miércoles, 18 de diciembre de 2024

Logro sin esfuerzo no sabe, no se valora, y lo que es peor, la mayoría de las veces no dura


 La lucha por lo que deseamos en esta vida, sea esto una meta material, intelectual e incluso espiritual, tiene dos momento claros: uno es precisamente el del  sfuerzo

necesario para alcanzar la meta, la otra el momento mismo de obtenerla; en la medida que exista una reciprocidad entre esfuerzo logro, la lucha nos permitirá no solo valorar lo conseguido, sino forjar nuestro carácter.

 

Bastante documentado está el fenómeno de aquellos padres que, habiendo pasado privaciones en su infancia, buscan de alguna manera subsanar eso dándoles todo a sus hijos sin que éstos se esfuercen para conseguirlo, generando al contrario de lo deseado, personas egoístas, caprichosas y sin carácter.

 

También tenemos esos ejemplos de quienes, en un giro de la fortuna logran de hacerse de fama, poder o dinero de la noche a la mañana, y que terminan despilfarrando, no solo eso que obtuvieron, sino su vida misma.

 

Por último, creo que en algún momento de nuestra vida todos hemos siquiera fantaseado con lo que haríamos si nos sacáramos la lotería o, en el caso de las mentes más fantasiosas, si nos encontráramos con un genio que nos concediera lo que pidiéramos.

 

No podemos negar que una tendencia humana, y creo incluso de la naturaleza misma, es aquella que marca al logro de las cosas a través del menor esfuerzo, en ese sentido, en muchas ocasiones uno quisiera que eso que deseamos o incluso  que necesitamos, se nos fuera concedido con el menor esfuerzo, siendo ese menor esfuerzo en algunos casos nulo completamente.

 

El pensamiento anterior, si bien es lógico y entendible, deja por fuera la arista de lo que sucede en nosotros mismos mientras estamos en la batalla: una transformación externa e interna que nos posibilitará para llegar a estadios de desarrollo que no hubiéramos siquiera imaginado.

 

Te sugiero un ejercicio, un ejercicio que en mis talleres de liderazgo propongo, piensa en una meta que haya significado por una parte un logro del cual estás orgulloso, y por otra un esfuerzo constante y una lucha considerable para alcanzarla. Date tiempo para tener claridad en esta idea: la meta y el esfuerzo. Ahora, de manera honesta contéstate a ti mismo las siguientes preguntas: ¿te hubiera sabido igual el logro de esa meta si no hubieras luchado tanto por ella?, ¿eres el mismo al inicio de esa lucha que te dio la meta que al final de la misma?, ¿qué crees hubiera sido diferente contigo si la meta se hubiera conseguido sin esfuerzo?

 

No quiero ser yo quien te dé las respuestas a las anteriores cuestiones, si te das el tiempo para reflexionar descubrirás muchas cosas importantes para ti como persona y para tu vida como camino y como destino. Solo quiero cerrar esta reflexión con una breve historia: un padre de familia estaba haciéndole el desayuno a su esposa en su aniversario, su hija menor se ofreció a hacerle el jugo de naranja, la niña ya estaba sacando las naranjas para cortarlas y exprimirlas cuando por la premura el papá le dijo que por qué no mejor le vaciaba en un vaso uno de los jugos de naranja enlatados que tenían en la alacena, a lo que la niña le respondió que si hiciera eso, entonces el jugo que le diera ella a su mamá no sería realmente de ella, sino de la persona que hizo el jugo enlatado. El padre entendió la lección.

 

No todo logro es un éxito ni todo fracaso una pérdida, si somos capaces de estar realmente consientes en la maravilla que llamamos nuestra vida nos daremos cuenta que más allá de los rendimientos o las mermas, estamos nosotros, tanto con lo que hemos sido como con lo que, tal vez más importante aún, podemos llegar a ser.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx

 

 

Este artículo puede verse en video en  https://youtu.be/QTk7yuA9jmI

 

 

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jueves, 12 de diciembre de 2024

Cada día es una oportunidad no solo de lograr cosas sino de ser más



En el mundo exigente y competitivo de la actualidad, una manera de medir y medirnos es precisamente a través de logro de metas, metas que generalmente

están materializadas en cosas que se obtienen, pero detrás de esas cosas

siempre estará nuestra persona, por lo que el hacer, el tener y el ser deben cuidarse, cultivarse y trascenderse.

