La
vida está hecha de buenos y malos momentos, si de uno dependiera seguro estoy
que siempre optaríamos por los buenos momentos pero sin los malos ¿cómo
podríamos valorar los primeros y crecer como personas?
Vamos
a suponer que vas a preparar una comida, la que gustes. Pones los ingredientes
y comienzas su preparación, una cosa que seguro va a suceder es que de esos
ingredientes habrá algo que desecharas: cáscaras o raíces en el caso de frutas
y verduras, grasa o dentros en el caso de animales, etc. Si todo lo usaras no
solo el resultados sería muy diferente sino incluso tal vez incomible.
Lo
mismo pasa en la vida, solo que en vez de una comida día con día trabajas en lo
que es tu proyecto personal, pero de la misma forma ese proyecto recibe
ingredientes, si los llamamos de alguna forma, que pueden ser buenos o malos.
Vivencias, experiencias, situaciones que lo mismo nos pueden se agradables que
desagradables, a esto me refiero cuando hablo de ingredientes buenos y malos.
Ahora
bien, si en el primer ejemplo de la comida somos capaces de desechar aquellas
cosas de los ingredientes que no nos sirven para nuestro propósito, ¿por qué no
aplicamos lo mismo para lo que vamos experimentando como parte de nuestra
existencia?
No
creo que puedas imaginarte que, por ejemplo, si vas a hacer un caldo de pescado
éste salga comible si echas el pescado entero con todo y dentros al agua donde
se va a hervir. De igual forma no creo supongas que si te quedas con todo lo
que experimentas, bueno o malo, sobretodo esto último, el resultado vaya a ser
el mismo que si te quedaras, usaras y valoraras lo bueno que te sucede.
Pero
entonces, ¿qué hacer con las malas experiencias que nos acontecen? Antes que
nada déjame decirte que no hay que pensar en función de experiencias buenas o
malas, sino de solo experiencias. Ahora bien eso no quita que algunas no son
sean tan agradables como otras, pero incluso éstas últimas algo pueden dejarnos
que nos sirva para nuestro proyecto de vida.
¿Has
oído de la composta? Es un abono natural que uno mismo puede crear para
nuestras plantas donde se combinan tierra, hojas y ramas secas y los
desperdicios de comida que salen de forma cotidiana de nuestras casas. Igual
podemos hacer con las experiencias malas que a nuestra vida llegan. No se trata
de ocultar nuestra cara a ellas y hacer de cuenta que no existieran sino, al
igual que el proceso para preparar composta, permitir que estas experiencias se
conviertan el algo que podamos usar de otra manera.
¿Y
cómo se logra esto? Como te comenté, lo primero es quitarle esa etiqueta de
algo mal y lo segundo es preguntarnos ¿qué puedo aprender de esto? El simple
hecho de hacer esta pregunta nos pone frente a la situación experimentada con
otra actitud, una actitud que nos permite sacar algo de provecho de ella. De
esta forma la misma situación nos deja libres, o nosotros la dejamos ir a ella,
como quieras verlo, pero nos quedamos con algo que podamos utilizar en nuestro
proyecto de vida.
Esto
no es tan sencillo como parece sino que implica mucho esfuerzo y disciplina
pero ese esfuerzo y esa disciplina reditúan más que el simplemente quedarnos
con las cosas malas que experimentamos y estar rumiando nuestra amargura por
ello, después de todo no puedes impedir el que la vida tenga cosas buenas y
malas, lo que si puedes es decidir cada día con que te quedas.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
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