viernes, 29 de abril de 2016

Los malos momentos son como el polvo, tú no decides cuando entran pero sí cuando los barres y sacas fuera


Si pensamos en nosotros como en una casa veremos el símil que existe entre los malos momentos que experimentamos en el primero caso y el polvo que entra en el segundo, así como en ambos la decisión de uno por echarlos fuera.

¿Te has fijado cómo encuentras tu casa cuando sales de vacaciones aunque sea unos días?, tal vez todo siga igual cuando regreses pero ¿qué es lo primero que ves? Claro: el polvo que se ha acumulado. Cochera, sala, comedor, habitaciones, todo tiene una fina capa de polvo que se acumuló los días que no estuviste en casa.

¿Y te has fijado cuando, estando tú en casa, se deja venir una tolvanera?, ¿cómo es el ingreso del polvo en esos casos? Abrupto, ¿verdad?, a veces no te da ni siquiera oportunidad de cerrar la puerta cuando todo está lleno de tierra.

Algo similar pasa con tu vida y los malos momentos que vas experimentando. Esos malos momentos pueden ser sutiles como el polvo que tarda días en acumularse cuando tú estás fuera de casa, o bien pueden ser abruptos como la tierra que se mete a tu hogar en una tolvanera.

Los primeros momentos mencionados son a veces tan sutiles en ir haciendo mella en nosotros que prácticamente no nos damos cuenta sino hasta que éstos hacen una crisis en nuestra persona. Los segundos momentos son fácilmente reconocibles pues su grosera aparición en nuestra vida no deja lugar a duda.

Independientemente esos momentos, al igual que el polvo que se mete a tu casa, pueden ser echados fuera. Fácil, ¿verdad?, pues no lo es tanto. Si no me lo crees fíjate en tu vida, no en la de los demás, sino en tu vida y ve todas esas veces en que te has sentido tan cómodo con ese polvo que entró, con esos malos momentos, que no los barres para afuera. ¿No me crees? Echemos un vistazo.

Cada vez que rumias una mala situación para justificar tu presente, cada vez que te regodeas en malos momentos para sentir lástima por ti mismo o para que los demás la sientan, cada que lo que te pasó sea usado como un pretexto para lo que te pasa, no estás haciendo otra cosa más que sentirte a tus anchas en esos problemas y dejarlos que se queden formando parte de tu vida. Aceptas que el polvo se quede en casa.

¿Que no te gusta el polvo?, o más bien ¿que no te gustan los malos momentos?, ¡pues no te quedes con ellos! , ¿qué haces recordándolos en todo momento si tanto te disgustaban?, peor aún: ¿qué haces incorporándolos como fundamento y justificación de las decisiones que tomas sin tanto los rechazas! Echa ese polvo fuera de tu vida, no te lo quedes, ¿por qué? por dos razones. La primera es que ese polvo ni era tuyo, esos malos momentos vinieron de fuera, la segunda es que ese polvo para nada te va a servir, esos malos momentos, al contrario, detendrán tu andar en pos de tu proyecto de vida.

No debería ser necesario encontrar motivos para sacar de tu vida aquello que, como el polvo en una casa, no te sirve, motivos hay y de sobra, la cosa es que tú tomes esa decisión, después de todo los malos momentos son como el polvo, tú no decides cuando entran pero sí cuando los barres y sacas fuera.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

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viernes, 22 de abril de 2016

¿Sabes algo? En tu vida siempre tendrás razón, excepto cuando crees que no puedes


“Tienes razón” es una frase que muchos de nosotros deseamos escuchar y que nos nos cansamos de ello incluso cuando en ocasiones sepamos que no la tenemos, que bien se siente ¿verdad?, pues bien, en tu vida tú siempre tendrás razón, excepto cuando creas que no puedes.

¿Cómo puede alguien tener siempre la razón en su vida? ¿Y los errores? ¿Puede  considerarse tener siempre la razón aún y cuando nos equivoquemos? No hay que confundirnos, yo hablo de tener la razón no de poseer la verdad. ¿Qué no es lo mismo? Pues no, paso a explicarte.

