viernes, 25 de noviembre de 2016

Caer duele un momento, no levantarse duele toda la vida


En algún momento de nuestra vida todos experimentaremos lo que denominamos caídas, es decir, esos tropiezos que se nos presentan en nuestro caminar hacia nuestras metas, y si bien este hecho será en su momento doloroso peor que ello es el tirar la toalla y quedarse tirado.

“¿Ya para qué?, ¿qué caso tiene?, no vale la pena”, ¿cuántas veces has escuchado o incluso tal vez dicho alguna de las frases anteriores ante alguna contrariedad que en tu andar hayas experimentado? Yo creo que a tú, yo y muchos más nos hemos sentido en algún momento de nuestra vida abatidos ante algún tropiezo que hayamos vivido.

Este sentimiento es natural, incluso si me permites la expresión diría que es hasta benéfico pues nos permite desahogar esa contrariedad ante un leve fracaso experimentado, también como nos detenemos un momento en nuestro andar, nos permite descansar y renovar fuerzas.

Pero una cosa es caer y por un momento, como se dice coloquialmente “lamernos las heridas” y otra cosa muy distinta de plano dar la batalla por perdida y, también como se dice coloquialmente, “tirar la toalla”.

“Pero es que esto, esto y esto otro”, podrás argumentar para tratar de justificar un estado no de desánimo sino más bien de derrotismo, y la verdad no es mi intención entrar en una lucha de razonamientos respecto de si vale o no la pena luchar por algo o más bien darse por vencido.

En vez de eso quiero proponerte que veas un tropiezo, una caída, con otra perspectiva: ¿cómo te sentirías si, dentro de unos 5, 10 o 20 años, voltearas atrás y vieras que dejaste de luchar?

Es más que evidente que ante una caída experimentada la sensación, como ya comenté, es de desánimo, pero una vez que pasé ese sentimiento, ¿cómo crees que te sentirías si dejaste de luchar?

Mucha gente con el tiempo se recrimina por las decisiones que en su momento tomó respecto de dar todo por perdido y dejarse vencer por las dificultades que en su momento experimentaba. Por el contrario, los que han seguido luchando, incluso aunque no hayan conseguido por lo que luchaban, se sienten en lo personal satisfechos por el simple y sencillo hecho de que pueden decir que al menos de su parte no quedó, que hicieron todo lo que estuvo a su alcance.

Es así como caerte y levantarte, si bien no garantiza logres en automático lo propuesto, sí genera en ti carácter, madurez y determinación, después de todo caer duele un momento, no levantarse duele toda la vida.



Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/JjDv_I8A_QM

También puede descargarse gratis el poemario del mismo autor "Perfectos son tus caminos” -50 poemas en la línea del pensamiento cristiano-, desde www.rocefi.com.mx  (Menú “Libros” Sección “e-book gratis”)

viernes, 18 de noviembre de 2016

Caerse puede ser consecuencia de muchos factores, levantarse solo de uno: tú


Parafraseando la expresión que dice que si quieres la paz prepárate para la guerra bien podría decirte que si lo que quieres es caminar prepárate para las caídas.

A nadie nos gusta cuando en la vida experimentamos tropiezos, caídas, fracasos, pero una de las dos realidades sobre esto es que en algún momento todo experimentaremos algo así; con todo y todo la otra realidad es que de esto podemos aprender, mejorar y seguir avanzando.

Piensa en las caídas que experimentes en la vida como en aquellas que experimentaste cuando de pequeño comenzaste a caminar, ¿lo recuerdas? Tal vez tengas aún algún recuerdo de esa etapa, incluso algún recuerdo físico de esas caídas. Pero veámoslo de esta forma ¿qué hubiera pasado si, por temor al tropiezo, te hubieras negado a aprender a andar?

