jueves, 26 de junio de 2025

Detener tu andar no mantiene la distancia entre tú y tus sueños sino que la incrementa


 En muchas ocasiones usamos la imagen del andar o el caminar para referirnos a nuestro paso por esta vida, pero contrariamente al andar o caminar real, si nos detenemos en la vida no solo no avanzamos, sino que curiosamente retrocedemos.

 

En otras ocasiones he comentado la necesidad de detener nuestro andar por la vida cuando nos sentimos cansados con la finalidad de retomarlo una vez recuperadas nuestras fuerzas, esta sugerencia reconoce el hecho de que como personas nos cansamos y que lo más saludable física, emocional, intelectual e incluso espiritualmente hablando es recuperarnos para retomar nuestro paso.

 

Eso, que es algo eminentemente práctico, no implica el detenernos definitivamente en nuestro camino a nuestras metas, sueños y objetivos; tampoco implica el diferir el seguir nuestro andar aún y cuando nuestras fuerzas se hayan recuperado solo por desidia o comodidad; implica recobrar las energías para seguir luchando por ellos.

 

Cuando hablo de esto me gusta hacer una comparación entre lo que es la vida física y lo que es nuestra vida personal, una comparación que muestra cuán diferente es una cosa de la otra. Identifica dos puntos A y B distantes entre sí geográficamente, imagina ahora que partes del A al B y que avanzas lo que quieras pero en un punto intermedio te detienes; suponiendo que sabes la distancia que te separa desde donde te detuviste y hasta el punto B, imagina te mantienes ahí por el tiempo, el que quieras, te pregunto ¿si pasa un día la distancia será mayor? ¿y qué tal si pasa un mes, un año o diez años? Obvio que la distancia entre dos puntos en el mundo físico no se incrementa por el tiempo que transcurra.

 

Ahora veamos otro ejemplo. Supón que quieres mejorar tu nivel de dominio de un idioma y comienzas a estudiarlo con mucho ímpetu, pero a los años, ya que has alcanzado cierto nivel dejas el estudio y la práctica, ¿qué pasaría con tu conocimiento del idioma si pasan uno, dos, tres, cinco o diez años? Es lógico suponer que perderías mucho de lo aprendido, pero en caso extremo ¿pudieras llegar al mismo punto en que comenzaste o a un punto inferior a este?

 

Yo sostengo que podrías llegar a un punto inferior, ¿cómo es esto? Sencillo: el idioma sigue avanzando, hay nuevos modismos que se incorporan como parte de la cultura por lo que al paso del tiempo no solo habrás perdido lo logrado sino que

será más lo que desconozcas.

 

Eso mismo podemos decir de otros aspectos de la vida tanto en su forma profesional, social, cultural, política, religiosa y demás: todo sigue avanzando, la sociedad y la vida misma se mueven, así que en el caso de la vida, a diferencia que en el mundo físico, el detenerte incrementa la brecha entre tu persona y lo que deseas.

 

¿Nunca lo habías pensado así? Yo conozco mucha gente que cree que puede dejar lo que quiere y que de la misma forma cuando quiera puede retomar su lucha por ello como si las cosas se quedaran estáticas en los puntos donde las dejó, esperando solo a que sean retomadas para continuar de la misma forma que antes.

 

La vida no es una película que uno puede detener y que puede retomar donde se quedó en el momento que uno lo desee. El creer eso hace que en muchas ocasiones nos encontremos personas que se quejan de que la vida “se les fue” sin saber cómo y, lo que es peor aún, sin lograr (o al menos intentar lograr) lo que querían.

 

No creas que el dejar de trabajar por lo que queremos dejará las cosas estáticas para cuando quieras retomar la lucha, como dice una frase “el martes no le pide permiso al lunes para llegar”, más bien ten en mente que detener tu andar no mantiene la distancia entre tú y tus sueños sino que la incrementa.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx

                                                    

 

Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/afqrcNAwmw4

 

 

También del mismo autor: Curso internacional para el mundo de habla hispana  “¿Tu helado se derritió? -Construcción dinámica de liderazgo trascendental-”. Más información en: https://go.hotmart.com/B91847525Q

 

 


miércoles, 18 de junio de 2025

¿Qué no te gusta el plato que la vida te sirvió? ¡Pues levántate y prepárate otro!