Tener la razón es precisamente tener argumentos que justifiquen un actuar, bueno o malo. Es así como incluso la peor acción tendrá una explicación, que nosotros como terceros la aceptemos o no es otra cosa, pero de que cada acción que hagamos tendrá justificaciones las tendrá.

Ahora bien, tener razones para algo no quiere decir poseer la verdad, puede que estemos completamente equivocados pero aun así tendremos razones para explicar nuestro actuar. ¿Queda clara la diferencia?

Pues bien, en la vida para todo lo que hagas o dejes de hacer siempre tendrás razones, la razón digo yo, excepto para el “no puedo”, ¿por qué?, porque el “no puedo” es una negación de uno mismo, de nuestras capacidades, de nuestro potencial. Es como si repitiéramos que “no existimos”, si no existimos ¿cómo es que que podemos decir que “no existimos”?

Así, al decir “no puedo” en realidad no estás dando una razón sino negando tu misma esencia por lo que como puedes negarte cuando de inicio el solo estar vivo indica que eres, que estás y que puedes. ¿Poder qué? te preguntaras, ¿poder lograrlo?, tal vez no pero al menos poder intentarlo.

El “no puedo” esconde detrás del mismo miedo, desánimo, comodidad… cosas que tú no eres pero de las que buscas agarrarte para justificar el declararte vencido. El “no puedo” es una negación de ti mismo y no solo de lo que eres sino de lo que puedes ser. Es como decirle al futuro “no vengas”. El futuro llegará y será presente pero si “no podemos” y por lo tanto no hacemos llegará de una forma diferente a como llegaría en el caso de, al menos, haberlo intentando.

Intentar no quiere decir lograr, pero al menos quiere decir que te sobrepusiste a tus temores, a tu comodidad, a tu letargo y saliste en pos de lo mejor que eres, así que ¿sabes algo? En tu vida siempre tendrás razón, excepto cuando crees que no puedes


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
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viernes, 15 de abril de 2016

Tres consejos: piensa con el corazón, siente con la mente y vive con todo tu ser


Nuestro mundo se ha vuelto mucho muy práctico, todo lo queremos rápido y concreto, aunque no estoy de acuerdo con esa tendencia pues soy un convencido que muchas de las cosas valiosas de la vida requieren de tiempo, quisiera resumir la filosofía de los artículos que comparto en el título de éste referido al pensar, sentir y vivir.

Pensar, sentir y vivir son las tres facetas del ser humano que no podemos descuidar ya que somos lo mismo ideas, sentimientos y trascendencia. Si vamos por la vida siendo pura razón nos volveremos unos desalmados, si vamos por la vida siendo puro sentimiento fácilmente los demás se aprovecharan de uno, y si vamos por la vida sin ver más allá del momento actual prácticamente estaremos muertos en vida. Para vivir plenamente se requiere lo mismo el pensar, el sentir y el vivir.

Ahora bien, quiero cambiar un poco las cosas. Generalmente asociamos el pensar con la mente, la cabeza, nuestro cerebro. Quiero proponerte que pienses con el corazón, así es: con el corazón. Que dotes a tus sentimientos de razones, que no sientas nomás por sentir sino que tus sentimientos tengan un fundamento sólido para ellos. ¿Cómo puede hacerse eso? Sencillo: de lo que sientas siempre preguntante del porqué de ello. Todo sentimiento tiene una causa, objetiva o subjetiva, externa o interna, es cuestión de que seas capaz de identificar esa causa para comenzar a dotar a tus sentimientos de razones y así pensar con el corazón.