La vida es igual. Hay quienes no quieren experimentar ningún tropiezo, caída o fracaso y en su interior no toman las decisiones para poder avanzar en la vida quedándose atrofiados en cuanto a sus posibilidades. Si fuera aún más sincero contigo te diría que no estás propiamente llamado a caminar o correr sino más bien a volar. Obvio que esto es una paráfrasis para indicarte el increíble potencial que tienes, pero de la misma forma para señalarte las inmensas posibilidades que existen de que en algún momento tropieces, caigas, fracases.

Uso esas expresiones para tratar de transmitir una idea no para señalar una realidad por que el fracaso como tal solo existe cuando te das por vencido y dejas de luchar. Mientras sigues en la pelea, es decir, que aun cuando tropieces o caigas te levantes y continúes avanzando, podemos decir que no has fracasado.

Y de esto quiero señalarte algo. Las caídas pueden tener muchos factores: físicos, mentales, emocionales, espirituales, internos o externos, pero cuando decides levantarte y seguir en la lucha el único factor que tiene peso en esa decisión es tu decisión.

El levantarte de una caída implica que apliques razón, voluntad, percepción y atención, y el hecho de seguir en la lucha implica que apliques constancia, disciplina, esfuerzo y pasión.

Obvio que cuando se experimenta un tropiezo, una caída, un fracaso, lo menos que uno quiere o puede pensar es en levantarse y seguir luchando. Esto es normal, es natural. Incluso podría decirte que es bueno y saludable tomar un  respiro, un descanso, dejar que las aguas tomen de nuevo su curso y entonces levantarse para continuar la batalla de nuestra vida.

Es un hecho que en la vida las caídas que experimentes en tu andar son algo prácticamente ineludible pero esto no es un fatalismo que impida, con valor y con carácter, el levantarte con mayor decisión a cada una de ellas, después de todo caerse puede ser consecuencia de muchos factores, levantarse solo de uno: tú

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
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viernes, 11 de noviembre de 2016

Las metas son nobles si te mejoran, pero son trascendentes sin mejoran el mundo


Todos queremos hacer más, tener más o ser más en esta vida, y eso está bien, forma parte del proyecto inacabado que como seres humanos cada uno de nosotros somos, pero en ese hacer, tener y ser no hay que olvidar que existe también el  trascender.

Hacer, tener y ser forman las tres facetas que necesaria y forzosamente tienen que ver con el ser humano. Esas tres facetas pueden ser o bien viles o bien nobles. Serán viles cuando te lleven por caminos y hacia resultados que te dañen, te denigren, te hagan terminar peor que como comenzaste; serán nobles si por el contario te benefician, te mejoran, hacen que al final el resultado en ti sea mejor que como comenzaste.

Ese hacer, tener y ser prácticamente no podemos eludirlo mientras estemos vivos, es parte de nuestra propia naturaleza y de lo que somos. O dime, ¿conoces a alguien que no haga, que no tenga o que no sea nada? Hacer, tener y ser son prismas que reflejan nuestra esencia, pero con todo y todo esas no son las únicas facetas que podemos tener en nuestra vida sino que existe una cuarta: el trascender.

A diferencia del hacer, tener y ser que son ineludibles en nuestra vida mientras estemos vivos, el trascender es opcional, es algo que podemos llegar a conformar como parte de nuestra vida pero que requiere de constancia, disciplina, esfuerzo y pasión y una visión que exceda lo que hacemos, lo que tenemos y lo que somos.

De lo anterior lo más importante es lo último, es decir, de esa visión que exceda lo que hacemos, lo que tenemos y lo que somos ya que de manera natural nuestra vista está fija de una manera egoísta en nosotros mismos, pero si nos damos cuenta (es decir, si ampliamos nuestro rango de conciencia), formamos parte de una sociedad, si a esa sociedad la va bien a nosotros también nos va bien, si a esa sociedad le va mal a nosotros también nos va mal. Vivimos relacionándonos con otros seres humanos y como parte sistémica de ese conglomerado la manera en que los ayudemos repercute indirectamente en la forma en que nosotros mismos trabajamos en nuestro proyecto de vida.

