra existencia.

La segunda lección es que independientemente del resultado, sea que logremos o no lo que buscamos, algo cambia en el fragor de la batalla y va moldeando nuestro carácter en el de un triunfador, no porque siempre consigamos lo que queremos, sino porque no nos damos por vencido, porque nuestro carácter se va fortaleciendo, y por qué resolutivamente hemos decidido volvernos constructores de nuestro proyecto de vida.

Y la tercer lección tiene que ver con los resultados adversos, negativos, ya que incluso en esos escenarios uno debe ser capaz de aprender algo: sobre el proceso mismo, es decir, lo que impidió lográsemos lo que queríamos; sobre uno mismo, sea que identifiquemos lo que falta trabajar en nosotros o lo que gracias a la lucha emprendida logramos avanzar; y sobre la vida misma, pues la vamos entendiendo y en función de ello no buscamos adecuarla a nuestro pensar sino nuestras acciones adecuarlas a su realidad.

La vida no es como un árbol cargado de frutas al que tan sólo debamos acercarnos y estirar la mano para recibir lo que creemos merecer, más bien se trata de un campo, en ocasiones incluso árido, que hay que trabajar para cosechar de él lo que deseemos, en ese sentido hay que entender que el problema es que el mundo no te va a dar tu lugar... ¡tú tienes que ganártelo!


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

Este artículo puede verse en video en  https://youtu.be/ahHiNC5FQ2k


También puede descargarse gratis el libro  “HUMANO”, desde www.rocefi.com.mx  (Menú “Libros” Sección “e-book gratis”)

viernes, 5 de octubre de 2018

Recuerda que son tus pasos y los de nadie más los que te han traído a donde estas y los que te llevarán a donde desees



Siempre definimos la vida como un caminar, como un andar donde vamos creciendo como personas y alcanzando o no nuestros objetivos, pero si seguimos el símil de la comparación, eso quiere decir que son nuestros pasos los que nos han traído a donde actualmente nos encontramos y los que nos llevarán a dónde queramos.

La vida es una constante lucha entre la responsabilidad y la irresponsabilidad y ambas se desarrollan en nuestro interior. ¿Por qué? Pues porque generalmente de nuestros logros nos enorgullecemos y los mostramos como el fruto de nuestro esfuerzo pero para nuestros errores o fracasos existe un sinfín de explicaciones donde poca responsabilidad es la que aceptamos.

Para lo primero, los logros, los éxitos, las conquistas, siempre existe un dejo de orgullo al hablar de cómo es que los alcanzamos. La preparación, el empeño, la dedicación que pusimos en alcanzar lo que obtuvimos se vuelve la historia misma donde el protagonista central es uno.

En el caso de los fracasos generalmente el relato de los mismos va aderezado de un sinfín de circunstancias o factores que incidieron en no lograr lo que nos habíamos propuesto. Es cierto que no podemos deslindarnos de nuestras responsabilidades pero si podemos mesurarla lo más posible presentando todas aquellas situaciones adversas que impidieron nuestro triunfo.

Lo curioso de ambos casos es que independientemente de cómo se vean, en los dos hay circunstancias ajenas a nosotros que no pudimos controlar y que a pesar de las cuales logramos o no lo que nos propusimos, pero lo más importante es que en ambos casos, independientemente de lo que pudiésemos presentar como factores externos, hubo decisiones nuestras, personales, con respecto a dichos factores que definieron el rumbo final de nuestro caminar.

Visto de esta forma no podemos responsabilizarnos, ni a favor ni en contra, de los factores externos que inciden en nuestra vida, ellos exceden de nuestra capacidad de control, pero de lo que si podemos responsabilizarnos es de las decisiones que con base en ellos tomamos siendo que el resultado final, favorable o no, depende de nosotros.

¿Y qué de aquellos casos donde esos factores externos sean tan avasalladores que prácticamente nuestro esfuerzo, nuestra voluntad, quede nulificada ente ellos? El cambiar de dirección en nuestro andar, el mesurar los objetivos finales e incluso el darnos por vencido, en caso extremo, también es una decisión nuestra, eso no podemos soslayarlo.

Pero el sentido de esta reflexión no es echar en cara lo que se ha logrado o lo que no se ha logrado, el objetivo final de esta disertación es atraer nuestra atención a la responsabilidad que tenemos sobre nuestros propio caminar en la vida así que rrecuerda que son tus pasos y los de nadie más los que te han traído a donde estas y los que te llevarán a donde desees.



Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

Este artículo puede verse en video en  https://youtu.be/vgXZGqnwEhs


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