Sentir con la mente va en el mismo sentido. Generalmente asociamos el sentir con el corazón, aquí te propongo que sientas pero con la mente, es decir, que dotes de sentimientos, sensaciones, emociones a tus razones. ¿Cómo se logra esto?  Sencillo: tus ideas velas en un contexto emocional relacionado con preguntarte ¿para qué? Así es: todas tus ideas buscan algo y ese algo no solo es razón sino también emoción, así la idea de darle sentimientos a tu mente es que puedas ubicar el para qué de tus ideas en el contexto de la emotividad que las mismas arrojan en ti.

Por último el vivir con todo tu ser conjunta los dos elementos anteriores con un sentido de trascendencia. Piensas con el corazón, sientes con la mente, pero ambos aspectos de ti los conjuntas para darle sentido a tu existencia, no solo somos un por qué y un para qué sino también un trascender y eso es cuando le hayas un sentido a tu vida que va más allá del momento, incluso que excede una visión de mediano o largo plazo. ¿Y cómo se logra esto? Sencillo: imagínate ya mayor de edad, anciano, voltea atrás y ve tus sentimientos y tus pensamientos, ¿cómo te gustaría, desde esa perspectiva, verlos? ¿Cómo te gustaría pensarte y sentirte en ese momento respecto de tu vida? ¿Qué luces ese momento futuro puede arrojar a la forma en que estás viviendo ahorita? Esas preguntas te sitúan en una totalidad de tu ser, con todos tus sentimientos y todos tus pensamientos, y te permiten verlo en un contexto más amplio que es toda tu vida.

La vida no es solo ideas, tampoco es sólo emociones, se requieren de ambas para vivir y se enriquecen ambas cuando son vistas desde puntos donde raramente las consideramos, por eso te doy tres consejos: piensa con el corazón, siente con la mente y vive con todo tú ser


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
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viernes, 8 de abril de 2016

La belleza que uno es capaz de apreciar en el exterior es un reflejo de la belleza que trae uno en el interior


¿Qué es la belleza?, yo creo que todos en algún momento de nuestra vida nos hemos preguntado eso, sobre todo frente a opiniones sobre lo mismo que difieren de nuestra noción de belleza, la respuesta no es única y objetiva ya que depende de la percepción de cada quien, pero lo que sí es verdad es que mucho de lo que apreciamos como bello no es más que el reflejo de lo que traemos dentro.

¿Alguna vez has ido a una muestra de arte?, ¿o a ver alguna película?, ¿o a observar un paisaje?, si tienes alguien a tu lado pregúntale cuánto, de 1 a 10, le daría a eso que ambos observan. Te vas a sorprender de las diferentes respuestas que obtendrás sobre todo considerando la opinión que tú mismo tengas.

Y mira que en el ejemplo anterior hablamos de personas que como tú están observando el mismo evento, es decir, de gente que como quiera que sea aprecia lo mismo que tú pero que tiene una escala de medición personal del mismo diferente. Ahora imagínate si esa misma pregunta se la hicieras a gente que no aprecia lo mismo que tú. Las respuestas serían extremadamente variadas.

Lo que nos gusta y lo que no, dice mucho de nosotros, de nuestra historia, de nuestra cultura, de nuestros valores, pero de la misma forma eso sólo es un parámetro, un reflejo, no una regla que nos ciña. ¿Qué quiero decir con eso? Que así como nos educamos para apreciar algo, de igual forma podemos re-educarnos para apreciar lo bello de la vida.

¿Cómo hacemos eso? Vamos viendo los mismos ejemplos del inicio: muestra de arte, cine o paisaje, ¿cuál de estos eventos es el que te gusta menos?, ¿la muestra de arte, el ir al cine o el observar un paisaje?, puede ser cualquiera, pero una vez que la has elegido contéstame ahora ¿qué de bueno, de bello, de hermoso puedes ver, apreciar y decir de eso? Así es: de eso que es lo que menos te gusta (incluso que no te gusta para nada) bien podrás ser capaz de decir algunas cosas que puedas apreciar.