Pero si te fijas lo anterior requiere un grado de conciencia que exceda al simple “yo” para incluir el “nosotros”. Y en ese “nosotros” no solo entran las personas sino también la naturaleza, el medio ambiente, todo lo que nos rodea. Respecto de esto último date cuenta cómo es que no ha sido sino hasta muy reciente que nos hemos dado cuenta que el daño que hacemos a la naturaleza, el medio ambiente y  todo lo que nos rodea termina por devolvérsenos y repercutir en nosotros.

Pero tú no tienes que esperar hasta que los efectos de nuestra desidia egoísta nos afecte, en la medida de las posibilidades de cada quien puede uno contribuir a mejorar este mundo, en cualquiera de sus aspectos. Ahora bien, tal vez veas en esto una tarea titánica sino imposible y tal vez tengas o no tengas razón, eso no lo voy a discutir, lo único que quiero que tengas en mente es que independientemente de que logres algo en el mundo o no, el sólo hecho de intentarlo te cambia, te mejora, te lleva por el camino de la excelencia y te vuelve trascendente.

No estamos aquí solo para pasar por este mundo como algo que vino y se fue y no significó nada sino para trascender haciendo cada vez más, siendo cada vez más y teniendo cada vez más con un sentido trascendental, después de todo las metas son nobles si te mejoran, pero son trascendentes sin mejoran el mundo.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
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viernes, 4 de noviembre de 2016

Conquistar un sueño es comenzar a soñar uno nuevo


La vida está hecha de sueños, metas y objetivos que nos planteamos y que en muchas ocasiones le dan sentido a lo que hacemos y a lo que somos, pero el hecho de conquistar una meta, sueño u objetivo no implica que nuestro andar se detiene sino que nos habilita para ir a buscar más.

Todos los días nos levantamos para algo, ese algo puede ser tedioso, frustrante, pesado, o bien puede ser retador, excitante, satisfactorio, la diferencia residirá en el grado en que lo que se busca refleja el desarrollo del potencial que tenemos para transformarnos en el ser de excelencia que estamos llamados a ser.

Tal vez hayas escuchado alguna vez a alguien referirse a lo que hiciera si lograra sus más preciados sueños. Generalmente la expresión es de casi casi entrar en un estado de satisfacción tal que no se buscaría nada más, pero la realidad no es así. El ser humano es un proyecto constantemente incompleto que siempre busca ser, tener o hacer más y mejor, en ese sentido prácticamente no hay, por así decirlo, un sitio de descanso donde ya no queramos caminar más en esta vida.

La ventaja de cada sueño, meta u objetivo que conquistamos es que ese mismo hecho nos habilita a ir en pos de otros sueños, metas y objetivos, y esto precisamente porque la lucha emprendida para alcanzar el éxito en lo propuesto generalmente habilita en nosotros mayores capacidades para ir en pos de nuevos retos.

Ahora bien, también es cierto que después de una férrea batalla por alcanzar algo lo que uno puede desear es descansar un poco, y eso está bien, siempre que no se considere ese descanso como permanente ya que la vida no se detiene y nuestro tiempo en ella es limitado.

Ese descansar después de una batalla nos sirve para renovarnos física, mental, emocional e incluso espiritualmente hablando. Nos permite ver las cosas en perspectiva, valorar lo que hemos logrado e incluso disfrutar de ello. Pero después, y eso te va a pasar, llegará esa inquietud interna por ir en pos de nuevos sueños, metas u objetivos.

Ese cúmulo de sueños, metas y objetivos que vayamos logrando tendrán el principal mérito de mostrar lo que somos, de lo que estamos hechos, lo que podemos lograr y la manera en que nuestra lucha nos conduce cada vez a más y mejores estados de desarrollo, superación y excelencia.

Cada vez que logramos algo es como llegar a la cima de una montaña lo cual nos habilita para ver otras cimas que nos están esperando es así como conquistar un sueño es comenzar a soñar uno nuevo


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
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