Aunque suene paradójico, si es que hay algo cierto en esta vida ese algo es la incertidumbre en las metas que nos proponemos, incertidumbre que no solo debe ser aceptada como un hecho, sino que debe ser incorporada en nuestras acciones, no para detenernos por no saber lo que va a pasar, sino para motivarnos a ser los constructores de nuestro propio destino y mejorarnos para siempre como personas.
Vas empezando a leer este artículo, más sin embargo si te pregunto qué harás el resto del día seguro puede señalar varias actividades que ya tienes en mente para realizar; pero si somos objetivos habría que señalar que no hay nada que garantice que puedas realizar eso que tienes en mente, y no me refiero a algo que trunque tu existencia sino simplemente a alguna situación que haga imposible realizar lo originalmente planeado.
Esta incertidumbre que como bruma cae sobre nuestra vida es una variable que aunque quisiéramos no podemos excluir de la formula de nuestro existir, sino que al contrario, debemos aprender a vivir con ello. Lo anterior abruma a muchas personas, al menos en decisiones que son trascendentes o en las cuales hay mucho riesgo, generando a veces que ante tal circunstancia dejen de realizarse acciones pues no hay certeza del resultado.
Tal como iniciamos diciendo, ni siquiera la acción más nimia escapa de la incertidumbre, pero no por ello dejamos de hacer todo, luego entonces ¿por qué dejamos de intentar algunas cosas? La respuesta no está en el beneficio esperado (que en ocasiones puede ser incluso alto), sino más bien en el riesgo estimado.
Solo que mientras el beneficio puede ser objetivo (un ascenso, un trabajo, un proyecto, etc.), generalmente el riesgo es mayormente subjetivo y en ocasiones distorsionado por la percepción.
Dicen de una persona que tenía miedo de tomar grandes decisiones en la vida que en una ocasión se encontró con alguien más sabio por haber vivido más, y que este último, al saber de sus indecisiones puso una tabla en el piso y le pidió caminara sobre ella. El primero camino sin mayor problema. Luego subieron los dos a un edificio y el de la lección puso la misma tabla entre ese edificio y otro y le pidió de nuevo caminara por ella, el siempre indeciso rechazó tajantemente la propuesta. “¿Por qué ahora no quieres caminar sobre la tabla si es exactamente la misma sobre la que ya caminaste?”-dicen le pregunto el sabio, “porque ahora está mucho muy alta y me puedo caer”-contestó el indeciso, “lo que pasa es que ahora no ves la tabla, sino el vacío a tus pies”, le dijo el sabio.
Referente a lo anterior, Henry Ford señaló en una ocasión que “los obstáculos son esas cosas espantosas que ves cuando apartas los ojos de tu meta”. Retomando la historia anterior, el gran obstáculo para cruzar entre los edificios por la tabla, era el vacío que ahora contemplaba el indeciso a sus pies. Así pasa con quien ante la incertidumbre se detiene porque “no sabe que va a pasar”. ¡Nunca sabremos qué va a pasar, pero sí podremos poner todo de nuestra parte para hacer que pase!
A esto último le llamamos carácter, y mientras más fuerte, dinámico y decisivo sea podemos llamarlo no solo carácter, sino carácter de triunfador, porque mucho de lo que logramos es gracias a la tenacidad y constancia de las decisiones que tomamos y de las acciones que emprendemos, después de todo a veces no puedes mejorar el mundo, pero el solo hecho de intentarlo te mejora a ti.
Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/-NVROM91bmM
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