El
riesgo y la incertidumbre son dos aspectos de los cuales no podemos evadirnos
en esta vida, la única manera tal vez de minimizarlos es de plano no intentar nada
pero con ese pensamiento el riesgo da paso a la certidumbre de no ganar nada.
La
mayoría de nosotros ha jugado en alguna ocasión a algún juego de azar, tal vez
la lotería, tal vez alguna rifa de alguna institución educativa o causa
benéfica, tal vez algún sorteo para recaudar fondos para algún evento
comunitario, más allá de que generalmente los montos para participar en esto
son accesibles, la verdad es que aunque la probabilidad es mínima lo que se
arriesga también es aceptable: el mismo importe invertido para participar.
Ojalá
en la vida fuera igual: poca inversión, mucho riesgo (no importa) pero poco que
perder (la inversión) y mucho que ganar (el premio), desafortunadamente para quienes
piensen así las cosas no son de esta forma, al contrario, muchas de las decisiones
verdaderamente importantes de la vida llevan mucho riesgo, mucha perdida y
mucha ganancia.
Matrimonio,
empleo, hijos, estudios, todas son decisiones que van marcando nuestra vida y que nos van encauzando por uno
u otro camino como si de un sendero donde hay opciones que debemos ir tomando
se tratara. Obvio que en este escenario no sabemos lo que a la vuelta no de
días, ni de semanas, ni de meses sino de años nos depare el habernos aventurado
por el camino que elegimos.
Muchas
personas hay que ante esto literalmente se paralizan. Digo literalmente pues no
toman ninguna decisión con lo que su vida se queda estancada pues para avanzar
(e incluso para retroceder) debemos tomar decisiones, arriesgarnos. En un
taller les planteé lo siguiente. Con una moneda les dije que imagináramos que
arriesgaríamos a cara o cruz equis cantidad de dinero, tiré varias veces la moneda
n ocasiones algunos ganaban y otros perdían.
Ahora bien, les pregunté, ¿cuál sería la forma en que no asumieran riesgo
alguno ustedes en este juego? Después de pensarlo la respuesta fue obvia: no
participar.
Con
esto solicité que algunos no participaran con lo que el juego imaginario siguió
dando nuevos ganadores y perdedores. ¿Y los que no habían jugado? Se habían quedado
exactamente igual que cuando iniciamos esta segunda etapa, no habían perdido,
eso sí, pero tampoco habían ganado.
Igual
es la vida. Quien no desea arriesgarse a perder la única opción que tiene es no
arriesgar, pero igual que en el ejemplo anterior eso genera una paradoja pues del
riesgo pasa a la certidumbre pero de ni ganar ni perder, en otras palabras, de estancarse.
La
vida, al ser dinámica y cambiante, sorpresiva e inesperada, es riesgosa, la única
manera de no arriesgarse es no hacer nada, pero esta actitud conlleva un estancamiento
existencial, así que no olvides: quien no se arriesga por no perder, lo único
que asegura es no ganar.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/Q3uXkE62DSU
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