 

La inconformidad permanente que como seres humanos experimentamos nos sirve para buscar día con día mejorar nuestra situación, la de los demás, y mejorarnos como personas, pero de la misma forma puede servirnos de pretexto para la desidia, la desmotivación y para querer cargar en los demás la responsabilidad de nuestra vida.

 

Cuando uno lanza al viento sus palabras nunca sabe qué es lo que éstas traerán de vuelta, lo que sí es que siempre esto nos sorprenderá. En una ocasión con motivo de un artículo que sobre liderazgo y emprendedurismo publiqué un lector se tomó el tiempo para escribirme un comentario donde, a su ver, justificaba el por qué él no había podido hacer gran cosa de su vida, achacando a lo que le había tocado vivir la causa de eso y señalando que el artículo, si bien era motivador, era difícil de aplicar.

 

He aprendido que la experiencia personal de cada quien es sumamente valiosa y que merece respeto aún y cuando su visión no coincida del todo con la nuestra, en este caso actué de igual forma y más que convencer en la razón personal sobre mi artículo, le di la razón a quién me escribía en el sentido de lo difícil que le había resultado su vida, pero al final le lancé la pregunta que regresaba la responsabilidad de su vida en sus manos “¿qué estás haciendo para cambiar todo eso?”

 

Esa misma pregunta me la hago a mí mismo, y en esta ocasión te la hago a ti, cuando las circunstancias que nos han tocado vivir no son del todo de nuestro  grado, o peor aún, para nada favorables con nuestro ideal de proyecto de vida: “¿qué estás haciendo para cambiar todo eso?”

 

Las cosas que nos pasan en muchas ocasiones no son controlables en el sentido que no dependen de nosotros. Uno es parte de un sistema infinito de variables donde no puede siquiera el creer que pueda controlarlo como para responsabilizarnos de nuestro entorno y lo que nos pasa, pero lo que sí podemos responsabilizarnos es de lo que depende de nosotros, y esas son nuestras acciones, nuestras emociones, nuestros pensamientos.

 

A pesar de lo anterior, hay personas que al parecer razonan ese mismo cuadro de otra forma: se molestan por las cosas que les pasan como si de ellas dependiera lo que les sucede y le achacan a los demás, sean eventos o personas, la responsabilidad sobre los actos que ellos deberían desempeñar. Todo esto es una sinrazón.

 

Los demás no son responsables de lo que hacemos o no hacemos, de la misma forma nosotros no somos responsables de lo que nos pasa y que excede nuestras capacidades para incidir en dichas eventualidades. Entender esto nos permite retomar la responsabilidad sobre nuestra vida no buscando ni victimas (nosotros) ni victimarios (los demás, sean eventos o personas) de lo que llamamos nuestro proyecto de vida.

 

Independientemente de todo esto hay ocasiones en que aunque hagamos y deshagamos no podemos cambiar ciertas cosas que nos pasan, pero el solo hecho de no quedarnos tirados a la orilla del camino de nuestra vida nos habilita para encontrar otros caminos por los cuales transitar.

 

Siempre que te encuentres quejándote de lo que te ha pasado en la vida recuerda que nuestra responsabilidad está en lo que podamos hacer no tanto con lo que hemos recibido sino incluso a pesar de lo que nos ha faltado, así que recuerda ¿qué no te gusta el plato que la vida te sirvió? ¡Pues levántate y prepárate otro!

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

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Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/hQjiyAS8xmg

 

 

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jueves, 12 de junio de 2025

Si quieres algo encontraras el camino para alcanzarlo y si no lo hay ¡tú mismo lo trazaras!


 La conquista de una meta no solo implica el saber qué es lo que se quiere lograr sino también cómo es que se va a lograr, de la claridad que exista en ambos dependerá la eficiencia de los esfuerzos que hagamos, lo cual no quiere decir que todo esté ya hecho, pero sí que podemos hacer lo que haga falta.

 

En ocasiones sucede algo curioso: la mayoría de nosotros tenemos cierta claridad en lo que queremos lograr, pero de manera inversa la forma o el cómo para lograr eso carece de definición. El objetivo, la meta, es algo que tiene características definidas pues responde a un deseo personal, pero el camino para llegar a él es lo que no siempre está claro pues no depende en su totalidad de uno y, peor aún, las condiciones que lo rigen pueden ir cambiando.

