En
alguna ocasión todos hemos buscado consejo sobre alguna decisión que debiéramos
tomar en nuestra vida, a menos que me equivoque una de las cosas que consideramos
cuando buscábamos ese consejo es que la persona ejemplificara vivencialmente la
temática a consultar, pues con nuestra intención de cambiar el mundo sucede lo
mismo: debemos dar ejemplo de que sabemos, podemos y queremos.
Imaginemos
que vamos con un contador que tiene un desorden en sus operaciones contables y
fiscales, o un arquitecto cuya casa (hecha por el mismo) está llena de
defectos, o un entrenador deportivo cuya vida es más bien muestras de excesos,
ninguno de estos nos daría para nada confianza, ¿verdad? Igual pasa cuando nos
lanzamos a querer arreglar el mundo.
Antes
que nada quiero aclarar que ese “arreglar el mundo” se refiere a ese esfuerzo
mucho muy limitado que por nuestra propia naturaleza tenemos de querer darle
orden y mejora a lo que nos rodea. Este orden y mejora va desde las opiniones
que día con día sobre diversos temas hacemos, hasta aquellas pequeñas luchas
por cambiar equis o ye cosa, pero en todos los casos lo que habla antes que
nosotros es nuestra propia persona. Me explico.
Cuando
digo que nuestra propia persona habla antes que nosotros me refiero a que
nuestro ejemplo, nuestra vida, nos antecede ante los demás por lo que lo que decimos
luego puede tener peso o no en quienes no oigan.
Al
igual que los ejemplos anteriores donde el contador, el arquitecto o el entrenador
, dijeran lo que dijeran invalidaban sus dichos con sus hechos, con su persona,
nosotros mismos debemos prestar atención a que no sea lo mismo cuando hablamos
de cómo el mundo sería un lugar mejor.
Todo
lo anterior se resume en el ejemplo que nuestra persona da, en ese soporte que
lo que somos le da a lo que decimos, esa congruencia que los demás, voluntaria
o involuntariamente buscan en nosotros para ver si sabemos de lo que hablamos,
si creemos en lo que hablamos.
Las
palabras mueven, pero el ejemplo arrasa, dice un dicho, en este sentido es perfectamente
aceptable que intentemos arreglar este mundo en el que vivimos, nomás hay que
cuidar que nuestro ejemplo no invalide aquello que expresamos, después de todo
la mejor tarjeta de presentación en tus intentos de cambiar al mundo es tu
ejemplo.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/_a65OdrLtGA
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