Una
de las máximas de la motivación, el liderazgo y el emprendedurismo es
precisamente el impelerte a soñar, pero el soñar tiene un límite y ese límite
es cuando la acción debe tener lugar para hacer lo que has soñado realidad.
Sin
duda alguna que el soñar (y no en su acepción onírica sino en la de idear
nuevas situaciones existenciales) es necesario para establecer nuevas formas de
ser y hacer y conseguir cambios en nuestra vida. Ese soñar es precisamente el
que nos permite vislumbrar nuevas formas de ser, hacer y tener que nos cambian,
nos fortalecen, nos definen.
Visto
de esta forma, el soñar refleja lo mejor de nosotros, no solo en lo que somos
sino más en lo que podemos ser. Uno sueña cuando siente que merece aspirar a
algo mejor. Un mejor trabajo, una mejor relación, una mejor vida. El soñar es
la respuesta que resume ese “sí se puede” cuando viendo al horizonte de nuestra
vida podemos percibir nuevos y mejores estados de desarrollo.
Ese
soñar, que implica las metas y objetivos que establezcamos, requiere de la
misma forma de la acción para llevar esos sueños a una realidad concreta. Esto
lo comento por que seguro estoy que todos conocemos (e incluso todos alguna vez
hemos caído en esto) a personas que tiene muchos sueños pero pocas acciones.
El
soñar nos dice el qué, incluso tal vez el cómo, pero son las acciones que irán
haciendo realidad esa cómo y por ende y como resultado de ello ese qué. Tanto
uno como otro son necesarios para poder tener una vida completa y plena pues
uno, el soñar, nos habla de lo que podemos ser, mientras que el hacer nos lleva
ahí.
En
el otro extremo está la gente que se autodefine como realista y que, según sus
propias palabras, no “pierde el tiempo soñando” sino que se la pasa haciendo.
El problema aquí es que ante esa necesaria reflexión personal que no se da
llegará el punto donde ese hacer ya no sea nuestro sino de los demás o forzado
por las situaciones y condiciones ajenas a nosotros.
Cuando
uno hace, logra; pero cuando uno sueña, vuela. El vuelo nos dice a dónde, el
lograr nos lleva ahí. No se trata de pasarnos toda la vida soñando, eso sería
de igual forma desperdiciarla, pero tampoco se trata de hacer por hacer sin
ningún significado trascendental en lo que nosotros mismos somos.
Si sueñas es señal de que estás llamado a
mejores formas de ser, hacer y tener. Una vez soñado lo que debes hacer es
levantarte y poner manos a la obra, así que no lo olvides: Sueña. No mucho para
que no pierdas tu tiempo, ni tan poco que olvides para que estás realmente aquí
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Este
artículo puede verse en video en https://youtu.be/FOWmi62j_ZY
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