 

Yo creo que a todos nos ha tocado saber vía noticias de algún famoso, sea éste un cantante o actor, que termina de manera drástica sus días atentando contra su vida por el gran vacío existencial experimentado. Dado que uno solo ve el glamour que significa la fama tiende a creer que la vida de estas personas está plena llenándonos noticias como esta de asombro y estupor.

 

La frase “el dinero no hace la felicidad” todos la hemos escuchado, pero tampoco la falta de éste la garantiza, la cuestión como en mucho de la vida humana es el término medio, donde exista un equilibrio de los factores que nos hacen humanos y de los valores que llenan nuestras vidas, ¿y cómo lograr este equilibrio? No descuidando nuestro ser por nuestro tener.

 

La vida actual exige y exige mucho, en ocasiones incluso tenemos que decidir entre lo que pensamos y sentimos y entre lo que deseamos y queremos, esta lucha cobra mayor fuerza cuando la consecución de nuestras metas requiere (o al menos así lo vemos nosotros) el que traicionemos ciertos principios o valores personales, pero esto no es así.

 

Es verdad que en ocasiones no alcanzaremos la meta si es que no transigimos en ciertas formas de pensar, pero hay que aclarar: no la alcanzaremos de esa forma pero (y este es el gran pero que a veces se nos olvida) siempre hay más de una

forma de alcanzar la meta.

 

Si tienes que traicionar tus principios, tus ideas, tus valores, en una palabra tu conciencia, para lograr lo que quieres, estarás pagando un precio mucho muy alto por la meta. Pero eso no es todo: habrás aceptado que la meta (sea la que sea) se erija como tu dueña y señora sometiéndote a las condiciones establecidas.

 

Por el contrario, cuando luchas y luchas y luchas, pero llegado el momento no sacrificas lo que eres para conseguir la meta a toda costa, tenlo por seguro que comienza a obrarse un milagro ya que te haces dueño y señor de tu vida, una persona que decide por sí misma, y en esas condiciones se abren no uno sino muchos caminos hacia la meta, y aunque así no fuera, créeme que lo que obtienes es mucho más valioso: tu libertad como persona y tu integridad como ser humano.

 

No confundas el tener con el ser, ambos van de la mano en esta vida pero el ser mueve al tener, pensar y aceptar lo contrario es perder nuestra esencia para someternos a los dictados de lo que deseamos obtener, así que no lo olvides cada día es una oportunidad no solo de lograr cosas sino de ser más.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

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Este artículo puede verse en video en  https://youtu.be/-U_q_RAnN14

 

 

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miércoles, 4 de diciembre de 2024

La vida es un río, si no avanzas con decisión hacia donde quieres, la corriente te arrastrará hacia donde no quieres


 

Hay una máxima que indica que en esta vida la única constante es el cambio, más allá de las cuestiones filosóficas implicadas en este axioma, la idea subyacente de

dinamismo vital permanece y en ese dinamismo nuestro papel puede y debe ser proactivo.

 

Hay un chiste del cual se puede, como en todo, sacar varias lecturas, el chiste dice que una persona llega a una pizzería y ordena una pizza familiar, ya cuando está lista viene el mesero y le pregunta si quiere que la pizza se la partan en ocho pedazos o en cuatro, a lo que el amigo en cuestión le responde que mejor se la corte en cuatro porque cuatro pedazos si se los puede comer pero no así ocho.

 

En ocasiones creemos que por el simple hecho de que creamos que las cosas son de tal o cual forma, así serán. Como en la historia podemos hacer ciertas argumentaciones que nos faciliten cierta actividad (o inactividad) pero que a la vez funcionen como justificaciones para no ir más allá.

 

La imagen de pretender cruzar un río al referirnos a la vida, como se señala en el título, es correcta, pero habría que agregar que no se trata de un río tranquilo de aguas mansas sino de un río embravecido de aguas caudalosas.

