viernes, 26 de mayo de 2017

En la lucha nos es permitido tomar un descanso, ¡pero nunca claudicar de conseguir nuestras metas!


Se dice que por lo general el problema no es plantearse la meta, sino conseguirla. Esto se debe a que la meta puede deberse a cuestiones personales y profesionales y responder sea a necesidades o deseos de cada quien, pero en el caso de la consecución de las mismas, esto solo se logrará a través de estrategias, acciones y operaciones y en el largo camino es posible que llegue el momento en que uno se sienta cansado, ante esto tomarse un respiro es lo mejor.

Dos situaciones son las que dificultan ese avanzar en la consecución de las metas: la primera es que aunque se tengan contempladas acciones para la consecución de las metas, es posible que esas acciones no sean las correctas, lo cual implicará reorientarlas una vez que se determine que no nos ayudan para lograr la meta planteada, pero para entonces ya se le habrán destinado recursos. La segunda situación se refiere a que la consecución de una meta, sobre todo cuando son metas importantes y trascendentes, generalmente lleva tiempo, tiempo en el cual se desarrollan las acciones y se van obteniendo resultados parciales.

De lo anterior es normal, lógico e incluso deseable (más delante explicaremos por qué de esto último) que uno se sienta cansado, abrumado o desilusionado al grado de querer claudicar en la búsqueda del logro de esa meta. Pero veamos las cosas desde otra perspectiva: Si las metas que realmente valen la pena pudieran ser obtenidas rápidamente y con un esfuerzo mínimo, no sucedería un milagro en nosotros mismos que es el de forjar nuestro carácter. Así como el trabajo rudo hace a la gente fuerte físicamente hablando, las vicisitudes que experimentemos en el camino hacia nuestras metas nos darán una fortaleza interna a toda prueba.

Anteriormente mencionamos que un estado anímico de desmotivación es una consecuencia normal y lógica y así hay que verlo. Nuestro cuerpo es muy sabio, si incluso una máquina necesita dejarse reposar so pena de que se descomponga, con más razón nuestro organismo. La consecución de una meta implica aplicación de recursos y la concentración de fuerzas de nuestra parte, esto genera un desgaste físico, pero más mental y emocional. De ahí que lo más normal para subsanar este desgaste sea que nuestro ser detenga el flujo de recursos para recuperase, y es ahí cuando, como se dice vulgarmente, nos venimos abajo.

También se mencionó (y ahora es el momento de aclararlo), que este estado anímico negativo es de alguna forma incluso deseable, ¿por qué decimos esto?, porque una situación como la planteada nos trae de vuelta a la realidad, nos muestra como las personas finitas y limitadas que somos y nos genera esa capacidad llamada empatía de llegar a comprender a quienes caen en la batalla diaria. En otras palabras, nos genera humildad personal.

Dicen que se aprende más de una caída que de una victoria, y así es, pero también se aprende más de un bajón anímico en el fragor de la lucha diaria que de avanzar constantemente a la meta sin detenernos. Estos bajones nos generan otras capacidades: como la de reflexión, introspección, incluso de valorización de quienes están a nuestro lado en esos momentos. Nos hace uno con los demás y nos permite compartir y compartirnos.

Por otra parte, el mundo actual, exigente y competitivo, nos ha vendido la idea de que no podemos detenernos por un momento en nuestra lucha diaria, y no es así, el querer responder a esa idea genera estados físicos y mentales negativos pues llevan a nuestro ser más allá de sus límites. Es como cuando se estudia toda la noche para un examen, el resultado no es igual que si ese estudio se hubiera espaciado en varios días o semanas permitiéndonos asimilar de una manera integral la información.

Pretender llegar a la meta sin detenernos en ningún momento no es sano, normal ni lógico. Pretender que cuando venga ese bajón emocional se tirará todo por la borda, tampoco es sano, normal ni lógico.

Ahora bien, el tomarse ese descanso es riesgoso pues pasar del frenesí de la actividad al sosiego de la calma puede hacernos desistir de nuestra lucha. Lo que yo recomiendo es, sí, tomarse ese descanso, pero dedicarlo a dos grandes reflexiones: ver hacia atrás y ver hacia adelante.