 

Lo anterior implica que el no tener un camino claro para avanzar por él hacia la meta trazada nos obligará de manera doble no solo a luchar por dicha meta sino a trabajar por estar construyendo el camino que necesitamos para cumplir lo que deseamos.

 

Seamos claros: en muchas ocasiones no están las formas para lograr nuestros deseos como si alguien ya las hubiera construido solo para que llegáramos nosotros e hiciéramos uso de ellas, en muchas ocasiones hay ciertos indicios de lo que hay que hacer, pero en muchas más ocasiones uno mismo va haciendo el camino necesario para avanzar.

 

Te propongo un ejercicio que realizo en mis talleres de liderazgo dinámico: escribe en un papel una meta que desees lograr, puede ser una meta personal, profesional, económica, intelectual, emocional e incluso espiritual. Pon debajo de esa meta aquellas cosas que sabes necesitas hacer para alcanzar tu objetivo, mientras más claro seas en estas actividades mejor y por claridad me refiero a que mientras más preciso seas en los cuándos, cómo y dónde, mejor. A continuación, debajo de todo eso pon aquellas cosas que sabes necesitas para lograr la meta pero que no sabes cómo lograrlas. Por último, de estas últimas cosas que apuntaste, escribe qué se te ocurre deberías empezar a hacer para ver si con eso te va dando guía o luz de lo que debes hacer para lograr esto de lo que no tienes idea.

 

En todas las ocasiones en que he efectuado este ejercicio no hay una sola cosa que se necesite hacer y de la cual inicialmente no se tenga idea de cómo entrarle, a la que finalmente no pueda señalársele alguna actividad que nos permita al menos dar el primer paso para comenzar a hacer ese camino.

 

Una vez que haces este ejercicio, mejor aún: una vez que das ese primer paso (aunque no estés del todo seguro que sea el indicado para alcanzar esas cosas que sabes requieres para lograr tu meta, pero no sabes cómo entrarles), comenzarás a darte cuenta cómo es que el camino comienza a abrirse paso ante tu andar.

 

El problema no es no saber en muchas ocasiones qué debe hacerse a ciencia cierta sino más bien el no dar siquiera un primer paso que nos permita ir identificando lo que puede hacerse al mismo tiempo que se camina hacia nuestro objetivo.

 

Muchas de nuestras metas no tendrán de manera implícita un camino claro y sencillo para alcanzarlas, pero eso solo quiere decir que nos corresponde a nosotros trazarlo, después de todo si quieres algo encontraras el camino para alcanzarlo y si no lo hay ¡tú mismo lo trazaras!

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

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Este artículo puede verse en video en  https://youtu.be/FLpHxrz_AuI  

 

 

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jueves, 5 de junio de 2025

Tú decides: O conquistas al mundo o el mundo te conquista a ti


 Cuando hablamos de sueños, esfuerzos y logro de metas hay dos ideas que deben quedar claras: una es obvia y se refiere a la meta en sí, a lo que queremos lograr; la otra idea más sutil es la que se refiere a mostros y los cambios que

experimentamos en nuestro andar, cambios que son más permanentes que la misma meta.

 

Nuestro andar por la vida está lleno de luchas y esfuerzos, luchas y esfuerzos que en ocasiones dan como resultado éxitos y en otras ocasiones fracasos; quienes tienen solo la vista puesta en la meta que desean pueden llegar a frustrarse si no entiende que en este juego, independientemente de los logros y fracasos, hay cambios sutiles en nuestra persona que pueden hacernos verdaderos triunfadores independientemente del resultado de la lucha.

 

En una ocasión en un taller les pedí a los asistentes que enlistaran tres grandes fracasos que hubiesen tenido en los últimos cinco años. Una vez que hicieron esa pequeña lista, lo siguiente es que en cada fracaso pusieran lo que a su juicio habían sacado de valor: alguna enseñanza, algún cambio en su carácter, alguna perspectiva de vida. No hubo uno solo de los participantes que no pudiera poner algo positivo relacionado con su persona que tuviera que ver con ese fracaso que había de inicio señalado.