 

Veamos la infinidad de gente que podemos conocer, oír, ver en unos cuantos días: todos ellos influyen de una forma u otra en nosotros. Agreguemos las circunstancias que todos los días vemos, sentimos e incluso sufrimos. Todavía más: pongamos en esta mezcla todos esos imponderables que vienen finalmente cambiando en mayor o menor medida nuestros planes y proyectos. Y por si fuera poco, agreguemos todo aquello que física, mental o espiritualmente nos bloquea por miedo o comodidad. ¿Ves que ese río que simboliza la vida es un río embravecido?

 

El avanzar con decisión en ese río que simboliza la vida se refiere a tener claridad en las ideas, voluntad en las acciones, carácter en las intensiones y tenacidad en el esfuerzo. Es saber qué quiere uno y, aunque uno no sepa cuándo lo tendrá, hacer constantemente el esfuerzo para conseguirlo.

 

Creo que todos hemos conocido a una u otra persona de esas que siempre le echan la culpa a todo lo demás de lo que les ha pasado: sus padres, sus amigos, la sociedad, el gobierno, ¡Dios!, todos tienen responsabilidad en lo que le ha pasado menos él. Y no podemos negar que existe esa influencia de elementos externos en nuestra vida, pero de la misma forma no podemos negar que la última palabra la tenemos nosotros. Y pruebas también hay muchas.

 

¿Cuántas historias, cercanas o lejanas, no conocemos donde, a pesar de serias pruebas de vida, quienes las vivieron salieron adelante como ejemplo de éxito y superación? Yo creo que varias. ¿Y cuál es la diferencia entre esos que han tenido éxito y los otros quienes amargamente se quejan de que las circunstancias los han llevado a ser lo que son? Decisión. Decisión para vivir, para soñar, para intentar, para equivocare, para caer, para levantarse y para triunfar. Y esta es la parte más difícil ya que la decisión implica que nos hacemos responsables de

nuestra vida y ya no tenemos a quien más echarle la culpa de nuestros fracasos, erigiéndonos, así como constructores de nuestro propio destino.

 

No pienses que con solo irla pasando en esta vida es como se logran conseguir las cosas, todo requiere de un esfuerzo, un esfuerzo pensando, sentido y aceptado, después de todos la vida es un río, si no avanzas con decisión hacia donde quieres, la corriente te arrastrará hacia donde no quieres.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Este artículo puede verse en video en  https://youtu.be/uyXDwE1j6mA

 

 

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jueves, 28 de noviembre de 2024

Cada sueño se busca, se acecha, se caza, y una vez que se ha conquistado ¡se va por el siguiente!


 La inconformidad que como seres humanos experimentamos nos habilita para buscar la perfección y la excelencia, perfección y excelencia que por su misma definición tal vez nunca alcancemos completamente, pero que nos dará en nuestro

caminar la conquista de metas y, más importante aún, de nosotros mismos.

 

Todos hemos escuchado de Thomas Alva Edison e incluso si alguien nunca ha oído de él, si se ha beneficiado de uno de sus más conocidos inventos: la bombilla eléctrica. Lo que tal vez no muchos sepan de Alva Edison es que en su vida llegó a patentar 2,332 inventos (1,093 tan solo en Estados Unidos) estableciéndose como un referente de la innovación aplicada.

 

Volteando a nuestra vida, uno puede establecerse algunas metas que valgan la pena, pero de la misma forman no debe dejar de ver esas pequeñas metas (o logros) que uno puede ir consiguiendo conforme se avanza, como me gusta decir, una gran muralla está construida de millones de pequeños ladrillos. Imagínate cruzar un puente, uno de esos puentes de madera donde en ocasiones cientos de tablones amarrados permiten a uno cruzar de un lado a otro. El llegar de un lado a otro llevará el caminar poco a poco sobre ese puente, nadie en su sano juicio se abatiría si al primer paso no llegara a la meta, se requieren de varios pasos sobre varios tablones para llegar de un extremo a otro.

 

De la misma forma cuando uno avanza por la vida, cuando uno se establece metas, requerirá de avanzar paso a paso a través de pequeñas metas, pero no por ser pequeñas son menos importantes, son como los tablones del puente, si hicieran falta cinco, diez o más prácticamente harían imposible ir de un lado a otro. Cada tablón, cada meta, se vuelve así parte de una cadena de logros que nos conducen a la meta final. Y aún llegando del otro lado del puente (o consiguiendo la meta establecida), vienen luego más puentes (y más metas) para avanzar (y

conquistar).