Con esto quiero demostrarte que prácticamente de todo puedes señalar algo que pudiéramos decir bello, positivo, hermoso. No es que lo sea o no lo sea, sino que tú así lo consideres. ¿Y esto para qué? Para apreciar lo bello, positivo y hermoso que hay en ti.

Lo que uno habla es lo que uno trae, pero no todo lo que uno dice todo lo que uno tiene. A veces la costumbre, la educación, los hábitos nos van arrastrando a ciertos comportamientos, mismos que dejan de lado algunos aspectos de nuestra vida. Este ejercicio no es tanto para que comiences a apreciar lo bello que la vida pueda tener (si bien es algo que se requiere) sino para que, a través de ello, comiences a re-descubrir lo bello que interiormente tú ya tienes.

El mundo simplemente es, no hay más, es, y como tal somos nosotros los que podemos percibirlo de una u otra forma, lo positivo, lo dinámico, lo motivador que podamos percibir en él nos dicen mucho de nosotros, después de todo la belleza que uno es capaz de apreciar en el exterior es un reflejo de la belleza que trae uno en el interior.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
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viernes, 1 de abril de 2016

Los sueños son como el aroma de los alimentos: despiertan en nosotros el apetito por ellos


Si bien el soñar por sí mismo no implica que esos sueño se hagan realidad si es un requisito para que esto último se consiga ya que si sueños no habrá ese deseo de alcanzar nuestras metas y objetivos.

La idea que tenemos de soñar, es decir, de pensar en lo que queremos hacer o lograr, en ocasiones raya en una noción de perder tiempo. Incluso cuando alguien habla de eso que quiere obtener un dicho muy socorrido para ayudarle a que “ponga los pies en la tierra”, como comúnmente se dice, es hacerle ver que no hay que querer vender los huevos de una gallina antes de tenerlos.

En mis conferencias, frases, artículos o videos comparto plenamente la idea de que a la intención hay que ponerle acción para que lo pensado se vuelva algo tangible, eso sin embargo no quita la riqueza que “perder” el tiempo soñando pudiera tener para nosotros.

¿Cómo qué riqueza? Déjame ponerte un ejemplo. Imagínate que tienes hambre, no antojo sino hambre y que no sabes que comer. Vas a un buffet y ¿qué haces? ¡te pones a ver todo lo que el buffet te ofrece para ver qué es lo que se te antoja! ¿Verdad? Pues con los sueños pasa lo mismo: en tu mente comienzan a aparecer escenas de cosas que quisieras tener o lograr o de situaciones que quisieras vivir hasta que uno de esos pensamientos te engancha a tal grado que debes salir tras él para hacerlo realidad.

A lo mejor y esto que te he comentado ya te ha pasado, pero ¿cuántas veces ese tiempo “desperdiciado” en soñar nos puede? Vivimos en lo que yo denomino “la sociedad de la escasez” donde la falta de recursos o el deseo de optimizarlos al máximo nos lleva a pensar que el destinar tiempo simplemente a soñar es una pérdida del mismo, pero visto como anteriormente te lo mencioné no es así.

Ahora bien, esto hay que verlo en su justa dimensión y no irse al otro extremo donde los sueños suplan toda acción para tratar de conseguirlos. La idea es que exista una etapa sin penas ni remordimientos donde podamos usar tiempo para soñar, pero una vez enganchado con un sueño debe venir otra etapa de acción, mucha acción, para hacer ese sueño realidad.

Todo esto te lo digo para que tengas cuidado pues hay quienes se pierden entre la primera y la segunda etapa, es decir, sueñan y sueñan y sueñas y cuando aparece un sueño del cual se enganchan por desidia, falta de voluntad o miedos y temores no dan inmediatamente el paso para poner acción a su ideación; eso sí: pasan a otra etapa de soñar con lo que este ciclo improductivo se repite.

La motivación surge de la ideación pero es necesario poner acción para lograr lo que deseamos, es así como decimos que los sueños son como el aroma de los alimentos: despiertan en nosotros el apetito por ellos


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
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