 

Tú mismo puedes hacer ese ejercicio anteriormente señalado y darte cuenta de lo mismo: los logros y fracasos son una cosa, nuestra persona es otra y ésta siempre sale beneficiada de lo primero. Si puedes darte cuenta de esto en cada paso que des en tu vida no solo aligerarás la carga de la misma, pues tu estado de ánimo ya no dependerá al 100% del logro favorable de lo que intentes, sino que te permitirá ser testigo y copartícipe de lo que te va sucediendo en tu andar.

 

En este punto del argumento quiero hacer una pausa ya que si siempre ganas a nivel personal, independientemente del resultado exterior, podrías estar tentado entonces a no hacer gran esfuerzo, total, en algunos casos lo primero puede compensar a lo segundo, y tal vez tengas razón, no voy a discutir eso, lo que sí quiero hacerte ver que en este caso te vuelves víctima de las circunstancias al actuar de manera pasiva, cuando emprendes, luchas, te esfuerzas, tu participación en los cambios que como personas te van sucediendo se dan de una manera proactiva y dinámica donde tú imprimes tu sello personal.

 

Piensa esto de otra forma: imagina una casa, la casa te la pueden regalar o bien la puedes construir, en ambos casos al final tendrás un hogar, pero créeme que en el segundo te sentirás inmensamente más satisfecho por el esfuerzo que imprimiste en la meta.

 

Por último, y relativo a lo anterior, date cuenta que constantemente estamos sujetos a diversas fuerzas externas que ayudan o entorpecen nuestro caminar, si dejas de luchar ellas dictan lo que conseguirás externamente y en lo que te convertirás internamente, si luchas constantemente eres tu el que tiene la directriz de tu vida, aunque triunfes o fracases de manera externa.

 

Ya en otras ocasiones he señalado que contrariamente a lo que creemos, la vida no es algo que se nos da al nacer sino algo que debemos ganarnos día a día con el fragor de la batalla cotidiana, así que no olvides que tú decides: O conquistas al mundo o el mundo te conquista a ti.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/wferfBNWX-s

 

 

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jueves, 29 de mayo de 2025

No todo es incierto en la vida: no intentar algo te da 100% de garantía de no lograrlo


 Una característica de la vida es precisamente la incertidumbre de la misma, nunca sabemos que es lo que va a pasar; una característica de nosotros como personas es que siempre buscamos certidumbre, seguridad, en lo que hacemos y buscamos; si somos capaces de avanzar a pesar de esa incertidumbre y a pesar de nuestro deseo de certezas, habremos desarrollado un carácter a prueba de todo.

 

En una ocasión estaba platicando con un compañero, ya hace rato, sobre un proyecto que traía, en realidad no implicaba mucha inversión de dinero, sino tal vez de tiempo y esfuerzo, aún así mi amigo dudaba de intentarlo. En la charla con él comentó lo que era evidente, y que de hecho es evidente para toda la vida: la probabilidad de no tener el éxito que esperaba. Le comenté que en efecto, cabía esa posibilidad y jugando con los números le pregunté que si que probabilidad le daba al evento de resultar exitoso, después de pensar un rato le asignó apenas un 20% de probabilidad, ante esto le dije “¿sabes una cosa? El no intentarlo cambia esa probabilidad a cero y el no lograrlo se vuelve una certeza”.

 

Es algo natural en nosotros ese temor a la incertidumbre y, en muchos casos, ese temor al fracaso, pero pensemos una cosa: si solo intentáramos aquello en lo que tenemos certeza de éxito prácticamente nunca haríamos nada. Pero también piensa que prácticamente todo lo que hacemos, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos (e incluso el inter de nuestro dormir) es incierto, nunca sabemos que es lo que va a pasar. Aceptémoslo: la vida es incierta y tenemos que aprender a vivir así, pensar de otro modo es un ejercicio banal e improductivo.