Por ver hacia atrás, y para que el estado negativo anímico no termine por abatirnos, me refiero a hacer un recuento de los logros que hasta ese momento se han tenido. Es obvio que si se ha llegado a un estado de cansancio es porque se ha avanzado, poco o mucho pero se ha avanzado, ¿por qué no contar aquellos pequeños logros que en el andar se han obtenido en vez de contemplar lo que aún no se obtiene?

Por su parte ver hacia adelante se refiere a pensar y repensar las estrategias, acciones y operaciones que contemplamos deban realizarse para continuar luchando por nuestra meta. Esto es muy útil pues se tiene la información de lo logrado hasta ese momento, tanto de lo que ha resultado como de aquello que no ha tenido éxito. Con esto podemos ver lo que nos falta por hacer y evaluar las acciones futuras.

Cuando las fuerzas disminuyan, cuando la motivación decaiga, cuando el cansancio apriete, podemos detenernos un momento, ver lo que hasta ese entonces hemos logrado y repensar las acciones que en breve emprenderemos, después de todo en la lucha nos es permitido tomar un descanso, ¡pero nunca claudicar de conseguir nuestras metas!


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/IUFMFjbK9YQ


También puede descargarse gratis el poemario del mismo autor "Perfectos son tus caminos” -50 poemas en la línea del pensamiento cristiano-, desde www.rocefi.com.mx  (Menú “Libros” Sección “de-book gratis”)

viernes, 19 de mayo de 2017

Claro que un buen líder puede desandar su camino, pero solo para regresar por aquel que ha perdido el paso


Muchas veces hemos oído que en la vida siempre hay que ir hacia adelante, que nada ni nadie debe hacer que retrocedamos, pero hay una situación donde el retroceder es válido y no solo válido sino que incluso loable: cuando uno regresa por quien se ha quedado atrás.

¿Recuerdas cuando niño jugabas con tus amigos y al pegar la carrera  te quedabas atrás?, ¿qué sentías, ¿qué les decías? Gritarles que te esperaran era una reacción natural pues no querías quedarte rezagado. Pues bien, cuando uno crece las cosas no cambian mucho.

Supongo te habrá tocado en algún momento ser seguidor de algún líder, sea este líder en el ámbito personal, laboral, intelectual o espiritual. Que sentimiento tan avasallador cuando ves que todos van a trote por el camino que el líder ha indicado y tú te vas quedando rezagado. De la misma forma que sentimiento de ánimo y aliento cuando el líder, en vez de dejarte atrás, regresa para ayudarte a avanzar.

Ser líder implica una gran responsabilidad pues hay personas, tus seguidores, quienes están atentas a tus indicaciones y quienes van en pos de la ruta trazada. Luego entonces por responsabilidad ética y moral mínima, si quienes te siguen han confiado en ti, lo menos que puedes hacer es ayudarlos en ese andar por el que han optado en pos de lo que les has indicado.

Cierto que puedes seguir avanzando con los que puedan seguirte el paso y dejar en el camino a los rezagados, pero ¿quién quisiera seguir así a un líder para quien lo importante es la meta y no las personas que creen en él?

Pero, ¿y qué pasa con los que sí llevan el paso?, ¿no es injusto para ellos el detenerse un poco, aminorar la marcha, mientras el líder va en pos del rezagado? En primer lugar, el que el líder aminore la marcha, se detenga o de plano regrese por un seguidor rezagado no implica que todos los demás seguidores deban de igual forma hacer lo mismo, ellos puede seguir avanzando, de hecho eso es lo que se esperaría a menos que el líder no hubiese construido en ellos liderazgo personal. Pero, en segundo lugar, aún y cuando el resto de los seguidores sí tuvieran que aminorar, detener o regresar la marcha por el seguidor rezagado eso no implica que pierden sino más bien que ganan en confianza, humanidad, compasión, respeto, y empatía y no solo con el discurso sino con el ejemplo del líder al hacer eso.