 

Hagamos un pequeño ejercicio: piensa en algo que hayas conseguido en el último año, una meta que hayas alcanzado. Ahora piensa en algo que hayas conseguido antes sin lo cual no hubieras logrado esta meta que estamos pensando. Por último piensa en algo que hayas conseguido antes de esto último sin lo cual no hubieras logrado lo que te sirvió para conseguir la meta.

 

Podríamos continuar con este ejercicio hasta descubrir todas esas metas o conquistas que te permitieron llegar hasta donde estas. Cuando he realizado con tiempo este ejercicio en talleres de liderazgo llegamos a identificar incluso metas que vistas a la distancia parecen triviales pero que sin las cuales no se hubieran conseguido las metas actuales, ¿ves la importancia de todos los logros que obtenemos en nuestra vida?

 

Pero esto no termina aquí, incluso la meta más reciente, la meta más grande, solo es parte de un eslabón mayor, en unos años podremos voltear a este momento y ver cómo es que ésta meta, ésta “última” meta, no fue realmente última sino que permitió posteriormente lograr más metas y avanzar así en la vida.

 

Nuestro andar no nos habla de una sola meta, nos habla de muchas, de múltiples de variadas, y por eso nos señala una vida rica en experiencias y aprendizajes, después de todo cada sueño se busca, se acecha, se caza, y una vez que se ha conquistado ¡se va por el siguiente!

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Este artículo puede verse en video en  https://youtu.be/1doUHXRjqlw

 

 

También del mismo autor: Curso internacional para el mundo de habla hispana  “¿Tu helado se derritió? -Construcción dinámica de liderazgo trascendental-”. Más información en: https://bit.ly/3YjYptw

 

 


miércoles, 20 de noviembre de 2024

Todo gran sueño implica grandes sacrificios, pero estos se compensan con creces con la conquista de la meta


 

Toda meta, personal, profesional e incluso social, implica un avanzar hacia ella, un avanzar que no pocas veces está exento de luchas, esfuerzos y sacrificios, si

bien estas luchas, esfuerzos y sacrificios en su momento pesan, cuando se conquista la meta se muestra con orgullo pues es con eso con el que pagamos el derecho a hacer de la meta algo nuestro.

 

El caminar por la vida tiene cuestiones que son por demás interesantes, una de estas cuestiones es la manera en que los retos actúan sobre nuestra persona forjando nuestra voluntad y nuestro carácter. Este forjar voluntad y carácter puede compararse con ese entrenamiento donde uno va adquiriendo condición física para algo aunque de inicio el entrenamiento sea pesado, difícil y a veces incluso doloroso.

 

En una ocasión dando un taller de liderazgo les pregunté a los presentes que si a quien le gustaba batallar en la vida, obvio que ninguno de los presente levantó la mano. Hasta ahí deje la pregunta y pasamos a la siguiente actividad: se trataba de poner una meta que hubieran logrado, una meta de la cual se sintieran orgullosos, una meta que fuera muy importante para ellos. Todos pusieron metas de gran alcance, trascendentes incluso para su propia vida. Después les pedí señalaran todos los sacrificios y esfuerzos (o al menos los más importantes) que hubieran tenido que hacer para alcanzar la meta. En esto hubo de todo, desde cuestiones personales hasta profesionales. Por último les pedí que levantaran la mano los que creyeran que el logro de esa meta hubiera sido igual si no hubieran tenido que pasar por todo lo que pasaron. Nadie levanto la mano.

 

Una meta que valga la pena, una que realmente lo valga, requerirá de luchas esfuerzos y sacrificios, momentos difíciles por decirlo en cierta forma que muchos no desearían para sí y que incluso en el momento son rechazados pues vienen a sacar de ese confort a quien lo padece pero de la misma forma vienen a darle un valor intrínseco a la meta, independientemente del valor objetivo que tenga, por el simple hecho de lo que costó alcanzarla.