 

Ahora bien, no estoy diciendo que todo debe intentarse sin ton ni son, sin evaluar ni recursos, capacidades o riesgos. Nada más alejado de la realidad. Es importante, incluso necesario, el utilizar nuestra capacidad de razonamiento, de análisis, de síntesis y de inferencia, para planear lo que queremos hacer. Lo que estoy diciendo es que en esa fórmula que sustenta nuestra toma de decisiones la variable “miedo a la incertidumbre” debe ser excluida. No debe ser el miedo el que tenga el peso decisivo en las decisiones que tomemos, menos el miedo a lo que pudiera pasar, sino más bien el peso debe estar en nuestro carácter, nuestra voluntad y en la pasión que nos mueva a realizar las cosas.

 

Te propongo dos ejercicios. El primero es que pienses en una de las cosas que consideres importante que hiciste el día de hoy, la que quieras. Pregúntate del para qué hiciste eso. Ahora pregúntate si estabas realmente seguro, con una certeza del 100% que ibas a lograr eso. No es así ¿verdad? Y sin embargo lo hiciste. El segundo ejercicio es parecido: piensa en uno de los mayores logros que hayas tenido en tu vida hasta la fecha, ¿estabas seguro con una certeza del 100% que lograrías eso cuando estabas en pos de ello? Tampoco, ¿verdad?, pero gracias a tus acciones a pesar de la incertidumbre lo lograste. Por último, el cierre de los dos ejercicios tiene que ver con contestar la pregunta: si no hubieras hecho absolutamente nada en los dos casos, ¿qué probabilidad habrías tenido de logarlo?

 

Hay quienes buscan vivir sin esa incertidumbre normal de nuestra existencia y por ello rehúyen todo lo que implique riesgos cuando lo único que logran es cancelar la posibilidad de lograr sus sueños después de todo hay que entender que no todo es incierto en la vida: no intentar algo te da 100% de garantía de no lograrlo.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Este artículo puede verse en video en https://youtu.be/n9kEOOpGfjI

 

 

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miércoles, 21 de mayo de 2025

En la vida, correr volteando hacia atrás solo te hará ganar un tropezón


 El ser humano es una serie de hechos y potencialidades, los hechos se refieren a nuestra historia, las potencialidades a nuestro futuro, en tanto sepamos diferenciar ambos y no permitamos que uno interfiera con el otro, estaremos en plenitud de facultades para desarrollar todo nuestro potencial.

 

Una pregunta: ¿conoces a alguien que siempre esté recordando algo de su pasado con odio, tristeza o pesadumbre?, otra pregunta: cuándo esa persona hace eso, ¿la ves en plenitud de sus potencialidades o menoscabada en ellas? Es un hecho demostrado que las personas estamos hechas de energía, energía que cotidianamente debe renovarse vía la alimentación o el descanso. De la misma forma es un hecho demostrado que cualquier actividad que realicemos, sea esta física, mental o emocional, requiere un aporte de energía, energía que se desgasta independientemente de si la actividad es noble o no lo es.

 

Piensa en la energía que tienes como un tesoro que posees, ¿en qué lo gastarías? Hay quienes lo gastan (e incluso justifican el gastarlo así) en cuestiones negativas como odios o amarguras, hay otras personas que se regodean en recuerdos que les hacen mal sin percatarse que están usando su reserva de energía en alimentar ese aspecto negativo de ellos mismos.

 

Te pregunto: ¿puedes cambiar el pasado? Sé tú respuesta, pero ¿cuánta gente conoces que se la pasa recordando el pasado, haciéndolo más bien un presente, cuando incluso ese pasado por su propia negatividad le resta, le quita, no le aporta sino que la disminuye.

 

Sé que ya habrás escuchado eso de olvidar, de dejar ir, en esta ocasión no quiero argumentar a favor de ese olvidar, ¿sabes por qué? Porque simple y sencillamente no podemos olvidar, pero lo que si podemos es ver las cosas en perspectiva y usar incluso ese pasado para impulsarnos hacia un mejor futuro.

Pero no vayamos tan lejos, seguro estoy que conoces gente que le ha pasado en su vida cosas realmente dramáticas y que aún así pudieron salir adelante. Eso demuestra que incluso los peores errores que hayamos cometido o las peores injurias o daños que los demás nos hayan ocasionado, no son factores que nos definan como personas ni mucho menos que definan nuestro futuro.

