Tal
vez una de las peores cosas que pueden pasarnos en esta vida son precisamente
los errores que cometemos, pero de igual manera, si nos fijamos bien, pueden estos
errores llegar a ser un punto a partir del cual logremos impulsar nuestro
crecimiento personal.
Un
error puede significar muchas cosas: falta de capacidad, percepción limitada, confianza
exacerbada y sin sustento, etc., pero en todos los casos denotará algo
negativo, más que de las circunstancias que conllevaron al error, de nosotros
mismos. Es por esto que a nadie nos gustan los errores: nos muestran de una
forma que no queremos que nos vean y, peor aún: de una forma que no queremos
ser para nosotros mismos.
Independientemente
de lo que origine un error, vamos viendo qué podemos hacer con él, y para ello
sólo tenemos dos opciones: o dejamos que el error nos avasalle, o bien vemos la
manera de aprender de él para ser mejores.
La
primer opción es la más sencilla, incluso podríamos decir que es la más
fácil pues implica derrotarnos, tirar
todo por la borda, dejar de esforzarnos, pero además nos pone, generalmente, o
en una oposición de víctima o en una posición de verdugo, ambos lados opuestos
de la misma moneda, una moneda falsa e ilusoria que corresponde, no con la
realidad, sino con la percepción que de la realidad tenemos.
La
segunda opción es la más difícil ya que implica no sólo aceptar el error, sino
verlo cara a cara y de él aprender, lo cual implica ver y saber qué áreas de
oportunidad detectamos para trabajar en ellas.
Como
podemos ver la segunda opción requiere un esfuerzo no doble, sino triple:
primero para seguir avanzando en la vida y no dejarnos abatir por el error,
segundo para enfrentar, aceptar y usar el error cometido, y tercero para
trabajar en mejorar esa área de oportunidad que hallamos detectado en nosotros.
El
seguir avanzando en la vida implica decisión, carácter, esfuerzo. La primer
reacción ante un error es abatirnos, por un lado por la depresión natural ante
el caer, pero también en ocasiones por que nos autocastigamos pensando que no
somos merecedores de seguir caminando para buscar ser más y mejores.
El
enfrentar, aceptar y usar el error cometido implica verlo de frente, no
ocultarlo, no dorarlo, no colorearlo, tratar, aunque sea difícil, de abordarlo
lo más objetivamente que sea posible, por una parte para determinar aquellas
circunstancias ajenas a nosotros que coadyuvaron a cometer el error (y que por
ser ajenas están fuera de nuestro control), y por otro lado para dejar muy claras
y delimitadas nuestras responsabilidades en el error cometido.
El
trabajar en mejorar esa área de oportunidad que hayamos detectado en nosotros
implica vernos y sabernos más que el error cometido, entender que el
sentimiento negativo experimentado implica que el error no es lo que somos ni
lo que podemos llegar a ser, pero sí una evidencia de algo que tenemos o de lo
que carecemos, y que nos está obstaculizando avanzar en nuestras metas. Con esto,
ponernos a trabajar para mejorar esa área de oportunidad detectada.
Caer,
tropezar, fallar, no es el fin del mundo, en tanto tú no quieras lo sea.
¿Cometiste un error? ¡Excelente! Has descubierto un área de oportunidad de
mejora personal.
Roberto Celaya
Figueroa, Sc.D.
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