 

Pero esto no termina ahí, de la misma forma esas vicisitudes ocasionan cambios internos en quienes las sufren, no solo haciéndolos crecer sino llevándolos a saberse más grandes, más fuertes y mejores de lo que creían. Ese en ocasiones sufrir es como el crisol que forja el acero, las altas temperaturas de las pruebas generan en nosotros un cambio interno que va forjando nuestra personalidad.

 

El problema de nuestra actualidad es que la manera fácil, rápida y sin esfuerzo de lograr muchas cosas genera en nosotros una predisposición a que todo se haga bien y rápido, pero los cambios internos no están sujetos a las modernidades actuales y requieren de los esfuerzos de uno para lograr transmutarse en la excelencia personal que todos poseemos.

 

Esta reflexión no es para ver las formas o maneras de sacarle la vuelta a los problemas, al contrario, busca motivar en cada uno la dinámica interna que permita enfrentar y superar los obstáculos que se nos presenten con la visión de que más adelante toda lucha y esfuerzo será de valor, después de todo, todo gran sueño implica grandes sacrificios, pero estos se compensan con creces con la conquista de la meta.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

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Este artículo puede verse en video en  https://youtu.be/Q0W-8RJbNN0

 

 

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miércoles, 13 de noviembre de 2024

Solo merece esperar un futuro mejor quien está dispuesto a luchar por él


 

Hay dos hechos de vida que son indiscutibles: uno se refiere a que en efecto aún hay mucho trabajo por hacer en el mundo; el otro es que, por más obvio que parezca, alguien tiene que hacer ese trabajo.

 

La frase “ya resolvimos el mundo” es frecuentemente utilizada cuando, en platica de sobremesa o tomando un café, quienes están reunidos analizan diferentes problemas encontrando la solución idónea para los mismos. Si bien esa frase se dice con cierto sarcasmo la idea subyacente es que nada se soluciona solo hablando de ello sino que necesaria y forzosamente requerirá de acciones para ello, y ahí es precisamente donde, como también coloquialmente se dice “la puerca tuerce el rabo”, es decir, donde en muchas ocasiones se topa uno con pared.

 

Los problemas del mundo, del mundo en general y del mundo en que cada uno vive cotidianamente, son múltiples. La misma esencia de los problemas indica que son algo difícil de abordar, sea por que en algunas ocasiones la solución técnica de los mismos no es tan clara, viable o factible, o (en el mayor de los casos) por los intereses personales o grupales subyacentes al problema.

 

Una imagen que me gusta utilizar cuando hablo de este tema es la siguiente: a todos nos gusta la limpieza pero a nadie le gusta agarrar la escoba, peor aún, hay quienes se molestan con quienes agarran la escoba ¡por el polvo que levantan mientras barren! Tal vez esto parezca de locos, pero es una triste realidad: no solo faltan manos para ponernos a trabajar en los grandes problemas que enfrentamos sino incluso que a esas manos las dejen hacer su trabajo.

 

Y hablando de luchas por un futuro mejor, esas luchas no se refieren única y exclusivamente a lo externo, a los problemas que como sociedad enfrentamos, no, en gran medida se refiere más bien a los problemas que cada quien como individuo enfrenta, sobre todo internamente, después de todo la sociedad no es más que el reflejo colectivo de lo que en lo individual cada quien somos.

 

¿Qué tenemos de luchas en lo personal? Nuestras metas, nuestros defectos, nuestros vicios, nuestros paradigmas, eso es lo que depende de nosotros y que nos volverá mejores. ¿Qué tenemos de luchas en lo colectivo? La justicia, la legalidad, la transparencia, la inclusión, eso es lo que depende de todos, pero (como siempre el gran pero) que no será posible alcanzar en tanto no hallamos afianzado las bases de lo que queremos en el interior de nuestra persona.

 

¡Ah!, y lo que no debemos olvidar es que en todos los casos se requerirá de lucha, ¿lucha por qué? pues simplemente por cambiar las cosas, ¿y por qué habríamos de querer cambiarlas? Esa respuesta debe darla cada quien ya que si no hay un motivo personal para buscar un mejor futuro de manera personal y colectiva, de inicio el proyecto está destinado al fracaso.