Ahora bien, una cosa hay que tener muy clara y esa es la intención de quien se rezaga. Si el líder regresa por el seguidor que ha quedado atrás y este tiene toda la intención de seguir en la pelea, adelante. Pero si el rezagado lo hace ya con un ánimo derrotista y en su fuero interno, de manera libre, ya no quiere seguir en la lucha, incluso por más labor que haga el líder, el líder no está obligado a detener toda la marcha por él y puede continuar junto con el resto de sus seguidores.

En nuestro andar por la vida, si es que en alguna ocasión estamos en una posición de liderazgo, no hay que perder de vista que no vamos caminando solos sino que de nosotros dependen otras personas y que por ellos uno puede regresar su recorrido, después de todo Claro que un buen líder puede desandar su camino, pero solo para regresar por aquel que ha perdido el paso


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/Ru1obT60sak


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viernes, 12 de mayo de 2017

¿Respiras?, ¡pues a seguir luchando!


La vida está llena de momento de gozo y de tristeza, de ánimo y cansancio, de triunfos y fracasos, lo único que no debe cambiar es nuestra decisión de seguir en la pelea en tanto tengamos vida.

¿Alguna vez te has imaginado ese momento en tu vida en que, por decirlo en cierta forma, estés tranquilo, sin mayores metas que buscar conquistar?, aunque uno puede imaginarse que ese momento llegará cuando uno se jubile, cuando uno se retire o cuando uno ya sea mayor, en realidad es cuestión de decisión pues eso no impide que sigas buscando otras metas, sueños u objetivos en tu vida.

Si bien la reflexión anterior te envía hacia un futuro distante, en realidad en ocasiones ese sentimiento de ya no luchar está presente en el ahora. Esto sucede cuando uno deja de lado sus sueños, metas u objetivos, sea por estar cansado, sea por una decepción, sea por la circunstancia que sea.

Pero si te fijas, la vida misma no se detiene. El sol sigue saliendo y se sigue ocultando, uno sigue envejeciendo, y los demás siguen caminando en sus vidas. Ante esta perspectiva ¿Qué razones podrían haber que justificaran el dejar de luchar?

La vida es un pequeño momento, un interludio consciente que así como viene se va, un momento dorado, glorioso, que nunca más se volverá a repetir. Pregunto de nuevo: Ante esta perspectiva ¿Qué razones podrían haber que justificaran el dejar de luchar?

Entiendo del cansancio, del dolor, de la frustración que pueden llegar en ocasiones a abrumar a tal grado que uno no desee pelear más, pero también entiendo que esos momentos son pasajeros, que esos sentimientos son momentáneos, y que lo único que perdura es nuestra propia vida, bueno, al menos mientras estamos vivos. Entonces, ¿cuándo dejar de luchar?, sencillo: ¡cuando dejes de  respirar!

Mientras estés vivo tendrás algo seguro: tu inconformidad. Si te fijas siempre estamos inconformes, de ahí la mayor parte de la actividad de nuestra vida, desde la más rutinaria y ordinaria hasta la más excepcional y trascendental. Pues bien, esa inconformidad es la que constantemente te impelerá a buscar a tener y ser más y mejor, ¿aceptarás el llamado o harás como que no lo has oído?

El problema dicotómico de la pregunta final anterior es que, como te dije, la vida sigue y, peor aún, llega el momento en que se termina. Así que de nuevo pregunto ¿aceptarás el llamado de tener y ser más y mejor o harás como que no lo has oído?

En nuestro andar por la vida podremos experimentar un sinfín de situaciones, de sensaciones, de emociones; en esa vorágine el punto medular debe ser siempre y en todo momento nuestra decisión de continuar nuestra lucha. ¿Respiras?, ¡pues a seguir luchando!



Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
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Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/OrQZGnfCeBo


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viernes, 5 de mayo de 2017

¿Ves todo lo que a veces has logrado sin proponértelo?, ¡ahora imagínate si te lo propusieras!


Establecer un propósito, a parte que le da sentido a nuestras acciones, permite focalizar nuestros esfuerzos y nuestros recursos, es así que mientras más claro sea ese propósito más eficiente se volverán nuestras acciones en función de la consecución de la meta trazada.