 

Pero bueno, no podemos controlarnos siempre. Habrá momentos en que esos recuerdos negativos que nos restan energía (y nos quitan tiempo), afloren en nuestra mente, ¿qué hacer en ese momento? Lo primero es darte cuenta de ello, a lo mejor pasan minutos u horas hasta que caigas en la cuenta de cómo tu mente está detenida en un momento del pasado quejándose, justificándose o autocomplaciéndose, no importa el tiempo que haya pasado, el darte cuenta de eso es el primer paso; el segundo es no juzgarte, no condenarte por estar destinando tiempo y energía en recuerdos banales que en nada te aportan, todos somos personas y es una tendencia natural esa; lo tercero es que analices y te respondas si ese recuerdo, si ese sentimiento, te hace más o te hace menos, si te aporta o te resta, si te da energía o si te la quita.

 

Esos tres pasos, por su misma sencillez, son fáciles de hacer y asombrosos en sus resultados. Te permiten tener perspectiva y darte cuenta que el pasado no es para detenernos en él sino para impulsarnos hacia nuevos y mejores estadios de desarrollo.

 

La historia que hemos vivido es como un camino que hemos recorrido, no es deteniéndonos para ver lo andado como es que avanzaremos sino continuando con nuestros pasos, así que recuerda en la vida, correr volteando hacia atrás solo te hará ganar un tropezón.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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jueves, 15 de mayo de 2025

Triunfar, pero perder la esencia de uno es pagar un precio muy alto por el éxito


 

Cuando se menciona la palabra éxito, generalmente se le asocia con el logro de una meta, meta que puede ser personal, profesional, social, etcétera así como material, económica, intelectual, etcétera; pero en esa perspectiva no debemos perder la visión que el origen y destino de todos nuestros esfuerzos somos nosotros mismos por lo que conseguir la meta no debe pasar por perder nuestra esencia.

 

Siempre he dicho que la vida nunca deja de sorprendernos… ni de enseñarnos. Cuando nacemos somos como un lienzo en blanco donde se irán plasmando todas nuestras experiencias, tanto nuestros aciertos como nuestros errores, pero ese lienzo blanco que de inicio no está supeditado más que a vivir conforme crecemos comienzan a definirse ciertas metas a las cuales supeditamos nuestro esfuerzo.

 

Todos conocemos el caso de gente que pudiéramos señalar como de éxito: cantantes, actores, magnates, de los cuales luego nos consterna las noticias de los escándalos de drogas o alcohol en los que se ven envueltos por no decir otros desenlaces aún más impactantes. Cuando uno descuida su parte interna, ese esfuerzo por el logro y la conquista, aún cuando las metas sean logradas, se transforma en un vacío que avasalla y termina por doblegarnos.

 

Todos tenemos gustos, deseos y necesidades que se transforman en los objetivos que queremos lograr, de la misma forma esas metas que nos ponemos requerirán  ue le dediquemos tiempo y esfuerzo, por decir lo menos, tiempo y esfuerzo que será la moneda con la que paguemos por lo que deseamos obtener. Solo que en ambos casos lo que está detrás de ese tiempo y ese esfuerzo no es otra cosa más que la vida misma. Así es: nuestra vida. ¿Qué precio le podrías a eso?

 

Esa pregunta tiene la intención de hacerte reflexionar sobre las metas y objetivos que persigues, dado que tu vida es algo a lo que no puede ponérsele precio es obvio suponer que las metas y objetivos que nos pongamos deben ser lo más trascendentes posibles, de otra forma haremos un mal negocio y no solo eso sino que nos sentiremos vacíos al final.

 

Esa sensación de vacío se da precisamente por que nos vaciamos en nuestro andar hacia lo que queríamos lograr. Tal como se expresa en el párrafo anterior: dimos nuestra vida a la que no puede ponérsele precio por algo que tal vez es de valor ínfimo si comparamos con la vida por lo que al final nos quedamos con menos (si no es que con nada) de cómo comenzamos.

 

¿Cómo puede uno siquiera intuir si va por buen camino? Un indicador es la forma en que te sientes. De la misma manera que cuando uno come algo en mal estado, si en tu vida vas avanzando por el camino incorrecto tendrás esa sensación de que algo no está bien. Por el contrario, si en cada paso sientes un gozo, o al menos el balance entre las sensaciones buenas y las malas es positivo, puedes confiar que vas por buen camino.

