Cuando
hablamos de metas y objetivos hemos dejado muy claro la necesidad de ponerle
acción a las ideas, pero de la misma manera, estas acciones deben estar
pensadas en función de lo que se desea lograr, de otra forma, no solo es
posible que no avances a tu meta, sino que incluso retrocedas.
En
una ocasión me tocó realizar un trabajo de consultoría en una empresa, su dueño
se quejaba amargamente de que era el primero que llegaba, el último que se iba
y que todos sus empleados trabajaban muy duro pero que la empresa no salía de
sus problemas. No tiene caso relatar aquí los pasos que se dieron para realizar
un diagnóstico serio de la situación, lo que sí quiero comentar es que al final
nos dimos cuenta (sobre todo el empresario) que las acciones, si bien había muchas,
no estaban encaminadas a los objetivos que se deseaban.
La
vida es nuestra empresa, a ella le damos nuestro tiempo, nuestros esfuerzos, pero
en ocasiones sucede que hay una diferencia entre lo que deseamos y lo que estamos
haciendo para conseguirlo. A diferencia de un destino físico (una ciudad, una
plaza) a donde podemos por diferentes caminos solo dirigiéndonos a ese destino
llegar, generalmente las metas de la vida son un poco más complejas y requieren
de ponerle al asunto tanto razón como corazón.
Esto
de ponerle razón significa analizar concienzudamente el objetivo planteado así
como los pasos para alcanzarlo, lo de ponerle corazón se refiere a que tanto el
objetivo planteado como los pasos para alcanzarlo motiven en uno sentimientos muy
fuertes de motivación y esperanza para que el andar sea autosustentable.
¿Y
cómo podemos hacer lo anterior? Antes de decir cómo hay que aclarar que esto es
un poco complicado, ¿por qué? pues por varias razones, una es que las metas de
la vida cambian constantemente (en otras palabras los deseos de uno traducidos
en metas cambian), otra razón es que aunque los deseos de uno no cambien a
veces es uno el que cambia, con lo que deben redirigirse las acciones, y por
último, porque aunque las metas no cambien y tampoco uno cambie, las circunstancias
externas pueden cambiar a tal grado que obliguen a cambio de planes. Y en
ocasiones estas tres observaciones dadas se dan ¡al mismo tiempo! Pero bueno,
uno no puede quedarse sin hacer nada. Así que ¿cómo podemos en cierta forma
analizar las metas y las acciones a la luz de nuestra razón y nuestro corazón?
Primero,
en una hoja escribir de la manera más clara en la parte superior la meta, el objetivo
o lo que se desea lograr. A continuación, debajo del enunciado de nuestra
meta/objetivo/deseo dividir la hoja en tres columnas. Posteriormente en la primera
columna hay que escribir las razones emocionales por las que uno desea alcanzar
esa meta/objetivo/deseo, ojo con esto, son razones emocionales, es decir,
aquello que motive sentimientos fuertes en nuestro interior para alcanzar la meta/objetivo/deseo
en cuestión. En la segunda columna hay que poner de una manera muy clara,
precisa y concisa, las acciones (con tiempo y resultados medibles) que uno
realizará para alcanzar esa meta/objetivo/deseo. En la tercera columna y para
cada acción hay que poner las razones emocionales para realizar cada una de
esas acciones.
Pero
esto no termina aquí, ahora viene la prueba de fuego. Después de todo este ejercicio
hay que escribir una pregunta y contestarla tan sinceramente como sea posible
(después de todo a nadie vamos a engañar contestando de otra manera). La pregunta con la que este ejercicio cierra
es la siguiente: si hicieras todas esas acciones, pero no lograras la meta,
¿cómo te sentirías?
Desafortunadamente
debo adelantarte la respuesta, y esa es que si lo que contestas va en términos
de "me sentiría mal, deprimido, triste, fracasado, etc.", quiere decir
que algo está mal, que tus acciones no son lo suficientemente satisfactorias
como para sentirte pleno por el solo hecho de realizarlas, ¿Y a qué viene
esto?, casi a nada, recuerda lo que platicamos al principio de la dificultad de
alcanzar metas, en ocasiones factores externos a ti impedirán alcanzar esas metas,
eso no depende al 100% de ti, lo que si depende totalmente de ti son las acciones.
La meta es agradable, pero las acciones deben ser plenas pues son las que te
definen a ti como persona.
Esto
es un pensamiento complejo pero que si lo llegas a dominar hará de ti (paradójicamente)
un triunfador aunque no logres todas las metas que te propongas.
Mientras
esto llega pon claridad en tus ideas y en tu corazón para las metas que te plantees
y, sobre todo, para los pasos que des para alcanzarlas, después de todo cada
paso que das te acerca o te aleja de tu objetivo, piénsalo muy bien y ¡actúa!
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/LXjDlJx0oUo
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