En
muchas ocasiones en nuestra vida deberemos de tomar decisiones que conllevan algún
riesgo, ese riesgo siempre implicará, sí, el perder, el fallar, el no lograr
algo, pero también, y esto no hay que perderlo de vista, el ganar, el alcanzar,
el conseguir lo que uno desea.
“¿Y
si fracaso?, ¿y si no resulta?, ¿y si me equivoco?”, a lo mejor te suenan estas
frases ya que en alguna ocasión en la vida de todos llegamos a escucharlas,
sino audiblemente, al menos de manera cognitiva o emocional ante los riesgos
que implica intentar algo en nuestra vida.
Estamos
hechos de una manera formidable y la precaución ante la vida es una manera de
protegernos. Si no tuviéramos esa configuración, ¿te imaginas todos los actos
riesgosos que intentaríamos al grado de poner incluso en riesgo nuestra
existencia? Ahora bien, una cosa es ser
precavidos y otra muy distinta vivir presos del miedo.
Imagínate
vas a salir en un viaje en auto. Obvio existe el riesgo de que se reviente un
neumático, ¿verdad?, pero eso no te detiene. Revisas lleves llanta de
refacción, gato hidráulico, cruceta e incluso si puedes una bomba de aire para
cualquier contingencia y te vas de viaje. Muy distinto de alguien que viendo
ese riesgo optase por mejor quedarse en casa.
Igual
pasa en tu vida. Las metas, sueños y objetivos que te planteas es más que
evidente que tiene algún riesgo, por lo menos el riesgo de no lograr lo que uno
se propone. Pero, veamos el ejemplo del auto. El que tomo las precauciones se
fue de viaje. El que se quedó en casa no salió. ¿Cuál de los dos tiene más probabilidad
de llegar a su destino?
Aunque
la pinchadura de un neumático es algo real, no quiere decir que fatídicamente así
vaya a ser por lo que a lo mejor no pasa, e incluso en el caso de que pase
puede ser resuelto por las precauciones que se tomaron. Pero el que no salió y
optó ante el riesgo quedarse en casa es más que claro que nunca jamás llegará a
su destino.
Riesgo
hay en la vida pero el no intentar nada, sobre todo lo que es valioso para tu crecimiento
personal te garantizará únicamente el estancamiento, el no avanzar, el no conseguir
lo que te propones, el no crecer.
“Pero,
¿y si no lo logro?” –tal vez digas. Pues no lograrías la meta, el sueño, el
objetivo propuesto, pero al menos por haberlo intentado algo en ti cambiaría en
tu carácter, tu decisión, tu fuerza, tu entereza. Así que visto de este modo ni
siquiera en caso de no lograr lo que te propongas podríamos hablar propiamente
dicho de un fracaso.
Ante
las opciones que nos presenta la vida de correr o no los riesgos que el ir en
pos de nuestras metas, sueños y objetivos implica, hay que tener muy en mente
que quien no se arriesga por no perder, lo único que asegura es no ganar.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Este
artículo puede verse en video en https://youtu.be/zxGIpbCM-fI
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