 

Pero no somos solo seres de instinto, sino también de razón, así que otra forma que complementa lo anterior es pensar sobre lo que hacemos, por qué lo hacemos y para qué lo hacemos. Saber, entender y comprender el sentido que tiene nuestra vida y el sentido que queremos darle.

 

Esas dos maneras, el instinto (la sensación relativa a nuestro andar por la vida) y la razón (el sentido racional que le damos a nuestra existencia), son dos maneras  n la que podemos ir tomando la temperatura de nuestra vida para garantizar una vida no solo plena sino trascendente, después de todo recuerda que triunfar pero perder la esencia de uno es pagar un precio muy alto por el éxito.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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jueves, 8 de mayo de 2025

Recuerda: El esfuerzo es momentáneo, el triunfo es para siempre


 

Todo en esta vida requiere esfuerzo, de la misma forma todo esfuerzo por su misma naturaleza es desgastante; puede llegar incluso ese momento de quiebre donde nuestra decisión sea lo único que haga la diferencia entre lograr nuestra meta o desistir de ello.

 

Imagínate que hubiera sido de la historia si Edmund Hillary hubiera desistido de conquistar el Everest, o Roald Amundsen en llegar al Polo Sur, o Neil Armstrong en poner su pie en la luna, necesariamente la historia hubiera sido diferente, otros se hubieran colgado esos logros, pero no ellos.

 

Así como estos ejemplos, todos los grandes logros de la humanidad, tanto en su forma individual como colectiva, han implicado esfuerzo, esfuerzo que es proporcional en cuanto magnitud al de la meta que se desea alcanzar; de la misma forma, esfuerzo que por su naturaleza puede llegar a desgastar a cualquiera en el camino hacia la meta.

 

Este desgaste no solo es físico o emocional sino también puede ser intelectual e incluso espiritual. Desgastarse implica que la energía motivadora llega a niveles mínimos poniendo en riesgo nuestra lucha por conquistar la meta.

 

En otras ocasiones he señalado que en estos momentos de desgaste, igual que cuando uno toma una siesta reparadora, es válido, y no solo válido sino incluso necesario, el tomarse un breve respiro para recuperar nuestras energías sin pretender con ello el desistir de conquistar nuestra meta. Aún así, el riesgo tanto del desgaste como del descanso, es que en el primero no encontremos fuerzas  para continuar nuestro andar mientras que en el segundo por comodidad no queramos reiniciar la lucha.

 

Ese momento llegará. A todos nos llega en alguna ocasión. Y la diferencia entre desistir y continuar forma parte del milagro de ser humano: nuestra voluntad. Cuando tenemos una reserva de motivación para avanzar podemos continuar nuestro andar ya que esa reserva funciona como el combustible en un vehículo, pero cuando esa reserva ha desaparecido, lo único que queda es continuar el camino solo porque así lo deseamos, es decir, por que ejercemos nuestra voluntad para ello.

 

Volvamos a los ejemplos anteriores, o incluso trae a tu mente cualquier ejemplo de logro que quieras; date cuenta de cómo es que todos los logros permanecen en el tiempo, incluso cuando las personas que los obtuvieron ya se han ido. De la misma forma reflexiona como es que el esfuerzo que ellas imprimieron en conseguir esa meta ya ceso, no sigue existiendo en la actualidad. Ahora compara ambas situaciones: esfuerzo-logro.

 

Si hiciéramos una analogía pensaríamos en ese binomio esfuerzo-logro como el de una moneda y un producto; el esfuerzo es la moneda y el logro es el producto, pero si vemos que el esfuerzo es de un instante y que el logro es para siempre, podemos imaginar ese producto que es el logro como algo que excede con mucho el valor de la moneda que es el esfuerzo. Luego entonces si desistimos de conseguir nuestra meta por que el esfuerzo nos parece demasiado pesado, pensemos que estaríamos pagando un costo demasiado alto ya que el producto valiosísimo que es el logro lo estaríamos cambiando por la moneda de mucho menor valor que es nuestro esfuerzo.

 

En esos momentos de cansancio piensa que no hay esfuerzo que dure para siempre, pero que la meta que conquistes te pertenecerá para toda la vida; así que recuerda: El esfuerzo es momentáneo, el triunfo es para siempre.

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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