 

Para enfocar lo anterior, dime algo que quisieras mejorar en ti de manera personal y otra cosa que quisieras ver mejorada en la sociedad de manera colectiva. Ahora de ambas cosas, dime de cada una lo que crees es lo más difícil para lograr eso que deseas. Por último, dime una acción (así es: solo una) que vayas a hacer hoy (no mañana sino hoy, al terminar de leer este artículo) que te lleve a superar ese obstáculo, aunque sea en una pequeña proporción. Este ejercicio es muy útil para mostrarte que siempre hay algo que se puede hacer para lograr lo que queremos, pero que depende de nosotros eso.

 

La patente inconformidad que experimentamos nos señala que estamos hechos para la excelencia y la plenitud, tanto de manera personal como colectiva, y esa misma inconformidad puede usarse para día a día avanzar un poco en nuestras  metas, después de todo solo merece esperar un futuro mejor quien está dispuesto a luchar por él.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Este artículo puede verse en video en  https://youtu.be/0gcmCD40FS4

 

 

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jueves, 7 de noviembre de 2024

Cada meta no solo te lleva al éxito si no que además te acerca cada vez más a la persona que realmente eres


 Todos hemos sentido en alguna ocasión el deseo de “ser alguien” en la vida, ese

“ser alguien” no se refiere a otra cosa que llegar a ser uno mismo, solo que ese proceso requiere que en el camino logremos muchas cosas externas que evidencien esos cambios internos.

 

Desde el primer instante que un bebé llora para obtener algo tan básico como es el alimento, los seres humanos experimentamos en nuestra vida una constante necesidad por tener, por hacer, por poseer. Siempre estamos, por decirlo en cierta forma, inconformes con lo que somos, lo que tenemos o lo que poseemos.

Siempre queremos más.

 

Esa perenne insatisfacción, que nos impele a continuamente estar en la búsqueda de algo más, es un reflejo de nuestro verdadero potencial: no estamos hechos para la mediocridad, sino para la excelencia, por eso no podemos conformarnos más que con la perfección.

 

Obvio que este deseo puede volverse crítico en nuestra vida si se desarrolla de manera patológica creando conflictos no solo internos con nosotros mismos sino incluso con las personas que nos rodean, pero por lo general es una fuerza dinámica que nos motiva a desarrollarnos, a crecer, a conquistar y conquistarnos.

 

Y en esto hay una pequeña trampa. Por nuestra propia naturaleza se nos facilita más lograr cosas externas a nosotros mismos: un negocio, una amistad, un estudio, una meta. Esta facilidad surge por el hecho de que las metas externas son fácilmente identificables tanto en cuanto lo que queremos como en cuanto al indicador de cuándo lo hemos conseguido. Lo interno, nosotros mismos pues, es más difícil.

 

Pero la trampa, por decirlo así, es precisamente esa: lo que nos mueve a lograr cosas externas también nos va facultando para desarrollar nuestro potencial interno, ¿Cómo es eso? Simplemente con los retos, obstáculos e incluso las caídas que experimentamos.

 

Es como quien quiere levantar una pesa, de esas de muchos kilos, la meta impuesta lo llevará a entrenar y capacitarse hasta que pueda levantar la pesa, pero al mismo tiempo le desarrollará los músculos necesarios para ello y, más allá de ello, le dará una disciplina basada en la constancia del esfuerzo que finalmente lo conducirán a ser más que lo que era antes de iniciar su búsqueda de esa meta.

 

Acabamos de mencionar que incluso las caídas sirven para el logro del propósito de convertirnos en lo que realmente somos, ¿por qué?, pues porque las caídas nos hacen reconocernos humanos, nos dan una visión distinta de la vida, nos habilitan el carácter, nos fortalecen la intención y nos otorgan humildad.

 

En el caminar por la vida es bueno de vez en cuando detenerse para ver lo que se ha avanzado y lo que se ha conseguido, pero sobre todo para en una retrospectiva ver todo lo que hemos cambiado y cómo es que ese mismo andar nos ha ido moldeando, después de todo cada meta no solo te lleva al éxito si no que además te acerca cada vez más a la persona que realmente eres.

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Este artículo puede verse en video en  https://youtu.be/FHfUkPErsAQ

 

 

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