La vida constantemente nos da sorpresas, ¿cuántos casos conocemos de gente que realmente nunca pensó lograr las cosas que ahora han logrado?, por ejemplo cuando Davis creó a Garfield nunca pensó llegaría a tener tanto éxito,  o el caso de J. K. Rowling, creadora de Harry Potter y quien comenzó escribiendo cuentos para que sus hijos durmieran por las noches.

Pero, ¿que no esos ejemplos nos dicen al contrario del tema de este artículo, que se pueden lograr cosas aún sin proponérnoslo? Al contrario, el tema de este artículo es ese: que puedes lograr cosas sin proponértelo, pero que cuando te lo propones serán mayores los logros. Los mismos ejemplos de David y Rowling nos dicen eso: su éxito inicial era no pensando, pero una vez que se tuvo el primer éxito vinieron una seria de acciones intencionadas que permitieron que "actualmente Garfield sea la tira con mayor difusión en Estados Unidos y en todo el mundo con más de 220 millones de lectores y publicada en más de 2,500 periódicos por todo el mundo" o que "desde el lanzamiento de la primera novela, Harry Potter y la piedra filosofal en 1997, la serie [de Rowling] logró una inmensa popularidad, críticas favorables y éxito comercial alrededor del mundo. Para diciembre de 2007, se habían vendido más de 400 millones de copias de los siete libros, los cuales han sido traducidos a más de 65 idiomas"

De ambos ejemplos, más otros que pudiéramos traer a colación podemos ver un hilo conductor: un enorme gusto por lo que se hace, un gusto que podemos bien llamar amor o pasión, acompañado de estrategia con dirección.

Sin ir tan lejos, en nuestra propia vida, ¿no podemos mencionar diez cosas que logramos sin proponérnoslas y que ahora en retrospectiva nos parece casi asombroso eso?, yo creo que este ejercicio no nos arrojaría diez sino veinte, o treinta, ¡o cuarenta!

Lo anterior es como si la vida a cada rato nos gritará en nuestra propia cara que podemos lograr cosas aún más grandes, solo es cuestión de proponérnoslo. Ahora bien, es imposible ni tampoco sería sano, pretender controlar todos los aspectos de nuestra vida para poder así darles un propósito, pero caray, no hablamos de todos los aspectos sino al menos de aquellas metas que consideremos relevantes y trascendentes para nosotros: estudio, trabajo, familia, son algunos de los temas sobre los que podemos concentrar nuestra intensión de propósito, no con un afán controlador, porque eso solo traería frustración, sino con un afán de ser nosotros quienes pongamos nuestra voluntad (espíritu, mente y cuerpo) en el carril del logro de nuestras metas.

Es en este punto donde debemos dejar clara la idea: las acciones que uno emprenda son para disfrutarse, cuando se disfruta el camino no hay propiamente un esfuerzo sino un disfrute en cada paso, por el contrario pretender lograr algo que ni nos gusta, ni nos llena, ni nos satisface solo traerá frustración. Ve lo que quieres lograr, aquello que despierta esa pasión, esa emoción, esa imaginación y ve por ello con propósito de acción, con rumbo de intención, y con alegría en el corazón.

Técnicas para esto hay muchas: poner papeles con frases de ánimo o motivación, fotos o imágenes con lo que uno  quiere lograr, o un calendario límite ("a más tardar en tal o cual fecha lograré esto") de acciones; lo importante es avanzar, sentir que cada día la meta se acerca aunque sea un poco, en caso contrario revisar las acciones y ¿por qué no? ajustarlas.

¿Sabes que es lo mejor de trabajar con intención de propósito? que te darás cuenta que la magia de tu esfuerzo creador se suma a la increíble magia universal de la vida donde tus logros deseados se suman a los regalos que sin proponértelos seguirás recibiendo pues solo avanza quien camina, y solo camina quien busca, y solo busca quien dentro de sí mismo trae la fuerza para ello.

Así que ¿qué esperas?, ve por tu vida, después de toso, ¿ves todo lo que a veces has logrado sin proponértelo?, ¡ahora imagínate si te lo propusieras!


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
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Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/_uPSjSNOuq4


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